Historia Municipal de Magallanes. Parte II. [Por Víctor Hernández Godoy]

4 de agosto de 2024

Uno de los primeros problemas que debieron resolver los integrantes de las comisiones de alcaldes, tuvo que ver con las complejidades y entramados legales propios de una organización creada en primera instancia, para obtener y resguardar recursos. Hasta las celebraciones del centenario de 1910 por la proclamación de la primera junta de gobierno, habían prestado servicios como abogados Camilo Feliú, Francisco González, Nibaldo Sanhueza, Ignacio Anguita y Enrique Rengifo.

Entre 1896 y 1907 se dictaron la mayoría de las leyes de contribuciones, las cuales se aplicaron en el territorio hasta la creación de la Tesorería General de la República, en los inicios del primer gobierno de Carlos Ibáñez del Campo.

En julio de 1907 se fundó la Biblioteca Municipal, llamada con el tiempo, Gabriela Mistral, que fue en su momento, el centro de documentación más importante de Punta Arenas. En esos primeros años, se elaboraron también, la mayoría de los reglamentos que regularon las diferentes actividades en la ciudad y que tuvieron vigencia, por lo menos, hasta la entrada en rigor de la nueva ley de municipalidades, esto es, en 1992.

Casona ubicada en actual calle José Menéndez, donde se ubicaron varios servicios municipales: biblioteca, tesorería y la dirección de obras.

Gran parte de las oficinas y servicios con que cuenta actualmente, la municipalidad de Punta Arenas fueron inaugurados en la primera década de funcionamiento de la comisión de alcaldes. Al principio, la tesorería municipal sólo se ocupaba de percibir las rentas y de su inversión posterior; sin embargo, cuando se hizo efectivo el servicio de agua potable y desagües, se requirió conformar una oficina de administración económica en consideración, a que las entradas que producían estos servicios debían ser abonados al Banco anglo Sud Americano, a causa del préstamo brindado por esta institución financiera para la realización de las obras; además, el 11 de febrero de 1908 se promulgó la ley N°2.085 que estipulaba la confección de una estadística de los egresos e ingresos en tesorería, los que debían publicarse en algún medio de información escrito para que la comunidad supiera en qué se utilizaban los recursos.

Uno de los departamentos más importantes al que prestaron atención todas las comisiones de alcaldes de esta primera época, fue la Oficina de Obras Municipales, que tiene su origen, durante el mandato de Manuel Señoret cuando comenzó a edificarse el edificio de la Gobernación frente a la Plaza de Armas Benjamín Muñoz Gamero. El 14 de mayo de 1898 se creó el cargo de director de obras, encargado del arreglo de calles, de los trabajos de pavimentación, alcantarillado, de atención de los caminos rurales y de la construcción y reparación de puentes, aunque, después de la inauguración del servicio de agua potable y desagües en 1906, se hizo absolutamente imprescindible contratar más personal y habilitar nuevas oficinas anexas.

De acuerdo con la información entregada por el médico Lautaro Navarro Avaria en su “Censo General del territorio de Magallanes” (1908) el primer director de obras municipales en calidad de interino, fue el arquitecto Antonio Allende secundado por Federico Zamora. En julio de 1899 fue contratado el ingeniero italiano Miguel de Polo, quien levantó un nuevo plano de la ciudad, utilizado más tarde para comprobar los análisis de provisión del agua potable.

De Polo fue remplazado por el arquitecto francés Antoine Beaulier, quien estuvo al mando de obras hasta el 26 de noviembre de 1901. En su lugar, asumió en forma oficial, Fortunato Ciscutti el 15 de junio de 1903, el que luego de servir como ayudante y secretario durante varios años, realizó una encomiable labor como director de la unidad en el desarrollo urbanístico de Punta Arenas.

Uno de los primeros problemas que tuvo que enfrentar la dirección de obras, fue la pavimentación de la ciudad. Para 1908 el plano regulador indicaba que de un total, de 47.50 kilómetros de calles, sólo 12 kilómetros estaban pavimentadas con piedra de rio.

La numeración de los domicilios fue un dolor de cabeza permanente para la dirección de obras, porque se carecía de personal para medir las distancias entre una casa y otra. En el verano de 1908 se aprobó finalmente, un plan general para numerar las habitaciones, independiente de la extensión que fuera adquiriendo la ciudad.  

La denominación de las calles fue otro motivo de discusión entre los integrantes de las comisiones de alcaldes. El gobernador Señoret insistió para que se llamara Pérez de Arce a una arteria del Barrio Sur, como una forma de agradecimiento a un funcionario jefe del ministerio de Tierras y Colonización, que priorizó la atención y solución de los asuntos regionales. El 22 de febrero de 1899 se decidió que, en recuerdo de la visita de los presidentes de Chile y Argentina, Federico Errázuriz Echaurren y Julio Argentino Roca, las antiguas calles Coquimbo y Concepción, pasarían a llamarse Errázuriz y Roca, respectivamente. A su vez, el 1 de junio de 1903 se acordó que, como una forma de rememorar la visita de los buques de guerra de Argentina y de Brasil, “Buenos Aires” y “Almirante Barroso”, la calle sur de avenida Independencia entre 21 de mayo y playa se llamaría Brasil y la arteria norte Argentina. Del mismo modo, el 15 de febrero de 1907, la calle Valparaíso pasó a denominarse Pedro Montt.

Si bien, para 1910 la basura todavía se arrojaba al mar, en el sector llamado Playa Norte, Punta Arenas en cambio, se ufanaba de ser la primera ciudad del país en contar con alumbrado público, servicio que se obtuvo cuando accionistas de la ciudad constituyeron la “Compañía de luz eléctrica de Punta Arenas”, la cual, con apoyo técnico de la Comisión de Alcaldes, estrenó la luz eléctrica en algunas casas particulares, el 17 de septiembre de 1898. Los estatutos de la empresa fueron aprobados por La Moneda el 20 de marzo de 1907. En este sentido, Porvenir no se quedaba atrás: el 1 de abril de 1900 inauguraba su servicio de alumbrado público a petróleo, a cuenta municipal.  

Escrito por: Víctor Hernández Godoy, historiador, columnista.