Malditas cajitas rectangulares [Columna de Cristian Bahamonde]

2 de junio de 2021

Casi nadie reparó en ese detalle. Sólo unos pocos (as) profesionales de los medios de comunicación se detuvieron en dicho punto. De forma inédita, la cuenta pública del Presidente de la República, se programaba televisivamente fuera de horario prime ó a mediodía. Nulos recuerdos tenemos, de este fundamental hecho político, ubicado un día de semana en el franjeado de las teleseries post noticieros de la hora de almuerzo. Quizás el efecto de un bajo rating en horario estelar hubiese significado la proyección en la pantalla grande de niveles de popularidad a la baja irremediablemente y rechazo evidente y galopante de la administración de turno. Convengamos que Piñera no es precisamente el ejemplo de un mandatario sinónimo de picos de sintonía y teleaudiencia pendiente. En su caso, los fursios surtidos son mucho más populares que sus ofertones mañosos, tardíos y sectarios y más virales que sus formaciones militares con La Moneda cómo malogrado decorado, flanqueado con fórceps por miembros de su sector enviando señales de unidad que sólo terminaron siendo mensajes de estética rudimentaria, mentirosa y grosera falsedad, que -por cierto- no han sido maquillaje efectivo para la tan dañada imagen de quién fuera, hasta hace no mucho tiempo, el Rockstar de la derecha criolla. Algo así cómo la figurita difícil y -por tanto- la más buscada del álbum del fascismo chileno.


Da la impresión que hoy todo el mundo se resguarda de la negativa impronta del mandatario y para los canales de televisión, la emisión de un discurso de Piñera en cadena nacional, sólo es diplomacia, buena crianza y la mantención de una anticuada tradición mediática que viene incluso acompañada de un poco de resignación. En ese contexto, La Red TV decidió dar un valeroso paso al costado y no televisar el mensaje del mandatario desde Valparaíso y el resto de los canales de televisión abierta, quizás pensó en silencio que estaban ante una decisión digna de imitar, pero que significa hoy, una osadía para la que aún no están preparados.


Es que la cuenta pública de Piñera hubiese pasado absolutamente desapercibida para buena parte de la opinión pública, sí es que los noticieros centrales no hubiesen titulado con algunos anuncios y citas del Presidente, enunciadas de día, mientras las y los seguidores de algunas teleseries y tribunales televisados, se lamentaban porque sus programas de cabecera fueron reemplazados por la imagen del actor político con mayor rechazo de Chile. Las y los que poseen servicios de televisión paga, se liberaron del salvavidas de plomo, pero el resto, probablemente hizo catarsis o simplemente apagó la tele, al ver en sus monitores a tan particular personaje.
Claramente los medios de comunicación también son un barómetro de la sociedad, y si a eso agregamos la esmirriada y nociva oferta programática de nuestra televisión abierta, la aparición de Piñera por más de 2 horas y en cadena nacional parcial, resulta un doble castigo y motivo de bronca para el mundo proletario. Al desgraciado encierro pandémico, se suma el sonsonete oligarca y patronal de un Presidente desprestigiado hasta el tuétano, rechazado con furia y señalado cómo un mitómano y negacionista incorregible e irritante. Entonces, después de la infusión para «bajar la comida», en los hogares chilenos con la tele encendida, el resultado se invierte y lo que emite la cofradía ANATEL indispone, provoca reflujo, malestar, ardor estomacal, úlcera nerviosa. Es Piñera en primer plano, en un horario casi exótico, cómo si ya ninguna franja le sirviera como tabla de salvación.


A estas alturas de la vida, no resulta exagerado pensar que los ejecutivos (as) de los canales de nuestra ramplona televisión abierta, también se dieron cuenta de lo contraproducente que resulta poner en pantalla al actual Jefe de Estado. No hay ubicación en la parrilla que lo salve y la única salida es buscarle lugar a él y a sus cada vez más escuálidos aliados (as), en el tiempo televisivo en el que menos gente lo vea. Así ganamos todos, quizás pensaron.
El plano general del salón principal del Congreso en Valparaíso, con las y los ministros del Presidente, distanciados de él, por normativa sanitaria, también es una certera metáfora del momento político actual del oficialismo. Todas y todos separados de él, a una distancia «prudente y aconsejable», dejándolo caer, en resumen. Globalmente conscientes de que el muñeco de la banda presidencial es cómo «Pig Pen», el amigo de Charlie Brown que apesta, que levanta nubarrones de polvo a su paso y se siente orgulloso de cada gramo de tierra adherido a su cuerpo. Si, ese al que nadie quiere cerca y del que la tele también se desmarca y sacude. Entonces, una vez finalizada una nueva opereta televisada de la derecha, nunca la canción de los emblemáticos penquistas Emociones Clandestinas, tuvo tanto sentido. Malditas cajitas rectangulares.

Escrito por: Cristian Bahamonde, columnista.