Los municipios no gobiernan, administran.
Puede que sea una verdad de perogrullo pero cada tanto hay que recordarla. Ahora bien, una administración deficiente también puede afectar el desarrollo de una comunidad pequeña. Una administración con pocas luces y desprolija es capaz de alentar el desempleo, ralentizar el crecimiento e incidir en la economía de una comunidad.
Es justo lo que está sucediendo en Puerto Natales por estos años y no extrañaría a nadie que este periodo de Natales se convierta en un caso de estudio universitario en las décadas por venir.
Magallanes en general y Puerto Natales en especial ofrece (aun) las mayores proyecciones de avance multisectorial de Chile para los próximos 10 años.
Existen razones para este optimismo. En la localidad se conjugan varios verbos económicos que ya quisieran tener otras ciudades del continente. En un espacio idílico se combinan el turismo, la salmonicultura, la pesca artesanal, la actividad ganadera, comercial, administrativa, industrial de objetos y, por supuesto, ya se habla de la llegada del hidrógeno verde.
Entre mediados de los 90 y el 2019 Natales vivió el crecimiento sostenido del turismo gracias al interés mundial suscitado por el Parque Nacional Torres del Paine. Sin embargo, la epidemia de COVID reveló que el turismo también podía resultar fuertemente afectado por una pandemia. Y la economía vinculada a él se redujo a cero. Incluso así, la actividad en Natales no se detuvo del todo porque la salmonicultura logró mantener su ritmo productivo, una secuencia que se derramó de diferentes modos en la ciudad: alojamiento de operarios, construcción de obras, gasto en comercio, servicios, transporte, largo etcétera.
El vecino se dio por enterado del rol crucial que cumple el sector en la ciudad. No fue el caso de las nuevas autoridades municipales que de inmediato optaron por mantener una relación tensa, indiferente cuando no agresiva con las empresas que entregan alrededor de 4000 puestos de trabajo en Natales.
Las reuniones entre funcionarios y representantes de la industria fueron frustrantes y poco amables, según pudo enterarse este medio.
El municipio convertido en Alcaldía Ciudadana con Antonieta Oyarzo a la cabeza tenía otros planes y no dudó en levantar la bandera “antisalmonera” como si aquello tuviera algún sentido.
Durante los meses iniciales de gestión se esperaron los primeros anuncios de obras municipales que iban a dinamizar la economía natalina gracias a opciones de capital en proyectos a futuro que superaban los $65.000 millones. Es decir, la plata estaba, sólo había que justificar su uso en proyectos de envergadura.
Pero los proyectos no llegaron y a esta altura de los acontecimientos ya sabemos que no llegarán.
Mientras tanto Natales debe haber roto sus propios récords de fiestas, bailes, recitales y eventos públicos. Nunca se bailó tanto y se hizo tan poco en Puerto Natales.
Se entiende que sin proyectos de relevancia tampoco hay empleo a la mano y las empresas del sector de la construcción, servicios, transporte, catering, indumentaria industrial, máquinas y herramientas, que en Natales existen y poseen relevancia, se quedan con las manos vacías.
Así es cómo una administración incapaz afecta la economía local casi como si gobernara con recursos propios.
Pero ante la primera crisis del sector después de la pandemia el municipio local guardó un profundo silencio y no hizo nada por ayudar a las más de 15 empresas y sus empleados que operan en el parque en invierno.
Parecía poco probable que las escasas artes discursivas del municipio pudieran pesar en la apertura del parque ante CONAF cuando la ciudad y hasta el edificio municipal exhibían nieve por todos sus rincones.
También ahí falló.