Por Claudio Andrade
Aquí es donde el analista habla del futuro y no del presente.
Pero el ejercicio será inverso porque el futuro ya llegó, parafraseando a Los Redonditos de Ricota; o, citando al sociólogo chileno Javier Ruiz, “vivimos en un presente alargado”.
¿En que consiste ese futuro por aproximación inmediata? En que muchas de las utopías que imaginamos hace 10, 20 o 30 años, los 80, los 90 y el principio del nuevo siglo, están con nosotros.
Nos resulta lógico pedir comida a través de una APP. También cotizar una cámara fotográfica entre Punta Arenas y Santiago para terminar evaluando la posibilidad de traerla directamente desde Estados Unidos sin costo de transporte.
Nos tienta la idea de adquirir un hotel chino prefabricado que se vende en la web y podemos levantar en días en el patio de nuestra casa en Magallanes. ¿Por qué no? Alibaba los tiene.
En el terreno político, elegir digitalmente o, al menos, en la memoria digitial a nuestra candidata o candidato a alcalde, constituyentes o concejales, no es una acción extraña. Lo hacemos no de una vez y para siempre si no cada jornada. Cada hora o cada minuto. Esto ya depende de los algoritmos que contraten los candidatos y de nuestra vocación por estar atados al celular.
Los celulares de gran parte de la población son más potentes que las computadoras que se utilizaron para llegar a la Luna por primera vez. Son mucho más potentes que las computadoras que usábamos hace 3 años, 2 años, 1 año.
Si hace 5 años el lente de nuestro celular podía hacer excelentes fotos, hoy es capaz de filmar películas. Y el término “filmar” está bien utilizado porque la calidad del grano en la imagen es la de un film.
Entonces nuestra primera relación afectiva y efectiva va siendo la que tenemos con el aparato y con lo que el aparato nos presenta. Suena oscuro, pero, en verdad, es simplemente la proyección de la mente humana.
Los celulares son unidades de inteligencia artificial de uso común. Un día nos podrán salvar la vida midiendo nuestras pulsaciones, colesterol y presión. ¡Ah! ¿Ya lo hacen? Disculpen, como verán aquello también es pasado y presente alargado.
Estas elecciones se definen en el celular. Y en Magallanes son las primeras elecciones que se perfilarán en las redes sociales. Sean estas Facebook, Instagram, Twitter o Whatsapp. Hablamos de redes de intercomunicación.
Los candidatos que mejor lo hicieron en este campo, mejores resultados tendrán. Y en más de un caso, quien leyó con mayor claridad esta partitura social, inclinará la carga electoral a su favor. O sea ganará.
¿Exagero?. Hace 10 años la respuesta hubiera sido si. Pero el futuro ha llegado y está sentado a nuestra mesa.
Por supuesto, no invalida el trabajo de campo y el prestigio de una carrera política. Pero se sitúa como un tercer elemento poderoso.
Hablemos de Magallanes. En 2020 la región tenía el segundo lugar en porcentaje de usuarios de internet con un 85,8%, por debajo de Santiago con un 87,5%. Esto en un país super conectado que exhibe a un 80% de su población conectada, según datos de la Fundación País Digital. De acuerdo a datos de la misma organización desde 2013 más de 5 millones de personas de 5 años o más se sumaron a la red.
Pensemos en términos de impacto generacional. Los que hace una década tenían 10 años hoy cumplen 20 y los de 20 unos 30 años. Es una década de vinculo brutal con internet y los contenidos digitales. Es una década de estar en relación con robots digitales, con algoritmos que imprimen calor a sus vidas y ofrecen opciones “amables”. Una década en la que se subrayó la amistad hecha y derecha de las personas con Facebook, Instagran, Netflix, Spotify.
Estas plataformas saben lo qué nos gusta y lo que no y algunas ya se han enterado de dónde queremos pasar nuestra vacaciones. Ni siquiera se necesita teclear “Brasil” en nuestra computadora de escritorio. Basta con comentarle a un amigo. Con hablar un poquito fuerte desde la cocina con el celular dejado por allí: “¡Que lindo Brasil amor”. Con mirar una fotografía de Brasil y que la cámara del celular lo capte al pasar.
Con eso alcanza. Resulta que cada vez que bajamos una aplicación le otorgamos el permiso de grabar y escuchar y conservar nuestra actividad: nuestra voz y conversaciones, gestos, acciones físicas.
Lo hemos consentido. Lo firmamos digitalmente hablando.
El futuro no es un ente en el futuro, no es un organismo a medio terminar que un día será.
El futuro en el siglo XXI nos interpela hoy mismo y con esa carga millones de personas irán a votar hoy.
Votarán, acaso sin saberlo bien, con el mañana ubicado en la parte de atrás del camino a recorrer.