En menos de 48 horas se produjo en Chile un tsunami que arrasó con certezas y creencias, con candidaturas y pactos, con historias y biografías.
Uno de los “mitos urbanos” de la política que quedaron bajo serio cuestionamiento, es el concepto de que una baja participación electoral favorecía a los sectores políticos conservadores y de derecha. El 15 y 16 de mayo hubo baja participación electoral comparada con el plebiscito de octubre de 2020, pero la extrema derecha de los republicanos y los partidos de la coalición de derecha en el gobierno, cayeron en votación. Se ha producido un reordenamiento de la geografía política.
El triunfo de los independientes, del Frente Amplio, del Partido Comunista y de las izquierdas alternativas, no solo revela que los ciudadanos le pierden el miedo a votar de color rojo, sino también que la ciudadanía prefiere la alternativa del cambio en toda su diversidad y complejidad, a mantener estructuras y modos oligárquicos y autoritarios de hacer política.
El pueblo de Chile ha hablado con claridad, en octubre de 2019, en el plebiscito de octubre de 2020 y en las elecciones del 15 y 16 de mayo. La gente quiere cambios y desea que esos cambios mejoren su calidad de vida, desean tener educación, vivienda, sueldos dignos, trabajos decentes, salud pública de calidad.
En medio de una crisis sanitaria y económica profunda, como la que vive el país, los triunfos deben asumirse con humildad y con un sólido sentido del deber y la responsabilidad, ante las enormes expectativas despertadas por la ciudadanía sobre el futuro. Todos sabemos que victorias y derrotas en política, son momentos pasajeros; en política no existen las muertes súbitas.
Por eso, en términos musicales, es el momento del “allegro moderato”.
El 15 y 16 de mayo ha resonado la música de la diversidad.
La convención constituyente será el eje ordenador del debate público en lo que queda del año, y esa asamblea será una expresión más o menos fiel de la diversidad de Chile: feministas, ecologistas, pueblos originarios, mujeres, hombres, migrantes, conservadores, liberales, creyentes y no creyentes, privilegiados y no privilegiados, regionalistas y centralistas, se expresaran de manera de producir un debate constitucional intenso y diverso.
Parecerá una cacofonía.
Será una gran orquesta, donde cada instrumento y cada músico, hablará en nombre de los intereses que expresan a un sector de la ciudadanía, y esperamos que lo hagan mediante la razón y los argumentos, y que den cuenta fiel de las aspiraciones y demandas no resueltas. La orquesta constituyente deberá escribir una nueva partitura, que refleje con sentido de futuro la diversidad social, política, cultural y territorial de Chile.
El eje principal de la política y del interés ciudadano estará ahora en el Palacio Pereira.
Alrededor del Palacio Pereira girarán las voces críticas, las presiones y maniobras, los empujones y los codazos, las propuestas y los proyectos, las gesticulaciones y los espectáculos.
Y el público no se quedará esperando y observando en silencio en las tribunas del teatro, sino que exigirán que sus voces se escuchen y formen parte de esta nueva sinfonía constitucional.
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