En las elecciones presidenciales del 11 de diciembre de 1993, el conglomerado oficialista logró una votación histórica. En Magallanes, el candidato Eduardo Frei Ruiz Tagle se impuso holgadamente a todos sus contendores: obtuvo el 60,94% derrotando a Arturo Alessandri que sólo alcanzó poco más del 22%, a José Piñera con 6.6%, Manfred Max Neff con 5.4%, Eugenio Pizarro con 3.8% y Cristián Reitze con el 1%.
Fue el mayor triunfo electoral de la Concertación en una elección presidencial marcada por un hecho no menos pintoresco. Frei Ruiz Tagle era hijo del ex presidente Frei Montalva, mientras que Alessandri Besa era nieto de quien fuera dos veces presidente de Chile, Arturo Alessandri Palma, el popular “León de Tarapacá”.
Como antesala a la asunción del mando, el verano de 1994 estuvo marcado por un hecho que sorprendió a millones de chilenos. Nos enteramos que un oscuro ejecutivo llamado Juan Pablo Dávila, hacía “negocios a futuro” en la mayor empresa estatal, Codelco. El caso causó revuelo, porque nunca se había escuchado que en una institución del Estado se hicieran negocios con privados. Se incubaba la idea de fraude y de corrupción en la administración pública, que sería una tónica en las décadas siguientes.
El caso Dávila impulsó además, una serie de investigaciones periodísticas que en el último cuarto de siglo han puesto en entredicho el modelo neoliberal de la economía; la relación entre personalidades que desde el aparato público lucran en el sector privado, el conflicto de intereses entre los distintos poderes del Estado; la explotación y las ganancias desmedidas de los directorios de fondos de pensiones, con platas de todos los chilenos; los grandes negociados en la salud y lo peor, las conexiones entre estos empresarios y la clase política, lo que se haría evidente en los años venideros.
Este acontecimiento que pareció en su momento un simple hecho aislado, pareció incrementarse hacia el final de la administración del presidente Frei Ruiz Tagle. Sin embargo, cuando aquél asumió el poder, lo hacía contando con un respaldo popular nunca antes visto en Chile.
En nuestra región, el presidente de la República designó como nuevo Intendente al médico veterinario Ricardo Salles González. Muchos vieron en este nombramiento la primera señal de Frei para tratar de diferenciarse de su antecesor. El nuevo mandamás de Magallanes, un independiente cercano a la Concertación, carecía de experiencia política en estas lides, pero interpretaba fielmente el perfil que perseguía La Moneda. El gobierno buscaba dar un sello técnico a su administración, donde el desarrollo económico y la consolidación de Chile en el concierto mundial eran prioridades en desmedro del discurso político, social y de reconciliación, que caracterizó la Era de Patricio Aylwin, llevado al pie de la letra aquí en Magallanes, por uno de sus súbditos: Roque Tomás Scarpa.
En efecto. Desde un principio, Salles tuvo que lidiar con una burocracia hostil, que parecía no sintonizar con el temperamento del Intendente, un hombre reservado, de pocas palabras y de seño adusto que privilegiaba la eficiencia en la gestión, al manejo político. En este sentido, una de los primeros éxitos de su administración fue la materialización del Proyecto Región, un importante esfuerzo intelectual y humano que involucró la participación de cientos de profesionales y técnicos con el objeto de definir un plan de acción para Magallanes. Un entusiasmado Salles señaló: “Dejando de lado nuestras diferencias, hemos sido capaces de plasmar el trazado de un camino común, que nos permita buscar acciones concretas que deriven en un crecimiento sostenido, armónico y ambientalmente sustentable, revirtiendo, de esta manera, los índices negativos de crecimiento de los últimos 20 años”.
Esta hoja de ruta fue puesta en jaque en el invierno de 1995. En la segunda semana de agosto ocurrió un temporal de nieve y viento que ocasionó una de las mayores tragedias a la industria ganadera regional con la pérdida 176 mil ovinos y 10.500 bovinos muertos. Llamado “Terremoto blanco” por los vecinos, la catástrofe significó además, lamentar importantes daños en infraestructura, actividad portuaria, pérdida de embarcaciones y el 80% de la Magallánica de Bosques destruida.
La economía regional tardaría años en recuperarse. A ello se agregó la crisis energética, derivada del cierre de la industria del carbón en Chile, que en Magallanes tuvo su propio episodio de cesantía. El 1 de abril de 1997, “Cocar” (empresa explotadora del recurso en la región) anunciaba el despido de 95 trabajadores.
Pese a las buenas intenciones y a la consabida Estrategia de Desarrollo Regional (ERD), la ciudadanía percibía un serio estancamiento en la actividad económica.
Con todo, un complicado Intendente Salles inauguró una de las mayores fiestas de Magallanes. En julio de 1996, se reflotaba la antigua idea de realizar un Carnaval de Invierno, que en esta ocasión, resurgía para conmemorar el centenario de vida del Municipio de Punta Arenas.
Pronto el gobierno regional comprendería que esta celebración, iba a convertirse en la más grande de las festividades de Magallanes. Por espacio de algunos días, las autoridades conseguían unir a miles de personas, olvidando los diarios problemas que día a día parecían acrecentarse.
Era un bálsamo momentáneo. Oscuros nubarrones se aproximaban.