Crecimiento, innovación y salmonicultura [Por Carlos Martínez Farah]

13 de julio de 2024

Desde que el hombre puso la mano sobre el arado se inició el proceso de dominio de la naturaleza y la senda del progreso. Ello no habría sido posible sin el ingenio humano. Fueron los habitantes de Jericó quienes  llevaron a cabo la Primera Revolución Agrícola  en el Neolítico. Ahí hay un  punto decisivo en la historia de nuestra especie pues ello  cambió  sustancialmente la forma en que vivimos. Al producir un excedente de alimentos que podrían almacenarse para tiempos difíciles por delante o intercambiarse por otros bienes, ellos notaron que las plantas comestibles germinaban en lugares donde las semillas de esas plantas habían sido dispersadas antes. Quizás inspirado por esa observación, un individuo emprendedor debe haber propuesto, plantar las semillas.

Esa revolución significó que los hombres pudieran producir suficiente comida para dejar atrás su antiguo estilo de vida de cazadores-recolectores.

Otro paso importante en el desarrollo del  bienestar humano lo realizará la acuicultura, la que fomentó el asentamiento  humano tanto como lo hizo la agricultura. Sería en Budj Bim en el sureste de Australia, en un  volcán inactivo, cuya lava seca dio forma a  una serie de canales, presas, muros y diques artificiales que pueden representar el sistema de acuicultura más antiguo de la humanidad. “Algunas formas de acuicultura, como la cría de peces y anguilas, (Anguilla australis) implicaron  la cría de animales, siendo ello un gran avance en la seguridad alimentaria. Después de todo, los animales son más difíciles de manejar que las plantas fijas, pero también son una mejor fuente de proteínas. Las granjas de acuicultura constituían el pilar de la dieta de los gunditjmara. En otras palabras, la acuicultura era el motor básico de su economía y su cultura.” Señala la historiadora  Chelsea Follett en su historia sobre el progreso quien agrega que “Su elaborado sistema de manipulación del agua para atrapar, almacenar y recolectar comida del mar de forma sistemática representa uno de los sistemas de acuicultura más antiguos del mundo”.

En 2019, la UNESCO declaró el paisaje cultural de Budj Bim como Patrimonio de la Humanidad, señalando que “la acuicultura actuó como base económica y social de la sociedad Gunditjmara durante [al menos] seis milenios”.

Habría muchos otros ejemplos para citar, pero es en la base del mundo moderno que impuso el progreso tal como hoy lo conocemos, serían los romanos con el desarrollo de los caminos y de los acueductos que hasta el presente se encuentran vigentes, quienes permitieron el crecimiento  tal como lo entendemos hoy. Al igual que la antigua grandeza de Roma, la economía actual se sustenta en el ingenio humano. Pero las maravillas tecnológicas de Roma, como los acueductos, se vieron amenazadas por los bárbaros que buscaban destruirlos y finalmente lo lograron.

Hoy, el concepto moderno de progreso también está bajo asedio. Algunos grupos, pequeños y muy activos buscan frenar  el desarrollo y el crecimiento.  Buscan reducir la producción de alimentos y la extracción de recursos naturales así como el desarrollo de nuevas y variadas energías menos contaminantes y todo lo que deriva de ello.

Igual que los ostrogodos que destruyeron los acueductos, esta nueva forma de regresión subestima el ingenio humano como nuestra fuente de prosperidad y levanta un ideal de vida inspirado en economías rurales  y de pueblos originarios  como el cambio de paradigma necesario para  combatir los problemas ambientales.

En la antigüedad, Roma floreció gracias a las extensas redes comerciales mediterráneas, el estado de derecho y la seguridad. Pero la vida romana no habría sido posible sin sus acueductos. Estos magníficos símbolos del ingenio y el progreso humanos trajeron agua a la ciudad, nutriendo a su población y siendo  un motor de su economía.

 Roma comenzó su largo declive en el siglo III. En el siglo VI, estaba sumida  en la decadencia. Así los ostrogodos invasores aceleraron el proceso de decadencia cortando los acueductos de Roma y finalmente capturando la ciudad. Avancemos hasta hoy y pensemos en  quienes promueven el decrecimiento y lo consideran  una consecuencia de una economía libre  que ha  traído más bienestar a la humanidad   y también mayores progresos al cuidado del medio ambiente como nunca en la historia. Ellos quisieran volver a una sociedad preindustrial.

Los ambientalistas sostienen que, para evitar el colapso ambiental, debemos reducir drásticamente nuestro consumo de alimentos y  energía. Imaginan un futuro en el que las economías se contraen, el uso de energía se desploma y los seres humanos adoptan estilos de vida más simples y consumen menos recursos. Si bien sus intenciones parecen razonables, sus propuestas son tan destructivas para las perspectivas de nuestra sociedad como lo fueron las acciones de los ostrogodos para la antigua Roma.

Opciones   que hoy vemos como los que proponen algunas expresiones del ambientalismo radical en Chile al oponerse a todo tipo de proyectos, desarrollando trabas en una permisología que ahoga la inversión y las posibilidades de crecimiento.

Se escucha  lo que se ha denominado la “contra revolución agrícola”. La que ya empieza a dar señales en Chile.  Una de sus premisas es que hay que alejarse  del modelo de producción de alimentos de bajo costo.

Hasta ahora, la historia del crecimiento económico ha demostrado que la alteración  de la tierra y los mares  a través del ingenio humano es mucho más útil que perjudicial para las perspectivas de bienestar humano. El suministro de nutrición per cápita, que se ha ampliado enormemente desde la revolución industrial, mediante el aumento de la producción agrícola, es un insumo necesario para el progreso tecnológico, científico y económico que ha mejorado la esperanza de vida humana.

 La agricultura hoy produce  más alimentos y de mejor calidad en menos extensiones de tierras que  en el pasado, y se complementa con  la acuicultura tanto en cantidad como en calidad de los alimentos, así como en función de la protección del medioambiente, al producir proteínas que no vienen de animales que contribuyen con sus gases al calentamiento global.

En Chile hoy la acuicultura produce el Salmón, proteína animal que requiere poco espacio para su crecimiento. Utiliza 28 veces menos espacio que la producción de vacuno, requiere 11 veces menos agua y sus emisiones son muchísimo más bajas. Esto sumado a lo saludable y exquisita que resulta su carne.

Es así como la Acuicultura se ha convertido “en el segundo producto de exportación de Chile, y gracias a la tecnología que permitió acotar los espacios utilizados para criar a los salmones, según señala un informe de Salmón Chile  hoy se puede obtener un recurso sustentable y respetuoso con el medio ambiente, transformándolo en una fuente de proteína clave en el futuro” agrega el informe de Salmón Chile.

Los centros de cultivo representan menos del 0.004% del mar patrimonial chileno. Además, menos del 0,01 % de los millones de hectáreas están bajo esquemas de protección y brindan cerca de un millón de toneladas de salmón a las personas. Esto quiere decir que, utilizando pocos recursos a nivel marino, se puede alimentar a un gran número de personas, lo que transforma al salmón en un recurso sustentable desde este punto de vista.

 Pero diversos grupos ambientalistas   quieren ver fuera del país a esta actividad. Estos grupos no valoran que el ingenio humano y la innovación tecnológica pueden resolver los mismos problemas que pretenden abordar. Los partidarios del decrecimiento pasan por alto la naturaleza dinámica del progreso humano. A lo largo de la historia, la humanidad ha enfrentado y superado numerosos desafíos. Al adoptar la innovación en lugar de retroceder ante el progreso, podemos seguir mejorando nuestra calidad de vida y al mismo tiempo abordar las preocupaciones ambientales.

Muchos de los  opositores a la salmonicultura en Chile quieren otro tipo de economía y se resisten al progreso tal como lo entendemos en el presente. Su modelo lo grafica un dirigente del mundo ambientalistas chileno al decir que “Los notables logros de muchos pueblos arraigados: culturas pacíficas y artísticas, profundamente espirituales, bajísimo o nulo nivel de entropía ambiental y de consumo de energía; eficaces medicinas naturales, selección genética de plantas y animales.  Todo basado en el principio de pedirle y extraerle a la “gran madre” lo justo y necesario. Con cuidado y respeto” ( Juan Pablo Orrego Orrego  Director de la ONG Ecosistema en “La tragedia del bosque chileno”).

Para entender los alcances de esta propuesta de para el crecimiento es muy interesante un libro al cual se accede on line “Decrecimiento: Vocabulario para una nueva era” financiado y distribuido por la Fundación del Partido Verde Alemán Heinrich Heinrich Boll, importante financista del  movimiento ambiental chileno, como las ONG Fima y Terram, y en el cual se señala que el “decrecimiento es un rechazo al espejismo del crecimiento”.

La visión de estos “decrecentistas” de un futuro con menor consumo  es un paso atrás, similar a los bárbaros que, al no comprender ni apreciar la civilización romana, sólo buscaban destruirla. Así, hoy nos encontramos con una especie de nuevos bárbaros  que levantan un verdadero sitio a la salmonicultura en Chile esgrimiendo razones ambientales  y levantando  sueños idílicos de una naturaleza intocada y un modo de vida  al estilo de una  sociedad rural   o el estilo de vida de los pueblos indígenas, condenando a esos mismos pueblos a la pobreza, a la mala salud, a una deficiente  educación y una pobre información. Omiten ellos que estas sociedades pre progreso    estaban dominadas por la escasez y la pobreza con todas sus consecuencias.  Es hora de des romantizar el pasado predesarrollo.

Escrito por: Carlos Martínez Farah, cientista político.