Aristóteles España fue uno de los prisioneros políticos más jóvenes llevados a Isla Dawson luego del golpe militar en 1973. Detenido el mismo 11 de septiembre por la Fuerza Aérea a los 17 años de edad, por ser presidente de la Federación de Estudiantes Secundarios de Magallanes y dirigente regional de las Juventudes Socialistas.
Fue llevado a la Base Aérea Bahía Catalina y posteriormente a Isla Dawson junto con un grupo de cuarenta dirigentes políticos, sociales y juveniles de Punta Arenas. «La idea, como me dijo un oficial de la Armada ‘es que pierdan la capacidad de pensar, ustedes deben entender que son solo números’; en mi caso era el F-13.», recordaba en uno de sus textos España.
Esa cruda experiencia fue plasmada en su obra Dawson, por la cual en 1985 recibió el Premio latinoamericano Rubén Darío, otorgado por el Ministerio de Cultura de Nicaragua. Vivió en Argentina entre 1986 y 1993, donde estudió Comunicaciones y guion cinematográfico en la Universidad de Buenos Aires, y una licenciatura en Derechos Humanos en el Instituto argentino por los Derechos del Hombre.
Falleció en Valparaíso el 28 de julio de 2011, y sus restos fueron trasladados a Punta Arenas para ser enterrado en el Cementerio Municipal.
Recordamos parte de su trabajo que salió al mundo en el libro Dawson.
LLEGADA
Bajamos de la barcaza con las manos en alto
a una playa triste y desconocida.
la primavera cerraba sus puertas,
el viento nocturno sacudió de pronto mi cabeza rapada
el silencio
esa larga fila de Confinados
que subía a los camiones de la Armada Nacional
marchando
cerca de las doce de la noche del once de septiembre
de mil novecientos setenta y tres en Isla Dawson.
Viajamos
por un camino pantanoso que me pareció
una larga carretera con destino a la muerte.
Un camino con piedras y soldados.
El ruido del motor es una carcajada,
mi abrigo café tiene barro y bencina:
nos rodean
bajamos del camión
uno dos tres kilómetros
cerca
del
mar
y
de
la
nada,
¿Qué será de Chile a esta hora?
¿Veremos el sol mañana?
Se escuchan voces de mando y entramos a un callejón
esquizofrénico que nos lleva al Campo de Concentración,
se encienden focos amarillos a nuestro paso,
las ventanas de la vida se abren y se cierran.
CAMINOS
Nos llevan a cortar leña por los bosques,
de sol a sol,
custodiados por patrullas
que apuntan directamente a la cabeza.
ordenan cantar y correr,
agujerean nuestra sensibilidad,
quieren destruirnos como guijarros
bajo la nieve,
humillarnos,
Mientras entonamos en alta voz:
“Bajo la linterna, frente a mi cuartel,
sé que tú me esperas mi dulce amada bien”.
Y el viento invade los parques de mis sombras,
desordena los faroles, las plantas escarchadas.
Me acuerdo de Rosita en la última navidad,
o con su uniforme de colegiala y sus cuadernos.
(A lo mejor nunca leerá este poema).
Hay olor a nubes enterradas,
nos golpean,
mientras una rata camina entre la hierba.
“Si es que llega un parte y debo yo marchar
sin saber querida si podré regresar”.
Sólo vemos galerías pintadas de insomnio,
postes amontonados,
manos que sangran,
en el trayecto al Campo de Detenidos,
y fusiles,
y mitades,
encerrados en un laberinto de crueldad y miseria
en el paralelo 53 sur de este mundo.
LA VENDA
La venda es un trozo de oscuridad
que oprime,
un rayo negro que golpea las tinieblas,
los íntimos gemidos de la mente,
penetra como una aguja enloquecida,
la venda,
en las duras estaciones de la ira
y el miedo,
hiriendo, desconcertando,
se agrandan las imágenes,
los ruidos son campanas
que repican estruendosamente,
la venda,
es un muro cubierto de espejos y musgos,
un cuarto deshabitado,
una escalera llena de incógnitas,
la venda,
crea una atmósfera fantasmal,
ayuda a ingresar raudamente
a los pasillos huracanados
de la meditación y el pánico.
Y NO ERAN PERROS
Anoche al acostarme
escuché ladridos
en algún lugar del Campamento.
Y NO ERAN PERROS.
COMPAÑEROS
Compañeros, tenemos que buscar una razón
más poderosa que el Partido,
un cauce, un islote, un diminuto ventisquero
que sirva al menos como punto de inicio
y empezar a caminar hacia el reencuentro,
que será una casa -me imagino- amplia,
como los patios de mi pueblo natal,
lleno de grandes ventanales
para que entre libremente el aire
y escuchemos a los árboles del pensamiento;
ese día que -pienso- no está lejano,
llegará como un potro salvaje y se posará
sobre los muslos desnudos de nuestras reflexiones.
UNA ESPECIE DE CANTO
He aprendido a ver el mar entre barrotes
rodeado de secretas amenazas,
a conocer los metales del desprecio,
el valor de la unidad y la palabra, a sentir,
a ser valiente cuando me torturaron,
contemplar como crecen las semillas
en las jaulas…
He aprendido a distinguir los cánticos
del odio,
nacer, caminar entre la bruma
y crecer
y escuchar risas que evocan garras,
muecas, los pasos del verdugo,
el temblar bullicioso de mis venas…
He aprendido a ver las cimas
transparentes de lo humano,
el helado resplandor de la ternura,
la otra dimensión de la esperanza.