Los 80 nunca han dejado de pasar por completo.
Son lo que eran y, todo indica, que continuarán siendo los 80 por largo tiempo.
Cuando los someten a revisión, desde el punto de vista estrictamente cultural, pues, no podría asegurarse que son revisados en verdad.
Un par de generaciones o más fueron cautivadas por su enorme poder de tiro.
Eran adolescentes mientras Soda Stereo alcanzaba la mayoría de edad sobre el escenario, Virus vestía con telas doradas la sexualidad de su cantante y Sumo ardía en el infierno inagotable del desenfreno.
“Terminator” nos asustaba. “Papelucho” nos hacía soñar.
Bellos tiempos de cadáveres exquisitos que no han podido ser superados del todo de parte de los adultos de hoy que vistieron a los chicos de entonces.
En Punta Arenas, Puerto Natales, Porvenir, Río Turbio, Santiago, La Paz, Buenos Aires, se sigue escuchando hablar de aquellos raros peinados nuevos.
Puede que la cultura del cabello espumoso, las ropas coloridas y las hipérboles en las expresiones hayan pasado de moda, pero la música, la mirada un poco inocentona acerca de la realidad, mantiene su vigor.
Generaciones muchos más nóveles protagonizaron movimientos, rupturas y cambios sociales en los últimos 25 años. La generación de los 80 no. Es que la generación de los 80 tenía, tiene y tendrá hasta que ya no quede ninguno, su propio paraíso.
La generación de los 80 cantó “Pateando Piedras” sin que ello implicara una reacción sobre la injusticia que soportaban. Cantó “Demoliendo hoteles” sin mostrarse hastiada de haber nacido con lo que estaba bien y que a la noche estaba todo mal.
Apenas uno de los videos en YouTube de Soda Stereo en Viña del Mar de 1987 tiene más de 2,2 millones de visualizaciones. Si se suman a vuelo de pájaro las visualizaciones de los primeros que aparecen en la lista, las cifras se disparan hacia los 7 millones y más también.
“La calle es su lugar” de GIT solita tiene más de 1,2 millones de visualizaciones.
En Spotify “Trátame suavemente” fue escuchado ya 153.347.238
Una cosa poca.
Los 80 se instituyeron como el despertar de una conciencia colectiva. “De las Gatitas de Porcel” en paños menores a “Rambo” pasando por “Happening con Ja”.
Entre la dictadura y los deseos libertarios. Entre la violencia mordida a la expresión en los subtextos.
El mundo era un lugar salvaje para ser vivido y nos estábamos enterando de ello en nuestros 14, 15, 16, 17 años.
No es casual que los 90 se vistieran de negro y que el gesto de sus artistas resultara mucho más oscuro.
Pero todo se ha ido ya.
Más gruesos y con las ojeras puestas como un gorro, aquellos que fuimos, todavía escuchamos el set de canciones que nos cruzó el alma.
Si tal cosa existe.
Si aun estamos vivos.
Si aun somos promesas.
Canciones rotas.
Y no viejos vinagres.