Que la Argentina como país y como cultura tiene una vocación por el abismo es por todos sabido.
Hay una anécdota que cuenta el escritor Rodrigo Fresán, autor de la controversial novela “Histórica Argentina”, durante su encuentro con el gran escritor norteamericano John Irving, autor de “El mundo según Garp”, entre otras obras maestras de la literatura internacional, que refleja este espíritu. La dejo aquí, intacta, porque es mucho mejor leerla de las propias líneas del argentino.
“¿Argentino? Ah, yo estoy muy interesado en la Argentina, tengo muchas ganas de ir allí”. Le pregunto por qué y por un instante temo una tan terrible como obvia respuesta en plan tango/asado/fútbol, pero no. Irving no decepciona. Irving es el autor de esas obras maestras que son El mundo según Garp y Oración por Owen y, claro, Irving es irvingiano. Y con una voz pausada y grave, tomándose su tiempo, la voz de alguien que disfruta antes contándose historias a sí mismo para recién después contárselas a otros, vaso con cerveza en la mano, Irving responde y cuenta: “Ah… Bueno… Lo que ocurre es que el guión de cine que vengo escribiendo desde hace años, Un hijo del circo, que tiene puntos en común con la novela de mismo nombre pero que no es esa novela… bueno… no va a poder filmarse en la India finalmente. El gobierno indio es muy cuidadoso con los modos y formas con que los extranjeros representan la historia y la cultura de su país y me temo que lo que yo hago es un tanto… extremo para ellos. Por lo que tuvimos que reubicar toda la producción de la película y la acción de la trama en México. Nos fuimos a buscar circos a México que se parecieran al que yo describo, y finalmente encontramos uno en las afueras de Oaxaca. Y a lo que iba y para responderte: en este circo mexicano había una pareja de trapecistas argentinos. Extraordinarios. Yo he visto muchos trapecistas, pero nunca vi algo así. Era monstruoso lo que hacían. Muy peligroso. Muy arriba. Y sin red. Por eso tengo ganas de ir a la Argentina. Me interesa ver cómo es el país del que salieron esos tipos”.
“Irving me pregunta entonces si eso es común en la Argentina. Le respondo que, si a lo que se refiere es a hacer cosas peligrosas sin red, sí. Es muy común.”
¿Una metáfora del caso Javier Milei? Muchas, sin duda alguna.
Argentina acaba de dar este domingo 14 un salto al vacío. No porque Javier Mileo no posea los conocimientos o los recursos necesarios para conducir un país, probablemente algo tiene y personas mucho menos preparadas administraron naciones, sino porque decidió fugarse del bipartidismo que la tiene atrapada desde hace años: peronismo versus radicales/liberales moderados/otros.
El kirchnerismo parece haberse agotado como modelo y con su fastidio también se ha llevado puesto una parte del peronismo. En las recientes elecciones PASO los no peronistas se volcaron a Juntos por el Cambio representados por Patricia Bullrich y Horacio Larreta, pero sobre todo por Milei.
Finalmente los jóvenes, los muy jóvenes y los adultos jóvenes de la Argentina tuvieron a alguien que los representara por exclusión, puesto que como político Milei no tiene historia y no se encuentra manchado por el sistema.
Tiene un discurso inflamado, es impulsivo y es soñador. Pura hormona. ¿Es saludable para la escena política? Pues, si. ¿Se puede gobernar en llamas? Probablemente, no. Ya se verá si gana.
Mientras tanto la Argentina lleva adelante su proceso electoral como si se tratara de una copa del mundo. Un hecho bastante griego, si se lo mira con atención. Ellos también se volvían locos por su cultura política y todavía los recordamos.
Por supuesto, de este lado de la cordillera no se explica cómo un país con las mayores reservas de gas del planeta, con una industria que genera reactores nucleares, satélites y antenas de vigilancia en Bariloche (no en Buenos Aires), que alimenta al mundo con su carne, su trigo, su soja, que exporta jugadores como quien fabrica golosinas, que posee una industria y software y de entretenimientos que se vende en numerosos países, que vio nacer a Mercado Libre en plena crisis, tiene casi la mitad de su población en la línea de la pobreza.
¿Un Estado muy grande? Es apenas una de las explicaciones. Pero hay otras. Los impuestos desmedidos para alimentar el clientelismo de la clase política, la vocación por destruir la industria por parte de sus gobiernos, la falta de iniciativas para los microemprendimientos, el desorden administrativo general. Y la lista sigue.
La Argentina ha rechazado en la última década la instalación de una planta nuclear en Río Negro, la salmonicultura en Tierra del Fuego, la minería en Chubut. Y la lista lamentablemente también sigue.
Alguna respuestas pueden encontrarse en estas decisiones.
Milei viene a contradecir el mandato político, pero siguiendo el deseo argentino de tirar los dados, siempre. Por el frenesí y el deseo del abismo. Por la pasión de saltar sin red.