En plena pandemia por el Covid un profesor de historia y ciencias sociales de la Universidad de Magallanes, que anteriormente había logrado varios reconocimientos literarios en certámenes como “Magallanes en 100 palabras” y “Poesía del mundo rural” en sus ediciones XXIV, XXV y XXVI, publicaba un extenso libro de 269 páginas de recopilación histórica con una particularidad: el autor concentraba sus esfuerzos en describir minuciosamente las actividades relacionadas con el ámbito del arte y de la cultura en la entonces provincia de Magallanes a mediados del siglo veinte.
“Cuadernos artísticos-culturales de Punta Arenas tomo I año 1950” de Alexander Santander Olate, se circunscribe en un período que pocos autores e historiadores han analizado en profundidad. La época que sucede al término de la Segunda Guerra Mundial hasta los comienzos de la lucha que llevaron adelante autoridades, instituciones y los ciudadanos de Magallanes por recuperar los beneficios del Puerto Libre.
En ese lapso de diez años aproximadamente, 1946-1955, se inserta el estudio del profesor Santander, aunque en lo específico aborda el último año de la década del cuarenta y el primero del siguiente decenio.
A todas luces es un trabajo completo e interesante, porque aborda y describe sobre varios temas que caracterizaron la vida cultural en la Patagonia que podríamos ubicar perfectamente, en el área del Patrimonio, tanto material como inmaterial.
Por de pronto, el autor nos comparte detalles sobre las celebraciones de fin año del 1949; las presentaciones de la orquesta Benjamín Dibasson entre 1950 y 1955; algunas actuaciones de los concertistas Hugo Standke, y los pianistas Nino Gerkie y Armando Palacios; las llegadas al austro del conjunto de arte flamenco “Abanicos españoles” y de la compañía de espectáculos, “Ritmos y cantares de Chile”; la Embajada del humor”, “Voces y canciones de Chile” y la “Embajada de Manolo González”; “Voces y ritmos de España” y la “Revista española de Trini Moren y el niño de Utrera”.
Especial significación reviste en la investigación de Santander, seguramente por lo simbólico que implicó su proceso de construcción, la inauguración del Gimnasio Cubierto de la Confederación Deportiva de Magallanes (1944-1950). En el texto se nos asegura que hubo dos estrenos del coliseo. Uno extraoficial, acaecido el 4 de junio con la participación del circo nacional “New York” con 2.500 espectadores en sus graderías, y otro de carácter formal, acontecido como sabemos, el 15 de septiembre de 1950, que sirvió además, para dar comienzo a las tradicionales celebraciones de fiestas patrias que incluyó en el nuevo recinto, entre otras actividades, un concurso de cuecas y canciones del folklore chileno y un concurso literario llamado “Canto a la Reina”. En tanto, en el gimnasio “Ramón Cañas Montalva” ubicado al interior del regimiento Pudeto se contó con la actuación estelar de la actriz y comediante Ana González (La Desideria) y del conjunto folklórico “Los Quincheros”.
A nuestro juicio, uno de los puntos altos de la investigación del profesor Santander lo constituye el capítulo dedicado a revelar el origen de una de las fundaciones culturales más trascendentes que tuvo Magallanes. La denominada “Sociedad Pro Arte” organizada el 14 de octubre de 1950, tuvo entre sus creadores a numerosas y desinteresadas personalidades en la provincia. Autoridades civiles, militares y educacionales; periodistas y escritores; abogados, médicos y empresarios, decidieron impulsar un fondo común, con el objeto de “fomentar y divulgar el arte en sus diversas manifestaciones y facilitar la llegada de artistas a nuestra ciudad”. El autor nos sintetiza en su obra los principales números que actuaron en Punta Arenas entre 1950 y 1955, destacando entre otros eventos, la presentación en el teatro “Cervantes” de la soprano Blanca Hauser y el pianista Armando Carvajal; y en el teatro Municipal, del pianista Óscar Gacitúa y del Cuarteto de Cuerdas del Instituto de Extensión Musical de la Universidad de Chile, integrado por el violinista Enrique Iniesta, el 2° violín Ernesto Ledermann, Zoltan Fischer en viola y Ángel Cerutti, en violoncello.
De acuerdo al estudio de Santander, la Sociedad Pro Arte adquirió en Santiago, en febrero de 1953, un piano marca “Bechstein” n°129.400, para ser empleado por los artistas en su paso por Punta Arenas. Asimismo, se recuerda la estadía de un mes de la folklorista Margot Loyola, dictando conferencias y un curso sobre historia de la música chilena.
Otro aporte del libro es situar de manera cronológica el derrotero de algunos personajes, escuelas, medios de comunicación, revistas, bibliotecas en las estancias, y el funcionamiento de varias instituciones desaparecidas en el tiempo. Por ejemplo, el autor nos muestra la figura de Laura Rodig dirigiendo la exposición del 30 de diciembre de 1949, de la Escuela Vocacional N°50 donde los niños del taller de dibujo exhiben sus obras creadas según, la visión propia del entorno que les rodea. Al respecto, la escultora señala:
“Que el niño aprenda que la hombría no viene de la fuerza bruta, de jugar a la guerra, a los bandidos, a matar pájaros, y que la niña que pone tanta ternura en su muñeca de trapo ha de saber mejor tenerla, un día con su hijo verdadero, y que el joven adolescente pueda convertir su ocio mal consejero, expresando sus conflictos en agradable labor constructiva”.
“Cuadernos artísticos-culturales de Punta Arenas tomo I año 1950”, fue editada e impresa en Calafate Ediciones en Punta Arenas, en diciembre de 2020, consta de 100 ejemplares numerados, lleva una portada de Mauricio Bonacic Barría y una fotografía del autor, tomada por Cristian Espinoza Almonacid.