La caída del Bi ministro Rolf Lüders llevó a la Dictadura cívico militar a un cambio momentáneo en la conducción de la política económica. En su reemplazo asumió la cartera de Hacienda el Ingeniero Comercial de la Universidad Católica de Valparaíso, Carlos Cáceres Contreras.
Era un hombre cercano a las ideas gremialistas que propiciaba Jaime Guzmán; liberal en lo económico y conservador en lo político y en lo valórico. Se había perfeccionado realizando dos Masters en las prestigiosas universidades de Cornell y Harvard en Estados Unidos. Se desempeñaba como presidente del Banco Central cuando recibió la llamada del general Pinochet para que asumiera como Ministro de Hacienda.
Cáceres renegoció la deuda interna y externa del país; además, determinó un incremento al impuesto de las gasolinas y un plan especial de venta de viviendas hasta agotar stock. Sin embargo, la recesión económica fue en aumento en el verano de 1984. Presionado por las protestas pacíficas masivas del año anterior, el gobierno decidió iniciar una apertura política. En ese escenario, Pinochet nombró el 22 de abril de 1984 al antiguo dirigente del radicalismo, Luis Escobar Cerda, como nuevo titular en Hacienda.
El nuevo jefe del área económica era un profesional de probada experiencia. Contador e Ingeniero Comercial de la Universidad de Chile, había obtenido un Master en Administración Pública en la Universidad de Harvard. Escobar fue uno de los cuatro políticos que el Partido Radical cedió al gobierno de Jorge Alessandri en 1961 para que colaboraran con sus conocimientos técnicos y manejo político, en un plan para la reconstrucción de la zona sur del país, devastada por el terremoto y maremoto del 22 de mayo de 1960, en instantes en que apremiaba la situación económica.
A diferencia de todos sus predecesores, Escobar Cerda propuso en los escasos meses en que estuvo en el cargo, una serie de medidas que hicieron presagiar una vuelta a una economía parcialmente dirigida por el Estado. Sin embargo, al interior del régimen se escucharon voces que presionaron para que se retornara a una conducción más abierta de la economía, pero sin caer en los extremos ni en las recetas ultra liberales de los Chicago Boys.
De esta manera, comenzó lentamente a perfilarse el nombre de un funcionario que había trabajado en la sombras para consolidar el modelo de apertura hacia el libre mercado por lo menos, desde 1975.
Ingeniero Civil con mención en Minas de la Universidad de Chile, con un Master en Economía en la Universidad de Columbia, en Estados Unidos, mucha gente al interior del aparato público ignoraba que Hernán Büchi Buc había simpatizado en su juventud con las ideas del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR).
Después de especializarse en Nueva York, Büchi ingresó al Ministerio de Economía donde se desempeñó como consejero, siendo uno de los principales asesores de José Piñera Echenique en la elaboración del Plan Laboral y en la conformación del sistema de pensiones basado en la capitalización individual, reunidas en la Asociación de Fondos Previsionales (AFP).
Büchi fue nombrado en 1981 subsecretario de Salud. En este período tuvo un papel primordial en la redacción de todo el sistema que regula el sistema privado de seguros de salud (Isapres). Más tarde, en agosto de 1983 fue designado como Ministro de la Oficina de Desarrollo y Planificación (ODEPLAN) y luego de un breve paso como Superintendente de Bancos e Instituciones Financieras, recaló en Hacienda el 12 de febrero de 1985.
En primera instancia Büchi no respondía al perfil típico de un economista clásico. Por ejemplo, el experimentado periodista Darío Rojas dedicó una investigación sobre el personaje que plasmó en el libro “El fenómeno Büchi”, en que se pregunta: ¿Quién es ese ministro peinado a lo “príncipe valiente”, que en las ceremonias más solemnes usa bototos amarillos raídos en la punta, le incomoda la corbata, trota 15 kilómetros diarios, escala cerros, practica ciclismo y otros deportes?
En rigor, Büchi tampoco era un teórico de la economía, como un De Castro, un Cauas o un Lüders. Su visión era esencialmente práctica. Abogaba por la necesidad que Chile tuviera una economía abierta al mundo. Consideraba prioritario la reducción del gasto fiscal, unido a favorecer las inversiones y la reducción de los impuestos a las empresas. Pensaba que las tasas de interés debían ser controladas por el Banco Central y no por el mercado, medida que lo diferenciaba de los Chicago Boys. Bregaba incansablemente por estimular el concepto del ahorro en los consumidores.
Büchi afirmaba que siendo Chile uno de los países más extensos del mundo (desde Arica a la Antártica) era imposible que resistiera una economía planificada por el Estado, porque sería inevitable la aparición de la especulación y del mercado negro.
Por otra parte, estimaba que el país tenía la obligación de exportar no solamente cobre. De ahí, que una de sus primeras medidas, fue promover el desarrollo de la industria salmonera, de la maderera y la forestal.
Con Büchi se inició la era de las privatizaciones de las grandes empresas del Estado que posteriormente, adoptaron otros países de América Latina.
En este sentido, analistas de todas las tendencias ideológicas coinciden en señalar, en que la base del modelo económico implementado desde 1985 con sus aciertos y errores, (independiente de los gobiernos de turno) es el que rige hasta nuestros actuales días, la forma de vida de los chilenos.