Una lastimosa y vergonzosa costumbre se ha tomado el quehacer de nuestra tan pobre clase política. Nuestros rostros criollos, más que generar orgullo en sus colectividades muchas veces provocan disculpas, o escenarios donde luego se deben arrepentir de lo dicho. Aunque la gran mayoría no lo hace públicamente.
En los últimos meses son varios, y de diversas tendencias ideológicas, los que han preferido agredir al que pregunta, analiza u opina, antes de profundizar en los grandes problemas que ellos mismos generan. Mejor pegarle al mensajero, y no preocuparnos del mensaje…
El famoso refrán de que cuando no gusta el mensaje se mata al mensajero, conlleva un claro y potente problema, para bien en todo caso: Y es que matando al mensajero la noticia no cambia. Es por esto que esta actitud suele darse en personas poco o nada inteligentes, o sencillamente con un impulso populista que busca acaparar atención o ponerse a la altura de quienes no deben ponerse. Porque además, los roles son absolutamente distintos. Unos son elegidos para trabajar en la solución de los problemas de las personas y se les paga con nuestros dineros para que avancen en dichas soluciones. Otros, tenemos el rol de servir de puente en términos comunicacionales para dar a conocer esos problemas y su falta de respuestas.
Las y los políticos se han ido creyendo el cuento de que también cumplen ese rol. Que son comentaristas de lo que pasa, que su obligación es recorrer medios diciendo lo que piensan y les gustaría hacer. Pero finalmente poco y nada hacen para lo que realmente fueron contratados. Copian formatos de la mala política que se hace hoy en día, y pretenden importarla a nuestras tierras como si fuéramos todos ignorantes y no entendiéramos lo mal que lo hacen.
Hace unos días, el presidente regional del PPD, Roberto Vargas, cometió la irresponsabilidad y el desatino de responder a una pregunta con un ejemplo mal intencionado y lleno de falta de criterio. Intentó comparar a su amigo vocero de Gobierno, Andro Mimica, y sus faltas a la verdad y no pago de impuestos y derechos laborales de trabajadores que había contratado, con este periodista y su decisión de postular de manera independiente a consejero regional. Fue más allá, en el desatino quiso colocar sobre la mesa la mentira de que este periodista tenía cheques protestados en ese momento, y que sería la misma situación comparativamente.
En ese caso, el ejemplo premeditado aparte de ser falso, estaba lleno de intenciones para callar al mensajero, y no el grave mensaje de que la amistad le hace pésimo a la política, y que su ceguera de seguir defendiendo la irresponsabilidad de Mimica y los costos que sigue provocando, la llevó adelante con otra irresponsabilidad. Bajo y fuera de lugar.
Lo invitamos a nuestra casa a comer, y nos terminó escupiendo el plato…
Otro caso. El consejero Alejandro Riquelme se ha preocupado de decir en cuanto medio pueda que este periodista lo tilda de homófobo, de que no se le invita a nuestros programas, de que tiene problemas con quien escribe estas líneas, tratando de comparar un par de años en la política con más de treinta años de cobertura del ámbito político regional y nacional.
Su rol no es comentar, si no que trabajar para lo que fue contratado por sus votantes. El mentir sobre quienes analizamos desde nuestra tribuna lo que podría hacer bien o mal, es seguir matando al mensajero y no preocuparse del mensaje. Jamás se ha hablado de manera personal de él, solo de su gestión como autoridad. Pero es muy conveniente ocupar los espacios para desparramar odio, y escapar de las invitaciones a que confronte las verdades, y no sus inventos.
El caso de la diputada Javiera Morales es similar. No le gusta que la critiquen o que le hagan preguntas que la pongan entre la espada y la pared. Su formato se fue diluyendo con el tiempo y hoy pareciera una férrea defensora de todo lo que dicen sus compañeros desde Santiago más que lo que se está haciendo a nivel local. Hace unas semanas, al ser consultada por la valoración de los partidos políticos y la poca participación de los mismos respecto de sus militancias, la diputada también sacó a colación nuestra candidatura a consejero regional de hace más de tres años. No yendo al punto en cuestión, si no que tratando de enlodar la conversación y minimizar la crítica, ó sencillamente echar por tierra la opción de analizar en serio lo que muchos hablan pero otros quieren callar, o hacerse los desentendidos.
Quiero dejar constancia en todo caso, que la experiencia de ser candidato, es extraordinaria. Sobretodo cuando la gente te apoya y logras acompañamientos transversales. Pero ante todo, como un conocimiento que no muchos logran adquirir. A los periodistas, estos escenarios nos hacen obtener más contenidos, y entender muchas veces todo lo que sucede en el mundo de la política. Pero lo más importante, de las necesidades y visiones que tiene la sociedad en su conjunto.
Dicho esto último, los tres ejemplos citados nos dan cuenta de un infantilismo y en algunos casos mala intención, para que no haya más incomodidad en las entrevistas o conversaciones. Es claro que lo que se busca es amainar la profesión u oficio de contar y preguntar lo que la gran mayoría de las personas quiere que se cuente o pregunte.
¿Estos malos ejemplos son la nueva manera de hacer política?
Estoy seguro de que no. Y el tiempo nos dar;a la razón sin lugar a dudas.