En época de elecciones los pequeños detalles pueden llegar a transformarse en marcas indelebles en la mente de los votantes. Así lo entienden los propios candidatos y sus equipos de campaña, que manejan al dedillo el abecé del marketing político.
En la recta final de los comicios generales del próximo domingo, el árbol de Gabriel Boric es un ícono visible y palpable de su aspiración de llegar a La Moneda, para desde allí proyectar un gobierno transformador y progresista.
Algunos tildaron de niñería su acción de adentrarse en el follaje de uno de los cipreses puntarenenses, tan característicos de la hermosa capital de la Patagonia austral, y escalar hasta asomarse por lo más alto de su ornamentada copa.
Otros sabemos que los jóvenes magallánicos -y también adultos- suelen reunirse ahí en búsqueda de la tranquila y segura intimidad que les proporcionan los enmarañados árboles.
Recuérdelo, ese ciprés, el de Boric, está llamado a ser un punto turístico de la ciudad, tal como lo es el puente Cau Cau en Valdivia. Una rareza, si así lo quiere ver, pero que los turistas sabrán valorar.
En la otra vereda, el candidato de la ultraderecha ha defendido a rajatabla que se refieran a él como José Antonio, no José y menos Pepe.
Aunque no lo parezca, la petición de Kast Rist no es antojadiza ni inocente.
Juntos, como un apelativo, sus dos nombres retrotraen a la persona del abogado y aristócrata español José Antonio Primo de Rivera y Sáenz de Heredia, tercer marqués de Estella, fundador de la Falange Española, el movimiento fascista que le dio sustento a la dictadura de Francisco Franco.
A comienzos de la década de 1930, José Antonio radicalizó su accionar violento contra la República, luego de visitar en Roma a Benito Mussolini y tras la asunción, en enero de 1933, de Adolfo Hitler como canciller de Alemania.
Ambos hechos convencieron a Primo de Rivera de que el fascismo era el camino más útil para construir un Estado auténticamente nacional y contrarrevolucionario.
La participación de la Falange en la asonada golpista contra el Frente Popular que gobernaba la península ibérica, que desembocó en la Guerra Civil de 1936, motivó que su líder fuera enjuiciado, condenado a muerte y fusilado ese mismo año.
De ahí en adelante fue considerado un mártir por la ultraderecha española y elevado a los altares del conservadurismo extremo.
En consecuencia, no debiera extrañar a nadie los fuertes lazos que unen al Partido Republicano chileno con Vox, heredero natural del falangismo y franquismo.
Ya no es un secreto para nadie la conformación de una trasnacional fascista, que se ha hecho fuerte en Europa, América y algunos países de la ex Unión Soviética, donde su fuerza electoral ha crecido sobre la base del miedo a los inmigrantes, al comunismo y al reconocimiento de los derechos de las minorías étnicas y sexuales.
Desde la irrupción de Vox en la política española, la ultraderecha chilena está muy pendiente de sus estrategias y avances, tanto que hace algunos días cinco constituyentes de ese sector mantuvieron un encuentro vía Internet con la presidenta de Vox Madrid, Rocío Monasterio.
“Vox es un movimiento que creció en un ambiente hostil, análogo al que afrontamos nosotros dentro de la Convención Constituyente y su experiencia puede ser muy valiosa para nosotros”, dijo Teresa Marinovic, una de las coordinadoras del encuentro virtual.
En tanto, su par Rocío Cantuarias admitió que la experiencia de la extrema derecha española es “aplicable en el proceso constitucional chileno” y que les permitirá “salir menos mal” de la experiencia actual.
Ambas son cercanas al Partido Republicano, liderado por el candidato a presidente José Antonio Kast, quien tampoco pierde oportunidad para aplaudir a sus socios españoles, herederos naturales de la doctrina reaccionaria del otro José Antonio.