Antes de las 8 de la mañana de este domingo, la televisión chilena inició las transmisiones en directo de un momento histórico: la instalación de la Convención Constitucional, en la que 155 mujeres y hombres de nuestra patria tienen el mandato del pueblo soberano para soñar, pensar y escribir la nueva Constitución.
En este mismo mes, pero hace 52 años, otro hito concitó la atención de la prensa nacional, que siguió atentamente la disputada carrera que protagonizaron las dos más grandes potencias mundiales de la época -Unión Soviética y Estados Unidos- por llegar con sus naves a la Luna.
Mientras escribo estas líneas, y salto de canal en canal para no perderme ningún detalle de la ceremonia que se desarrolló en la sede del Congreso Nacional en Santiago, no puedo evitar acordarme del domingo 20 de julio de 1969, cuando Neil Armstrong, comandante de la nave Apolo 11, puso sus pies sobre la superficie lunar.
El reloj marcaba las 22.56 horas.
Dos años antes de esa fecha, el día que nació el menor de mis hermanos, mi padre compró el primer televisor de la casa, el mismo que luego me permitió ver en directo, pero en blanco y negro -tal como la Guerra Fría-, la gran hazaña espacial del siglo 20, marcada por una inolvidable frase: “Es un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad”.
Ambos acontecimientos -el alunizaje y la constituyente- tienen la virtud de buscar expandir los contornos de lo posible. Por un lado, explorar nuevos mundos, y por otro, sentar las bases de una convivencia social más justa y equitativa para nuestra matria, un neologismo que representa mejor los tiempos actuales.
A mis 62 años, la emoción que sentí al presenciar cómo una mujer mapuche se convirtió en líder de sus pares, sólo es comparable con la que experimenté a los 10 años, cuando los dos astronautas estadounidenses caminaron sobre el Mar de la Tranquilidad.
Ya son casi las 17 horas de la histórica jornada dominical y continúo divagando sobre lo que vendrá. El temor inicial manifestado por sectores conservadores comienza a disiparse y abre las puertas a las discusiones francas, maduras, tolerantes, sin vetos ni prejuicios, que deberán producirse en las próximas semanas y meses.
Junto con ello, las sombras de la incertidumbre pregonada a los cuatro puntos cardinales por los agoreros de siempre, desaparecen con la poderosa y tranquila luz que se instaló ayer.
En ese escenario, las palabras inaugurales de Elisa Loncón, presidenta de la Convención Constitucional, resuenan desde lo más profundo del Wallmapu ancestral: “Estamos instalando aquí una manera de ser plural, democrática, participativa”.
Y prosiguen: “Esta convención transformará Chile en un Chile plurinacional, en un Chile multicultural, que no atente contra los derechos de las mujeres, de las cuidadoras, que cuide la madre tierra, que también limpie las aguas”.
Asimismo, con claridad y convicción, la destacada académica subrayó la tarea que muchas y muchos señalamos como central del proceso: “Este sueño se hace realidad, es posible refundar Chile”.
Así sea.
Escrito por: José Benítez Mosqueira, periodista.