Claramente, en los últimos años se nos ha construido un castillo de ilusiones en base a la industria del hidrógeno y las promesas que se han implantado en un par de medios de comunicaciones, o más bien donde les gusta hablar a algunas ejecutivas o ejecutivos en nombre del gremio, o de sus propios proyectos de inversionistas extranjeros. Ese interés por el combustible de hidrógeno como alternativa prometedora a los combustibles fósiles, se ha presentado como fuente de energía limpia y abundante.
Sin embargo, como cualquier otra tecnología, dicho elemento también tiene sus limitaciones de las que poco y nada se habla. Por poca claridad o por conveniencia. En todo caso dan lo mismo las razones, ya que lo importante es colocarlas sobre las mesa, a lo menos algunas.
El hidrógeno es un gas difícil de transportar en grandes cantidades, de forma económica y segura, y los volúmenes de almacenamiento requieren de su compresión a 700 veces la presión atmosférica o enfriarlo a – 253 ˚C. Producto de lo anterior, los tanques de transporte deben ser especiales para evitar el debilitamiento que se produce en muchos metales y el riesgo de fugas. A todas luces, una limitación que afecta en especial al transporte marítimo del hidrógeno, una de las opciones destacadas para el transporte de hidrógeno verde a largas distancias.
Por lo mismo, una solución a este punto pasaría por la conversión del hidrógeno verde a amoniaco. Así entonces, se pretende combinar el hidrógeno con el nitrógeno para obtener amoníaco, para el cual ya existen barcos para transportarlo y al mismo tiempo se puede usar como combustible de forma directa.
Según los especialistas, el hidrógeno suele ser seguro si se manipula correctamente. Es un gas muy inflamable que requiere un trato y un almacenamiento cuidadosos. Las fugas accidentales pueden provocar riesgos de combustión o explosión. Resolver los problemas de seguridad y garantizar el uso seguro del hidrógeno o en su consecuencia el amoníaco, es crucial para su aceptación como fuente de energía general. Pero todo aquello también debe hablarse cara a la ciudadanía.
Y quizás sea solo yo, pero poco y nada he visto en medios de comunicación. Menos aún en los predilectos de la industria, o mejor dicho de las avanzadas de periodistas de Santiago que semana a semana vienen a ofrecernos algunos temas relacionados con el hidrógeno.
Lo de las agencias de comunicaciones que asesoran a los proyectos de hidrógeno en Magallanes da vergüenza ajena… Desconectados, sin conocer a quienes deben conocer. Sencillamente sin comprender quién es quién y cómo se avanzan las cosas a nivel local. Pero «la culpa no es del chancho, sino de quien le da el afrecho».
Nada que hacer si quienes deben hablar no conocen que a través de un zoom se puede dar una entrevista aunque uno esté en Santiago o en cualquier lugar del mundo. Esa respuesta que apunta a que no se puede conversar con un medio de comunicación porque se tiene un viaje, es decirle «no quiero hablar contigo». Hoy la tecnología da para mucho más que eso. Y más debieran saberlo los cerebros del hidrógeno en Magallanes…
Pero sigamos:
El hidrógeno, en comparación con los combustibles fósiles tradicionales, tiene una red de distribución limitada. La distribución de hidrógeno se encuentra en sus primeras etapas, con sólo unas pocas estaciones de servicio disponibles en el mundo. La falta de una red completa puede impedir la adopción generalizada del combustible de hidrógeno y limitar su accesibilidad.
Asimismo, la infraestructura que se necesita es fundamental. La construcción de las instalaciones de producción, los tanques de almacenamiento y las redes de distribución necesarios requieren una inversión considerable, y los valores para la producción del hidrógeno son altos según los expertos. Se requieren avances tecnológicos significativos y aún nada de aquello se logra ver.
Finalmente, para todo lo anterior, es trascendente la planificación de las ciudades y pueblos de la región. Si llegaran a aprobarse en los próximos años alguno de los proyectos de los que se habla por estos días, la cantidad de población aumentaría considerablemente, por ende las necesidades serían aún mayores. Ni hablar de la salud, la educación y el transporte. O la cantidad que se va a necesitar en términos de almacenamientos de alimentos para cubrir la demanda de una cantidad de gente mucho mayor a la que se registra hoy en día. Los caminos, las vías para transportarse de un lugar a otro dentro de Magallanes, o al interior de sus ciudades. Lugares que ya están colapsados sin siquiera el levantamiento de un solo palo relacionado a una supuesta nueva industria.
E insisto… quizás sea solo yo, pero poco y nada he visto en medios de comunicación. No hemos escuchado a ninguna autoridad plantear cómo se avanzará en esos temas. Cómo se piensan las ciudades a futuro, y cómo viviremos los magallánicos en cinco, ocho o diez años más de hacerse realidad los sueños de unos pocos.
La mirada trunca y porfiada en términos comunicacionales sobre cómo se está moviendo la industria solo demuestra que los intereses pareciera que van hacia un solo lado.
Si reconocemos y hablamos sobre estos inconvenientes se podría impulsar el desarrollo de la industria entre todos, convirtiéndola en una alternativa viable y con un esperanzador futuro.
Pero entre todos, no entre unos cuantos…