Primero agradecer la incorporación que gentilmente Mauro Vidal ha permitido a este magallánico para opinar sobre temas importantes para nuestra región de Magallanes, espero mis notas, puedan ser del interés de los magallánicos, lo que me ha motivado a retomar el emitir opinión, solo pretendo colaborar al respeto y consideración para quienes tenemos convicciones políticas, sin importar el lugar en el que nos ubiquemos.
No es posible opinar sobre el devenir político regional sin aclarar que similar a lo que pasa en el resto del país, existe hoy un clima de violencia verbal inusitado y descalificatorio que tristemente nos recuerda los hechos lamentables a los que llevó la política chilena a principios de los 70 y de ello lamentablemente hay responsabilidades universales, hoy son tantos los hechos de corrupción, conductas inapropiadas de políticos, la inseguridad galopante que día a día estamos observando, por ello justificadamente la ciudadanía tiene razones en mantener una desconfianza total en la política y la justicia, acciones políticas nobles son prácticamente inexistentes, esto no es sinónimo que todos los incumbentes de estos temas sean elementos negativos, simplemente la aplastante realidad, no permiten percibir lo positivo, lo que frustra más a los ciudadanos.
Solo por nombrar algunos, El Caso Convenios, la telenovela del Señor Hermosilla y sus contactos ambidiestros, o cuando nos hemos enterado que la máxima autoridad de la policía civil estaba dedicado a alertar a los delincuentes de las acciones de las investigaciones en curso, el desastre económico en múltiples municipios de diferentes signos, la cantidad de asesinatos diarios, bandas completas al interior de nuestra policía uniformada, asaltos a empresas de manejo de dinero con delincuentes instalados a cargo de las llaves de las bóvedas, parlamentarios acusados de influir en votaciones financiados por beneficiarios de las leyes, Notarios y Conservadores de bienes raíces nominados por parientes, con esto, resulta casi imposible defender la actividad política frente a la comunidad que con motivos de sobra pone a todos en el mismo saco.
En este torbellino de corrupción quienes más se benefician son los que aparecen como jueces supremos y comienzan a catalogar a todos de corruptos e inmorales y ellos imparten juicios y descalificaciones, cuando basta un pequeño esfuerzo para descubrir malas prácticas en sus habituales actividades, como por ejemplo en los últimos días nos enteramos de un prócer de la transparencia que a través de un programa radial regional repartía clases de honestidad.
Para terminar solo una reflexión, en la crisis de principios de los setenta, no recuerdo que esa nefasta situación tuviera adicionalmente una crisis de corrupción como en la actualidad, solo preguntar: ¿Estamos peor?