“Señor Salvador Allende
Presidente de la República de Chile
De mi mayor consideración:
Me dirijo a Ud. con el propósito exclusivo de hacerle llegar mi adhesión a Ud. y a los hombres que lo acompañan en la ciclópea y sagrada misión de liberar a Chile.
Con las primeras noticias bastante sombrías, me apresuro a hacerle llegar mi admiración y felicitarlo por las medidas que pueda tomar en contra del poderoso caballero don dinero, que compra a tanta gente.
Sin otro particular reciba un fuerte abrazo”.
La carta, escrita a mano, fechada el 3 de septiembre de 1973, en Buenos Aires, la firma Antonio Orlando Vaca, un ciudadano argentino común, que ocho días antes del golpe que derrocó al gobierno de la Unidad Popular le escribió al mandatario chileno para manifestarle su solidaridad por la tarea histórica que llevaba adelante. En el sobre, al lado de las estampillas y del nombre del jefe de Estado, escrito con tinta roja, se lee: “Falleció”, y se ordena devolver la carta al remitente.
Cito esta misiva, una de las muchas que se conservan en el archivo presidencial, pues grafica vívidamente el ambiente enrarecido y tóxico de esa época, muy parecido al que se respira por estos días en nuestro país, donde las fuerzas políticas de oposición y oficialismo no logran consensuar aspectos mínimos que faciliten la convivencia democrática.
Han transcurrido cinco décadas del quiebre institucional y todo indica que los actores de ahora, al igual que los de ayer, no han aprendido nada del dolor que provocó el derrocamiento de un gobierno legítimo, ni de las secuelas de las arbitrariedades, torturas, desapariciones y muertes ocurridas, que incluso hoy no permiten que el cuerpo social recupere la salud quebrantada.
Este domingo, en el programa Mesa Central de Canal 13, la expresidenta Michelle Bachelet le pidió a la derecha, específicamente al Partido Republicano, proteger la democracia, pues en nada contribuye con sus declaraciones incendiarias y su intransigencia.
Asimismo, advirtió que “hay ahí algunas personas con sentimientos antidemocráticos, y otros no, es lo que se puede extrapolar de sus declaraciones. Pienso que si quieren aspirar a gobernar deben proteger la democracia y participar en esta mirada donde uno reafirma que el valor principal es la democracia, y no se puede resolver violentamente”.
Bachelet, quien vivió al igual que sus padres el rigor de la cárcel y la tortura, es una de las voces que se han escuchado las últimas semanas llamando a moderar el lenguaje y a no seguir intoxicando la política con acciones y frases incendiarias que parecen aumentar mientras más nos acercamos a una nueva conmemoración del “11”.
Más que un eslogan, el “nunca más” debe ser una convicción profunda que permita frenar la acción de sectores políticos que justifican el uso de la fuerza y las armas como un método válido para imponer ideas totalitarias, aunque ello implique torcer la voluntad ciudadana expresada en las urnas.
En esa misma línea, el actual secretario general del Partido Socialista, Camilo Escalona, manifestó estar convencido de que el pueblo chileno rechaza absolutamente la barbarie que se produjo tras el golpe y que no la justifica de ninguna manera: “Yo creo que en Chile hay una profunda convicción de que esos hechos fueron una tragedia nacional completamente injustificable y que no se debe repetir de ninguna manera”.
Así sea.