La cumbre del clima COP27 ha tenido muchos claroscuros, donde la palabra “implementación” ha sido una clave repetida hasta la saciedad, y la lucha contra el cambio climático no parece haber encontrado la salida correcta de la “autopista al infierno” en la que, según el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, estamos encarrilados.
En Sharm el Sheij (Egipto) ha habido muchas apariciones entre las dunas y el mar Rojo, pero también ausencias de líderes destacados, como los de Rusia y China.
No obstante, la imagen que ha quedado es la de la creación de un fondo para los países más vulnerables afectados por el cambio climático, aunque la ambición climática se ha dejado para un segundo o incluso un tercer plano.
Por ello, las conversaciones importantes sobre los puntos clave para luchar contra el cambio climático viajarán en avión rumbo a Dubái, sede de la COP28, que está prevista para finales de noviembre del año 2023.
Estos son las claves que se han vivido en la COP27:
No cabe duda de que la financiación de las pérdidas y daños ha sido central durante las negociaciones: al empezar la COP27, la presidencia egipcia incluyó en la agenda, por primera vez en la historia de una cumbre climática, el punto de cómo financiar las compensaciones a los países más vulnerables por los efectos del cambio climático por parte de los países desarrollados, considerados responsables históricos de las emisiones.
Este pilar ha sido el mayor quebradero de cabeza para las partes en la convención de las Naciones Unidas.
Un nuevo fondo o hacer uso de las instituciones existentes, “mosaicos” de medidas, quiénes deberían aportar y quiénes beneficiarse fueron los temas en litigio.
Al final se ha optado por la propuesta de la UE con la llamada a bancos de desarrollo y otras instituciones, lo que abre la puerta a países como China o Arabia Saudí, para que sean ellos también quienes aporten dinero para este nuevo fondo.
Eso es toda una victoria para la justicia climática… y lo único realmente importante que ha salido de Sharm el Sheij.
Aunque la intervención del presidente estadounidense, Joe Biden, creó mucha expectación, la del presidente electo brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, fue la que realmente levantó olas.
Un auditorio totalmente abarrotado, cientos de personas siguiendo su alocución en directo y a través de pantallas en las salas contiguas, aplausos y jaleos son cosas que no se vieron ni antes, ni después en esta cumbre.
Lula llegó a Sharm el Sheij, en su primer viaje internacional desde su elección, para anunciar al mundo que “Brasil está de vuelta” en la lucha global contra el cambio climático. Su país, el mayor custodio de la selva amazónica, regresaba tras cuatro años de un “gobierno desastroso” que sumió a su país en el “negacionismo climático”, según el líder brasileño.
Uno de los llamamientos que puso a todos con la mirada puesta en el futuro de estas convenciones fue la intención de Lula de proponer a la ONU la celebración de la COP30, prevista para el año 2025, en la Amazonía brasileña.
La confianza entre los bandos Norte y Sur del globo se ha resquebrajado, algo que lamentó el propio Guterres en Sharm el Sheij.
Ese Norte y Sur hace referencia a “las economías desarrolladas y las emergentes”, dado que estas últimas han requerido más acción y responsabilidad a los ricos para que paguen las consecuencias del cambio climático.
La argumentación final para que las partes aceptaran el acuerdo final se alineó en este aspecto o al menos así lo justificó la Unión Europea.
Otra de las grandes cuestiones, más presente en las protestas “callejeras” que en la mesa de negociaciones, han sido los derechos humanos.
“Sin derechos humanos no hay justicia climática”, se repitió durante prácticamente cada día de la cumbre, con un especial recuerdo al activista egipcio-británico prodemocracia Alaa Abdelfatah, cuyo nombre copó los titulares durante la primera semana de la cumbre.
La COP27 ha recibido duras críticas por “el lavado de cara verde” al celebrarse en un país donde decenas de miles de personas, según las principales ong internacionales de derechos humanos, están tras las rejas por expresar sus opiniones políticas en contra del Gobierno egipcio.
Pero en definitiva, el telón de fondo de esta cumbre ha sido una crisis energética, provocada por la invasión a Ucrania, que ha derivado en un periodo de inflación y que puede desembocar en una recesión.
Al final del día, el dinero y la geopolítica es lo que ha marcado la agenda climática.