Por estos días, Patagonia Inc lidera en Instagram una insólita campaña anticonsumo como una forma muy hipócrita de fidelizar su propia marca. Y el consumo sistemático de ella, faltaba más.
Negocios son negocios y la verdadera subsistencia del libre mercado se vincula con la dinámica de la oferta y la demanda. No hay un negocio posible sin un interlocutor del otro lado.
Patagonia Inc intenta hacernos creer que es factible sostener una empresa verde, sustentable e inocua en un sentido casi esotérico de la palabra, amparada en el concepto del “no compre”. “No compre esta chaqueta” tal como reza uno de sus eslóganes.
Si se cumpliera la consigna del “no compre” Patagonia Inc caería en la banca rota y las consecuencias las sufrirían sus alrededor de 3000 empleados. A no engañarse, aunque Patagonia Inc pretenda hacernos creer que ellos están moralmente por encima del resto de las empresas su facturación anual ronda los USD 1300 millones. Su dueño, Yvon Chouinard, es millonario. Pero Chouinard conserva la intensión de ser un “no millonario millonario”. Raro.
Demás está decir que las chaquetas de la marca figuran entre las más caras del mercado y entre las más sofisticadas junto a North Face. Este tipo de publicidad aleccionadora, revestida con una pátina “progre” que espera acercarla al sueño de una “empresa socialista/capitalista” le permite ubicarse por encima de otras marcas que tienen productos de igual calidad, pero que son menos conocida por el público en general.
Por supuesto, si Patagonia Inc se erige como la marca que “no hace” negocios con su negocio y que te ruega que no compres sus productos porque afectas al medioambiente, su prestigio escala varios puntos sobre la base de una contradicción flagrante.
Vivimos una época de contrastes culturales. Quienes reclaman por la explotación de combustibles fósiles no dudan en pagar un auto en cuotas. Tampoco faltan los ambientalistas que levantan su Iphone como una bandera mientras toman fotografías y videos de una marcha en contra de la industria, el consumo y el desarrollo económico.
Los países más “verdes” del planeta son aquellos que más consumen, más contaminan y más le reclaman a los países en desarrollo que, justamente, no se desarrollen. No que se queden como están, en “vías de…”, sino que retrocedan hasta vaciarse por completo.
El colonialismo verde liderado por Greenpeace, Oceana (de la familia Rockefeller), PEW, WWF, con los cuales Patagonia Inc mantiene líneas de acción en Chile y la Argentina, apenas oculta su etnocentrismo. En su visión los chilenos, los argentinos, no saben administrar sus propios países. Por esto es que no dudan en intervenir en políticas ambientales y finalmente públicas cuestionando su soberanía.
Millonarios del consumo diciéndole a los habitantes de países sudamericanos cómo tienen que vivir, qué comer y cómo comportarse. La influencia de estas ONGs que, en definitiva, representan a países y visiones culturales enteras se hace sentir en Santiago, en Buenos Aires y en todo el sur del planeta.
Patagonia Inc es dueña de una palabra que representa un poderoso concepto, una mirada sobre la realidad. Pero atención es una mirada publicitaria. Hueca. Un comercial apenas. Un ficción bien filmada. A Patagonia Inc poco y nada le importan la cultura ancestral o la cultura del pueblo chilote o la del sureño en la Argentina.
Se trata de otro tema o subtema. Se trata de imponer un “estilo” al consumo. Se trata de puro marketing. De convencer al comprador de que cuando compra productos Patagonia Inc “no compra”, “no consume” sino que, en el fondo, adhiere a una causa por un mundo libre de “consumo”. Una contradicción, una estupidez y una estafa.