En una sociedad cada vez más individualista, donde prima la imagen sobre la acción y la
inmediatez sobre la profundidad, ¿qué pasaría si cada persona realizara una acción
desinteresada por otra, sin esperar nada a cambio? ¿Si en lugar de recibir una retribución
directa, simplemente pasáramos el favor a alguien más que lo necesite? Este simple gesto podría transformar nuestras relaciones, nuestra comunidad y nuestra manera de ver el
mundo.
La reciprocidad es, por definición, la correspondencia mutua entre personas. Sin embargo,
va más allá de un simple intercambio: es la comprensión de que ayudar a otro no significa
perder, sino crear oportunidades. Aquellos que ayudan a otros a brillar saben que hay
espacio para todos.
Desde mi experiencia en el ámbito social, he comprendido que el crecimiento personal es
un proceso constante, una obra en construcción que nunca se completa. Nos definimos a
través de nuestras experiencias, roles y compromisos, pero siempre hay algo más por
aprender, algo más por entregar. En SKOLE, como escuela de formación marítima, somos
conscientes de que la educación y la capacitación profesional tienen un costo, pues es
nuestro trabajo, nuestra vocación. Sin embargo, también conocemos la realidad de muchos
jóvenes que anhelan trabajar en el mar, ser parte de la hotelería a bordo de cruceros y
construir un futuro en la industria marítima, pero que ven truncados sus sueños por una
única barrera: el dinero.
Por ello, decidimos derribar esa barrera y ofrecer becas de arancel con coberturas del
100%, 75% y 50%. La única condición: presentar una carta de motivación que reflejara
quiénes eran y por qué querían formarse para trabajar en el mar. Lo que recibimos a cambio
fue mucho más que simples postulaciones. Fue un testimonio de sueños, esfuerzos y
esperanzas. Jóvenes entre 18 y 30 años, con distintas historias de vida, pero con un mismo
anhelo: aprender, crecer y navegar hacia nuevas oportunidades.
Cada carta nos inspiró, nos reafirmó el propósito de SKOLE y nos recordó que cuando
realmente se quiere algo, se encuentra la manera de lograrlo. Nosotros queríamos
estudiantes que dieran vida a nuestros cursos y, a la vez, demostrar que nuestra propuesta
de valor iba más allá de la educación técnica: queríamos generar un impacto real en las
vidas de nuestros alumnos. Así nació esta beca, como un puente hacia el futuro de muchos
jóvenes.
Sin embargo, no queríamos que esta ayuda se quedara solo en ellos. Por eso, al momento
de matricularse, les hicimos una petición especial: cuando llegue el momento, cuando sus
vidas cambien y tengan la posibilidad de hacer algo por otro, que lo hagan. No pedimos que
nos devuelvan el favor a nosotros, sino que lo transmitan a alguien más que lo necesite.
Porque, así como hoy nosotros queremos transformar sus vidas, ellos también pueden
cambiar la vida de alguien más.
Este es el verdadero valor de la reciprocidad: dar sin esperar recibir, confiar en que los actos
de bondad se multiplican y construir una sociedad donde el apoyo mutuo sea la norma, no
la excepción. La educación, el trabajo y las oportunidades deben estar al alcance de
quienes las buscan con determinación. Y si con esta beca logramos que más jóvenes
accedan a un futuro mejor, entonces sabremos que el ciclo continúa, que la cadena de
favores sigue su curso y que estamos dejando huella en cada historia que ayudamos a
escribir.