Somos todos responsables de lo que pasa y ha pasado. Es cosa de ver la región, y ni hablar de Punta Arenas, que más parece cualquier calle de Valparaíso o La Vega en Santiago, donde el comercio ambulante brilla a destajo sin que nadie haga algo. Con calles sucias, con veredas destruidas, con barrios abandonados, y con vecinos que simplemente no son escuchados. Con un alcalde que evita preguntas difíciles (bueno, también las simples) y que aporta recursos a medios donde no lo incomoden o donde nadie le haga preguntas. Nos hemos convertido en una especie de programa de talentos donde el que mejor le soba el lomo a Radonich tiene invitaciones a ser jurado, apariciones en eventos municipales, contrataciones periódicas, o simplemente el contar con la presencia monárquica de su figura apuntando al resto de cualquier cosa que no resulta en la ciudad…
Esta administración ha sido fantástica, sin parangón, sin errores ni equivocaciones. Un cuento de hadas para la puerta de entrada a la Antártica. Para la capital de la Patagonia… Estos siete años de administración municipal según los medios contratados han sido sencillamente incomparables. ¿O no?
Por lo menos, en su realidad, eso es lo que da a entender el todavía alcalde de Punta Arenas. Y no, no es una serie de Netflix.
El 2023 estuvo lleno de confusiones, arrebatos, malas prácticas, y personajes que irrumpieron (y les dieron espacios para irrumpir de esta manera) con la intención de implantar el odio como arma principal y apuntando a conseguir lo que con talento no pueden. La verdad sea dicha, la escases de talento en variados ámbitos se ha visto claramente reflejada, e incluso en aquellos lugares donde se ha traído gente de otras partes para que ocupen puestos que podrían ser llenados por magallánicos. Pero desde distintos sectores meten a presión a los que quieren por ser militantes, amigos, parientes, o piensan ingenuamente que son mejores de los que se preparan en Magallanes, o hacen sus recorridos en estas tierras.
Todas esas prácticas han sido avaladas por medios más tradicionales (incluso algunos al borde de la desaparición) y se han convertido en parte crucial de la responsabilidad de avalar situaciones impresentables, y de calificar de líderes a personas que no lo son, y sin esa complicidad de dueños de medios jamás lo serían.
A nadie se le podría haber pasado por la mente…
La costumbre de lavarse las manos se ha hecho parte de cómo funcionan desde un viejo escritorio inventándose en sus mentes que siguen teniendo algún tipo de peso en las decisiones que se toman en los espacios de poder actuales.
Yo brindo en todo caso, por darnos cuenta de la hipocresía, de la maldad, del discurso barato y superficial. Brindo al seco por mirar cómo leen estas líneas y se sonrojan de la verdad. Brindo junto a los míos por haber hecho lo que hicimos, y por seguir haciéndolo. Brindo por un 2024 lleno de buenas intenciones, y de encontrarme en las calles con personas más y mejor educadas, para que no les pasen «gato por liebre».
Y así, brindo por un nuevo año con mejores autoridades, y con administraciones comunales que asuman sus deberes y responsabilidades. Por un 2024 sin personajes de acciones nefastas e intereses solamente personales. Brindo por menos tipos con cara de loco, y con menos gritos hacia el del frente. Con menos mentiras e invenciones ridículas. Y que cuando pierden no enmudezcan y metan la cabeza bajo tierra para no mostrarse derrotados.
Y brindo por más identidad, por más tierra y aire puro, con gente que tome decisiones sabiendo dónde están parados. Que sepan qué significa Magallanes, y cuáles han sido los esfuerzos históricos. Por una ciudad que mejore y no empeore. Por los viejos y los antiguos, por los que nos fueron haciendo el camino, y no por el que piensa que todo es dinero, ni menos por afuerinos tapándonos la ruta larga que parece alambrado infinito.
Hago ese salud por negarnos a que maten nuestra esencia y valor. Enseñando tradiciones, defendiendo lo local, levantando las cartas para cantar envido y truco a mi hijo sentando en la mesa, esperando la carne que se asa sin apuro.
Y brindo por aprender a tener miedo, pero sabiendo que hay que correr el riesgo de levantarse y seguir cayendo, como decían Los Enanitos…
«Porque no hay nada que perder cuando ya nada queda en el vaso.
Y no podés saber qué fuerte es el poder de un abrazo…».