Arturo Merino Benítez en Magallanes y la creación de la Fuerza Aérea de Chile. Primera parte. [Por Víctor Hernández Godoy]

17 de marzo de 2025

Después de haber concretado la ruta Santiago-Arica, un 5 de marzo de 1929, el más grande de nuestros aviadores proyectó unir la capital con Puerto Montt como primer paso de un desafío mucho mayor: llegar por primera vez a Magallanes.

En el verano de ese año 29, jóvenes pilotos habían creado diversas pistas de aterrizaje en los alrededores de Ovalle, Copiapó, Antofagasta, Iquique y Arica. El objetivo era transportar en un vuelo con escalas en las localidades antes mencionadas, una encomienda desde Santiago hasta la ciudad de la eterna primavera, empleando un pequeño avión biplaza “Cirrus Moth” de 80 caballos de fuerza. Era la respuesta de Arturo Merino Benítez a la compañía francesa Aeropostale Latecoere, que cuatro meses antes había inaugurado el primer correo aéreo entre Europa y Santiago. La proeza de los aviadores chilenos, quienes en sucesivos relevos transportaron una carga de 3 kilos y medio de peso, permitió fundar la primera aerolínea latinoamericana enteramente local, cuyo servicio aeropostal quedó establecido el 30 de abril y denominado como Línea Aérea Nacional (LAN) a contar del 29 de julio de 1929.

Iconografía de un avión triplaza Junkers con el cual, el comandante Merino inauguró la ruta a Magallanes.

El tramo hacia el sur revistió menos peligros. El 19 de noviembre, una escuadrilla de cuatro aviones “Vedette” sobrevolaba a escasa altura el centro de Puerto Montt con destino a la base de Chamiza, ubicado a 12 kilómetros al este de la ciudad. Entusiasmado, el comandante Merino continuó el 12 de diciembre de 1929, los vuelos exploratorios a la zona de Aysén, con el propósito de preparar para el verano del año siguiente el mayor sueño de su vida: llegar por vía aérea a Punta Arenas.

La realización de esta iniciativa requería adoptar una serie de precauciones, pues jamás nadie había soñado siquiera, llegar desde el norte del país a Magallanes utilizando algún medio aéreo. Para esa época, se desconocía absolutamente el trayecto Puerto Montt-Punta Arenas, primero, porque no existía ninguna carta de aeronavegación que señalara una ruta a seguir. En segundo lugar, no había aviones en Chile capaces de hacer un vuelo sin escalas con una distancia tan grande. Se hacía absolutamente indispensable reabastecer de combustible a la aeronave en algún punto de los más de dos mil kilómetros que separaban ambas localidades.

Para consumar la hazaña, Merino Benítez dispuso de un avión bombardero Junkers triplaza de tres motores de 310 caballos de fuerza, con capacidad para transportar 9 personas. En los días previos, se le cambió el tren de aterrizaje por flotadores, para convertirlo en un hidroavión. Cerca de las dos de la tarde del sábado 25 de enero de 1930, el comandante Merino, con una tripulación compuesta por el capitán Alfredo Fuentes Martínez, el técnico mecánico Fritz Reiche, el radio operador sargento 1° Luis Soto,  fotógrafo sargento 2° Alfredo Moreno y mecánico cabo 1° Uldaricio Espinoza, iniciaban vuelo en el Junkers R-42 desde la isla Tenglo en la zona de Puerto Montt con destino final a Punta Arenas.

Fotografía tomada el 26 de enero de 1930, por el mecánico cabo 1° Uldaricio Espinoza, en el sector de «Ancón sin salida», un día antes, de emprender el vuelo definitivo a Magallanes.

A las seis de la tarde estaban en Puerto Aysén. Pese a que la tripulación se hallaba profundamente contrariada por la pérdida sufrida dos días antes en ese mismo lugar, de los camaradas teniente Aníbal Vidal y mecánico Alfredo Román, debido a un fatal accidente cuando retornaban a Chamiza, el comandante Merino determinó viajar enseguida al sur, como una forma de ‘matar el chuncho’, rompiendo todo protocolo inicial, que establecía esperar información meteorológica actualizada y la ubicación exacta de los buques de la Armada en el caso de que ocurriera algún accidente en los canales y se necesitara ayuda inmediata ante una emergencia.

La modificación súbita del calendario obligó a utilizar el ingenio para suplir la escasez de combustible que se había considerado previamente. Se acomodaron al interior del compartimento de la tripulación, 650 litros de bencina y de benzol en latas. A las 8 y media de la mañana del domingo 26, el Junkers despegaba directamente en dirección a los peligrosos canales australes. A medida que se internaban por desconocidos parajes del austro y empeoraban las condiciones climáticas, reconocían lugares que alguna vez ubicaron en un mapa escolar o escucharon hablar en clases teóricas de vuelo: seno de los Elefantes, golfo de Penas, canal Sarmiento. A las 3 de la tarde acuatizaron en la playa conocida como “Ancón sin salida”, donde esperaron que la tormenta amainara. A las 20 horas continuaron con rumbo a Puerto Natales. Una hora y media después, el Junkers amarizaba en la amplia bahía del pueblo.

Itinerario del famoso raid efectuado por Arturo Merino Benítez, cuando unió por vía aérea por primera vez, Puerto Montt-Aysén-Puerto Natales-Punta Arenas.

Esa noche pernoctaron en el lugar, pero antes de las 9 de la mañana del lunes 27 de enero, luego de revisar una hélice dañada, despegaron hacia Punta Arenas. Los aviadores ignoraban que gran parte de la población se había apostado en las calles que conducían al muelle principal. La expectación era enorme, porque nunca había llegado un avión desde el norte del país. Pasadas las 10 horas, el Junkers sobrevolaba en círculos el centro de la ciudad, mientras la gente saludaba a la tripulación alzando pañuelos y los motores se detenían más tarde, plácidamente, con el hidroavión descansando en las gélidas aguas del mítico estrecho de Magallanes.

El intendente de la provincia Manuel Chaparro Ruminot y el gobernador marítimo de Magallanes, capitán de fragata Miguel Elizalde llegaron al puerto para recibir al comandante Merino y su gente. Ese día casi todas las casas de Punta Arenas izaron el pabellón nacional, tal vez porque sus habitantes comprendían que después de mucho tiempo, el estado de Chile hacía soberanía efectiva en el alejado e inhóspito territorio austral.   

Escrito por: Víctor Hernández Godoy, escritor, historiador, columnista.