El sábado Convergencia Social, el partido del Presidente Gabriel Boric, celebró su cuarto aniversario en la nueva sede que habilitaron en la capitalina calle Esmeralda, la misma en la que se encuentra la oficina central del Servicio Electoral.
Como era de esperar, el orador central del festejo fue el Jefe de Estado, quien se dirigió a la joven concurrencia haciendo gala de su oratoria, con la que suele abordar problemas complejos desde una perspectiva casi literaria y de buen manejo idiomático, lo que denota que posee el buen hábito de la lectura y la capacidad de incorporarlo en sus discursos.
Destaco esto pues me parece relevante el decir de buena manera y con profundidad lo que se piensa, sin que ello implique poner distancia entre el que lo dice y su audiencia. Por el contrario, lo que hace facilita que el mensaje sea fácilmente comprendido -parafraseando a Joan Manuel Serrat- por el prohombre y el villano.
Suelo escuchar con atención sus intervenciones públicas, y en la de este fin de semana me pareció notable la incorporación de los vocablos orgullo y escozor para explicar la sensación que le produce cuando alguien dice “soy del 38%”, una expresión popular acuñada por el bando perdedor de las dos últimas elecciones realizadas en nuestro país.
En principio, la frase sólo es un eslogan ingenioso que intenta levantar el ánimo a los derrotados, pero al Mandatario -según confesó- le produce una mezcla de orgullo y escozor: “Escozor, porque digo si vamos a ser el 38% y estamos orgullosos de eso, no vamos a ser capaces de cambiar la sociedad. Y nosotros queremos cambiar esta sociedad, queremos hacer cambios que sean estructurales, no una mera administración de lo que hoy día hay. Eso significa necesariamente hablar más allá de nuestras fronteras”.
Para entender de mejor manera el alcance de sus palabras recurro al diccionario de la Real Academia Española, que define orgullo como “sentimiento de satisfacción por los logros, capacidades o méritos propios o por algo en lo que una persona se siente concernida”; y escozor, como “sensación dolorosa, como la que produce una quemadura”.
Mientras trato de imaginar la desazón que le produce la frasecita, se me viene a la cabeza lo expresado por la expresidenta Michelle Bachelet en el prólogo del primer libro de uno de los fundadores del Frente Amplio -Noam Titelman- titulado “La nueva izquierda chilena”, en el que la excomisionada de las Naciones Unidas le sugiere al conglomerado oficialista que si quiere trascender, la novedad no puede seguir teniendo como centro la edad de sus integrantes, es decir, aunque les produzca escozor, deben dejar atrás “la arrogancia generacional y los titubeos en el trabajo intergeneracional. Lo novedoso será o no será la capacidad de articular entre lo nuevo y lo viejo”.
Al parecer, a un mes de la presentación del libro de Titelman, las últimas reflexiones de Boric contienen de buena manera los dichos de la exjefa de Estado y a partir de ello propuso fusionar en una gran tienda a los partidos y movimientos que conforman el Frente Amplio, una idea que requiere maduración, porque así de buenas a primeras no pareció encontrar terreno fértil para germinar, aun cuando el llamado del Presidente es a pensar en grande, a pasar la trinchera de la militancia, porque la responsabilidad que hoy tienen es mayor y exige gestos de generosidad política.
Sólo así su generación podrá enfrentar con orgullo el futuro y dejar en el pasado el escozor que comienza a minar la esperanza que puso mayoritariamente el pueblo de Chile en un proyecto transformador que prometió cambios.