Los periodistas que hemos ejercido en medios de comunicación sabemos que la hora de cierre es una valla que difícilmente se puede eludir sin recibir la reprimenda del editor, un personaje generalmente estresado y cascarrabias que no perdona atrasos ni disculpas.
Así, tal cual, me imagino la escena de trabajo de los 24 constitucionalistas que fueron designados a dedo por los partidos políticos para elaborar un texto jurídico que sirva de base para que 50 consejeros electos por la ciudadanía comiencen el próximo 7 de junio la redacción final de la que se espera sea la nueva carta de navegación de Chile.
La situación parecía estar bajo control hasta que saltó el primer escándalo de este nuevo proceso, que los políticos habían intentado mantener inmaculado y aséptico para diferenciarse de la humanidad desordenada que pobló la antigua convención constituyente, como si la buscada presencia de “expertos”, en trajes de dos piezas, corbatas y rostros serios, asegurara el éxito y conjurara la eventualidad del fracaso.
Bueno, señoras y señores, me permito recordarles que los seres humanos somos imperfectos y estamos permanentemente expuestos a cometer errores y en ciertos casos delitos o actos inmorales y carentes de ética. Digo esto porque en rigor deberían ser 51 consejeros, pero uno de ellos renunció luego que se hiciera público que hace cuatro años fue formalizado por “graves ofensas al pudor” y la justicia aún no se pronuncia por las tocaciones que habría realizado a una mujer en un bus interprovincial.
El acusado, elegido con la segunda mayor votación de la región del Biobío, prefirió renunciar a su partido y al cargo de consejero antes que enfrentar las pullas de sus adversarios políticos, pues estimó que eso podría poner en riesgo la labor que espera realizar el ultraderechista Republicano y ensombrecer la imagen depurada que ansía proyectar antes de enfrentar las próximas elecciones municipales, parlamentarias y presidencial.
Algo de razón tiene si consideramos que la ciudadanía ha venido castigando sistemáticamente en las urnas la conducta errática de izquierdas y derechas (en plural, porque existen varias), que se han terminado mareando y perdiendo el rumbo producto de su ambiciosa búsqueda del poder, dejando de lado muchos de los principios identitarios que facilitaban distinguir a unos de otros.
Hoy estamos pasando por un momento electoral en que a la mayoría le da lo mismo votar por un candidato de izquierda en una elección y luego cambiarlo por uno de derecha en la próxima, sin considerar el riesgo que entraña esa conducta pendular si se quiere avanzar en una dirección definida. En este estado de cosas, aparecen y desaparecen con la misma rapidez grupúsculos populistas que dicen representar los intereses de la gente, pero que a poco andar se disgregan en facciones que terminan en aventuras personalistas y caudillismo.
No me he referido a propósito al denominado centro político, puesto que todo indica que ha desaparecido del escenario para caer en la tan temida intrascendencia política y se ha transformado en el vagón de cola de un tren que no perdona su indefinición y movimientos erráticos. En eso están en la actualidad tiendas históricas como el Partido Radical, la Democracia Cristiana y el PPD.
Ahora, para no ser injusto, preciso que esta corriente de trasvasije de izquierdas a derechas y viceversa es un fenómeno mundial, que se pudo observar con nitidez este domingo en los comicios electorales realizados en España, donde el gobernante Partido Socialista Obrero Español cedió posiciones ante la arremetida del derechista Partido Popular y sus socios ultras de Vox en plazas como Andalucía, donde tradicionalmente vencía la izquierda. En este juego perverso casi desaparece el progresista Podemos, primo hermano del Frente Amplio que da sustento al gobierno del Presidente Gabriel Boric.
¿Qué debemos esperar que ocurra en Chile?
La respuesta es que todavía está por verse y lo que pase dependerá de cuán sincera sea la autocrítica que se haga por los últimos resultados, aunque si nos remitimos a los cónclaves realizados por algunos partidos este fin de semana, no es esperable que cambien el rumbo, por el contrario, insisten en endosarle la responsabilidad al otro por los fracasos propios.