Es una época difícil para Puerto Natales.
Resulta extraño traerlo a colación después de una década de crecimiento continuo. No ayudan la crisis planetaria, las dudas y errores del gobierno nacional y la ideas que no afloran desde el municipio natalino. En teoría había muchas ideas, pero con el paso de los años la cascara municipal se ha mostrado vacía en su interior.
Natales no es ajeno a la desaceleración de Chile cuya economía se contrajo un 2% según el último Indice Mensual de Actividad Económica.
La economía natalina vive otro frente tormentoso vinculada a la baja de precios en la Argentina, sobre todo en los rubros alimentos y combustible, producto de la devaluación del peso argentino en el marco de una inflación que supera el 100% anual, según datos oficiales. Miles de personas cruzan la frontera para abastecerse en una tendencia que ya ha comenzado afectar el comercio local.
Otro elemento de la ecuación es la inflación “personal” de Natales vinculada a varios factores. Entre ellos el factor extranjero, según el cual el turista de Europa y Estados Unidos está dispuesto a pagar más que el chileno por un bien o servicio. Lo que ocurre en El Calafate, por ejemplo, donde el euro ha terminado marcando la base de muchos precios.
El otro, es el hecho de que la ciudad tiene hoy más 4000 personas con salarios que superan los 900 mil pesos y que trabajan en la salmonicultura. Hace una década ese sector no estaba presente en el mapa zonal ni regional.
El consumo constante y perentorio de esa nueva capa social en restaurantes, ropas, servicios de todo tipo, ha terminado calentando la economía de Natales. De todos modos, se trata de una señal de franco crecimiento.
Aun así Puerto Natales es un espacio de enorme proyección de acuerdo a lo que establecen los índices de desarrollo. Baja población, salarios medios altos, abundante empleo y la convergencia de dos industrias muy potentes como son el turismo y la salmonicultura.
Lo cierto es que el municipio o la Alcaldía Ciudadana no están acordes a este crecimiento privado. El municipio se encuentra quebrado, en palabras de la alcaldesa Antonieta Oyarzo. Y la gestión de proyectos nunca levantó vuelo.
El municipio tiene un presupuesto anual de unos $14.000 millones y acceso a unos $65.000 millones en proyectos de diversa índole y tamaño en el periodo administrativo correspondiente, poco más de 3 años, de Oyarzo.
Pero en lugar de proyectos e iniciativas ciudadanas de peso observamos un silencio de radio que comienza a atronar de cara a las elecciones del 2024.
En los últimos 2 años hubo mucho más fiestas bailables y bingos que inauguración de obras de parte del municipio. Las estadísticas no mienten.
La Costanera sobre la que ahora se ha anunciado una nueva etapa (proyecto que viene de la época de Fernando Paredes), luce abandonada. Muchas de las luminarias no tienen luces o están quemadas, se observa abandono, falta de trabajo diligente, mantenimiento de base. La entrada todavía no está a la altura de un pueblo que dice ser la puerta a Torres del Paine. Todos los natalinos sabemos eso.
Las calles perdieron la pintura en sus pasos de peatones, se encuentra basura en distintos sectores, arrumbada, perdida, olvidada. La bicisenda fue literalmente abandonada por el municipio. Como si no fuera su responsabilidad mantener esta maravillosa iniciativa (que no fue suya tampoco). El pasto estuvo semanas o meses sin cortar en numerosos puntos de Natales.
No se ha resuelto ni de cerca el problema de la contaminación del vertedero, ni el del relleno sanitario. Ambos fueron tomados como un desafío por parte de Oyarzo y dos años después nada ha cambiado en ningún sentido.
Hoy en Chile existe la tecnología para captar los residuos de la industria salmonera y transformarlos en energía, reduciendo a casi cero el impacto en el medioambiente, pero en Natales no se puede llevar adelante este procedimiento puesto que no existen los espacios necesarios de reciclaje. Insólito e increíble tratándose de un pueblo ligado directamente al sector.
Un municipio que se ha autodefinido como ambientalista no hizo ningún avance al respecto en estos dos años.
En un marco de crisis mundial y retracción nacional, Puerto Natales, que tiene en su seno dos de las industrias más fuertes de Magallanes, luce descuidado y víctima de la indolencia política.
Hace unos días se supo que el municipio contrató por vía directa los servicios de una ONG jurídico ambiental con sintonía con el gobierno. El servicio costó más de 7 millones de pesos para un municipio sin plata. Aunque el tema es ya nacional y apareció Puerto Natales mencionado en La Tercera, El Líbero y en los locales Zona Zero y MasNatales, la alcadesa Oyarzo no aludió al tema.
Una conducta que no es extraña en ella. A fines de mayo más de 2500 personas, más del 10% de la población, se movilizó por las calles principales para defender la salmonicultura y nuevamente Oyarzo guardó silencio. Nada. Ni una palabra. Casi como si la alcaldesa fuera alcaldesa pero no de aquellos que trabajan en la industria.
Puerto Natales ha perdido brillo e iniciativa. Son dos cosas que su gente no se merece.