Uno de los mayores misterios de Punta Arenas lo constituyen, las huellas de algunas vías férreas que podemos observar, en ciertos espacios de Avenida Colón o de Avenida República, en pleno centro de la ciudad.
Se trata del viejo camino que recorría el llamado Tren de la Mina Loreto, de cuya historia existen vestigios en algunos puntos de ciertos barrios de Punta Arenas, lo cual ratifican antiguas fotografías y testimonios de pobladores, la mayoría de ellos, nonagenarios.
La historia del tren se vincula desde su génesis, con el anhelo de explotar industrialmente el carbón magallánico. Ya en 1868, el gobernador Óscar Viel Toro autorizó al ciudadano Ramón Enrique Rojas a conformar la Compañía Carbonífera de Magallanes, cuya incipiente producción se obtenía al norte de la bocatoma del río de las Minas, bautizada como Mina Loreto; sin embargo, el alto costo que suponía mantener la empresa en un mercado incipiente, obligó a su cierre, en 1875.
En 1902, el empresario Agustín Ross decidió implementar la construcción de un ferrocarril que uniera la antigua Mina con uno de los muelles que estaba al final de la calle Valparaíso (más tarde Pedro Montt), proyecto que fue adoptado en 1905 por la Sociedad Menéndez Behety para hacer realidad el proyecto, que contemplaba impulsar la industria de las briquetas de carbón, mejorando su capacidad calórica.
A esas alturas, se tenía conocimiento que el producto que se extraía de Magallanes, era una lignita que derivaba de árboles resinosos, de color pardo oscuro cuya densidad variaba de 1.2 a 1.5. El mineral presentaba una característica poco común: poseía una significativa proporción de elementos volátiles, además su ceniza no era fusible, por eso cuando se quemaba no quedaba ninguna escoria o residuo; a ello se agregaba, que cuando el carbón se obtenía de la mina, se mostraba con gran resistencia, pero al experimentar la acción del aire se resquebrajaba.
En sus comienzos, se disponía de una sola locomotora para realizar el trayecto Muelle-Punta Arenas-Mina Loreto que totalizaba 9 kilómetros. Después se incorporaron otras dos máquinas marca Baldwin, a los que en fines de semana se le adecuaban dos vagones, los cuales, permitían el transporte de pasajeros, lo que se convertía en una especie de recorrido turístico por la ciudad.
El tren, llamado por la comunidad “Punta Arenas”, luego de salir de los bodegones en la playa, tomaba la Avenida Colón hacia el cerro atravesando las calles Quillota, Jorge Montt, O´Higgins, Lautaro Navarro, Magallanes, Bories, Chiloé hasta Talca (Armando Sanhueza). Después continuaba su recorrido por Avenida República que en ese entonces, estaba flanqueada de grandes árboles, y luego de cruzar la Avenida Libertad (España) proseguía su curso hasta encontrar la calle Chilena (Señoret) donde empalmaba con calle Progreso (después Yugoslavia, hoy Croacia) para dirigirse por el sur del puente Zenteno hacia el poniente en busca de la mencionada mina Loreto.
El carbón regional adquirió nuevas perspectivas de comercialización luego que se conociera el informe del ingeniero jefe del Apostadero Naval, Ignacio Toro, que recomendó su uso en las escampavías que la Armada empleaba en las gélidas aguas de Magallanes, en vez del carbón que se adquiría en Lota. En sólo dos años, 1922 al 24, la institución economizó por ese concepto, al menos 400 mil pesos.
En esa época en la mina, que producía alrededor de 28.000 toneladas anuales, laboraban 150 obreros, incluyendo al personal que trabajaba en el ferrocarril y en los depósitos. En ese momento, surgió la necesidad de establecer una estación o caseta de administración, la que se ubicó en la intersección de calles Sargento Aldea con pasaje Arica, en el Barrio Prat.
El recordado vecino del sector, el peluquero, dirigente deportivo y social Abel Vargas, solía recordar que el tren se dirigía al norte de Punta Arenas donde hoy se ubica la población Williams, contorneaba el desaparecido Cerro de los Ladrones adonde llegaba a cargar maderas y otros productos de la firma Hoinesen, para retornar al centro de la ciudad.
En la década del 30 del siglo pasado, la industria carbonífera tuvo su mayor auge al producirse una fuerte demanda interna regional como lo demuestra el estudio de Mateo Martinic Beros en la página 1001 del volumen II de su “Historia de la región magallánica” que fijaba en 53.975 toneladas la producción total en 1930, mientras que, a finales de 1938 se había incrementado en 64.582 toneladas.
La importancia de lo que el profesor de castellano y crítico literario, Julio Ramírez Fernández, llamaba “El pintoresco tren de la mina Loreto” se refleja en su aspecto sociocultural. Ya en 1916 la Sociedad Menéndez Behety decidió fundar una pequeña escuela para los hijos de sus trabajadores, con una matrícula que nunca bajó de los 25 alumnos. A su vez, el 16 de enero de 1932, se organizaba la Sección Femenina de Socorros Mutuos del Club Deportivo Ferrocarril Loreto, con doce socias fundadoras y un directorio provisorio a cargo de Palmira de Naranjo y Olga de Velásquez como directoras y Graciela Garay como secretaria corresponsal.
Curiosamente el tren de la Mina Loreto tuvo su eclipse cuando el presidente Carlos Ibáñez del Campo ordenó la canalización del río de las Minas, luego del dramático desborde ocurrido en mayo de 1956. Como una ironía del destino, el mismo camino que recorría el ferrocarril por la parte alta de la ciudad, sirvió para encauzar las aguas de lo que primigeniamente Bernardo Philippi denominara como “río del Carbón”.
El tren de la mina Loreto podría recuperarse dentro de un amplio plan turístico. Sería perfectamente un medio de transporte alternativo para recorrer la ciudad empleando arterias que no son transitadas por la locomoción mayor ni menor. Un ejemplo de ello es el posible establecimiento de una ruta que una el sector alto de Punta Arenas, comunicando distintos barrios como el Cerro de la Cruz y Prat con poblaciones como Dubracic y Cvitanic.