Se ha perdido la seriedad y la responsabilidad a la hora de comentar o decir algo. Ya no existe la vergüenza cuando hablas sin saber siquiera si lo que expresas es realmente verdad, o una tremenda mentira que busca hacer realidad tus deseos más íntimos e ideológicos. Hay gente, y también políticos, capaces de enviar mensajes a diestra y siniestra con cuestiones que son falsas. Haciéndose parte de un piño de ovejas bien poco inteligentes que solo desarrollan el arte de seguir tratando de generar una realidad que no es real.
Reparten vía whatsapps columnas que difaman, o que crean escenarios no reales, o más bien convenientes para ir construyendo día a día el edificio que lleve a sus sectores políticos a tomar el poder… Eso es, y nada más. Es tan peligroso repartir mentiras o sembrar el odio y la incertidumbre, como haber aceptado la inmigración irregular, o escuchar a una autoridad decir cosas que no son ciertas.
Nos hemos ido convirtiendo en una sociedad demasiado básica, lamentablemente.
Peor aún, cuando se muestran pruebas, o habla alguien con total autoridad sobre una temática en específico, incluso así hay personas que ponen en duda todo por el bien de su adoctrinamiento, o de seguir convenientemente en el discurso que avalan a través de mensajes irresponsables.
Alguien me decía por ahí hace unos días que «nuestros políticos se han convertidos en burgueses frescos y mentirosos. Y que había escuchado al Presidente decir que comenzaba el segundo tiempo…», y se preguntaba: «¿Qué pasó el primer tiempo? ¿Estaban en la banca, precalentando?
Y yo me preguntaba al mismo tiempo, ¿son estas mismas frases las que vengo escuchando hace 20 años?
De los mismos sectores de comerciantes que permanentemente dicen que están mal. que las cosas están mal, que no hay plata, que no hay gente para trabajar, que el Gobierno no sabe, o no hace nada… etc, etc, etc,,, Pero cuando el Estado sí decide apoyar a dicho sector, los mismos críticos corren desesperados para acceder a esos beneficios, o no?
Somos bocones, nos gusta hablar y hablar, y magnificar lo malo, y no darle tanta algarabía a lo bueno. Somos llorones, mal agradecidos, pero también chamulleros y buenos para el cahuín y el pelambre. Ni hablar a la hora de chaquetear, de tirar para abajo a algún par, a algún conocido, o a alguien que se puede convertir en competencia. Si en algo estamos preparados, es justamente en eso. Tristemente.
Pero la irresponsabilidad no viene de un solo sector, o tiene un solo color. No, para nada. No hace mucho salió el vocero de Gobierno diciendo que el problema de los autos roncadores en la ciudad se había resuelto. O que el trabajo que se estaba llevando adelante junto a Carabineros había dado resultados en términos de seguridad. Es cosa de preguntarle a la gente que vive en el centro de Punta Arenas si eso es verdad. Aunque todos sabemos que no. Y es que esa pésima costumbre de hablar por hablar, quizás heredada de no sabemos dónde, hace que personajes de este estilo llenen espacios de la política haciendo un daño difícil de arreglar.
Estamos frente a verdaderos artistas. Personas que dicen cosas que no son, alarmando o tranquilizando a la ciudadanía en base a discursos podridos en su esencia y repitiendo como loros lo que les llega por whatsapp o lo que les dicen desde Santiago que hay que decir.
Eso es, y nada más. La falta de análisis y educación cívica, política y financiera, nos hace creer que todo lo que nos llega o leemos es verdad, y tiene base sólida y real. Pero no es así. La gran mayoría de las cosas que nos llegan no son ciertas, o están manipuladas a conveniencia. Y nuestra capacidad intelectual no siempre nos acompaña para darnos cuenta.
Irresponsables los que difunden temores y miedos, los que mienten vía mensajes o inventan tonteras fuera de toda lógica.
Irresponsables los que asumen cargos por plata, o por conexiones de protección. Irresponsables los que al llegar a un puesto se olvidan de sus propias irresponsabilidades, compromisos o deudas.
Irresponsables los que hacen mal la pega cuando se debe arreglar una plaza, y luego se lavan las manos no asumiendo su mala gestión.
Irresponsables los que le siguen echando la culpa al «estallido social» para no arreglar el centro de una ciudad.
Irresponsables los llorones permanentes, y que nunca les calzará algo positivo.
Escrito por: Mauricio Vidal Guerra, periodista, director ZonaZero.cl