En abril de 1951 la editorial Cultura de Santiago editó un libro de diez cuentos de una reconocida escritora magallánica. El texto llevaba un prólogo del autor y político Baltazar Castro (“Sewell”, “Mi Camarada Padre”, “Me permite una interrupción”) y un epígrafe de la escultora Laura Rodig. Se trataba de una obra que reunía una decena de relatos de Rosa Miranda Tijeras, a quien todos ubicaban por su nombre artístico de Rosa de Amarante. Los cuentos habían sido publicados por su creadora por separado, en distintos momentos, en los principales diarios regionales de aquel entonces.
A Rosa de Amarante se le ubicaba principalmente, como poeta y también, por su trabajo en el ámbito social y deportivo. En el plano laboral, desempeñaba distintas labores en algunas instituciones de instrucción primaria en Punta Arenas, -algo así como una asistente de la educación en la actualidad-, en la Escuela de Niñas N°2 (que se hallaba en calle Fagnano en el lugar que ocupa hoy el Gimnasio del Sokol) y en el colegio Eusebio Lillo (ubicado donde hoy se encuentra la Oficina del Registro Civil y de Identificación).
“El Vengador” no tuvo ni la crítica literaria ni la acogida del público como se merecía. En su tiempo, el único que validó el esfuerzo de Amarante en el género narrativo, fue el profesor de castellano Julio Ramírez Fernández, como lo atestigua la crónica periodística firmada por dicho maestro en el diario “La Prensa Austral” en que entre otras cosas señalaba:
“Como cuentista, en “El Magallanes” publicó también sus narraciones, y en ellas la escritora lució tan definidas cualidades, que, si hubiera persistido y perseverado en sus primeros intentos, estaríamos ahora en presencia de una representativa cultora del género, ya que en tales relatos la trama es ágil, las escenas bien captadas, la descripción colorista, los personajes delineados, la intensidad en el grado requerido y el lenguaje adecuado a los protagonistas. Es como la vemos en “El Vengador” y en “El Buscador de Oro”, dos de sus buenos aciertos”.
A nuestro modo de ver, el libro de Amarante no sintonizó con el contexto histórico que le tocó vivir. El texto fue editado cuando gran parte de la entonces provincia veía con optimismo las posibilidades que podría generar la aplicación de las disposiciones legales del Puerto Libre, como efectivamente aconteció. De repente, Magallanes se transformó a mediados del siglo XX, en la panacea de los adelantos científicos y tecnológicos. Creció la productividad y el poder adquisitivo de los consumidores; aparecieron grandes locales comerciales ofreciendo modernos productos norteamericanos y europeos. Al austro llegaron todo tipo de manufacturas y de línea blanca; automóviles, bicicletas, camiones, refrigeradores, cocinas, radiorreceptores. La cultura no se quedó atrás. Sólo en Punta Arenas funcionaron seis institutos chilenos extranjeros de cultura. La Universidad Técnica del Estado, antecesora de la Universidad de Magallanes (UMAG), el Instituto Nacional de Capacitación (INACAP) y el Departamento Universitario Obrero y Campesino (DUOC) sentaron sus sedes regionales en ese período.
En contraste, Rosa de Amarante nos presentaba un mundo como en una preocupante radiografía, completamente distinto a lo que se veía en las calles o lo que se leía en los periódicos. El universo de la autora es el mundo de los desposeídos, de las profesoras normalistas que luego de entregar casi toda una vida al servicio de la educación, terminan solas con jubilaciones miserables; es el trabajo ignorado de las jóvenes modistas de antaño, que en el día trabajaban en las mejores tiendas de la ciudad y en la noche estudiaban en las escuelas nocturnas o vocacionales; de humildes líderes sindicales que llegaban a sacrificar sus vidas en función de sus ideales y sueños; de hijas jóvenes que se rebelaban contra sus padres porque no querían casarse por interés con mercachifles llenos de plata. Los personajes de Amarante son los perdedores, los que tienen dignidad, los que no se entregan ni se venden al mejor postor.
“El Vengador” consta como dijimos, de diez relatos que corporizan a un texto reeditado por la editorial de la UMAG luego de siete décadas, e incluye los cuentos “Jubilada”, “Cuatro cartas”, “El alma de la multitud”, “El buscador de oro”, “Veracidad femenina”, “¿Madre? “Pecado de imaginación”, “Obsesión”, “El presidiario N°57” y el relato que abre el conjunto y da título al volumen.
Una característica esencial del libro, es que Amarante conoce profundamente a los personajes de cada uno de los cuentos. Nada ha sido sacado de la imaginación. Todo ha ocurrido en algún instante en la vida de la autora, recreados a través de la ficción, en situaciones y acontecimientos que expone sin adornos, ni eufemismos.
En este sentido, la narrativa de Rosa de Amarante debemos circunscribirla en la llamada “Generación del 38” a la par de autores del calibre de Nicomedes Guzmán, Óscar Castro, Juan Godoy, Carlos Sepúlveda Leyton, Marta Brunet, Volodia Teitelboim, María Luisa Bombal, Miguel Serrano y Carlos Droguett.
No dejamos de asombrarnos con la autora de “El Vengador”. El 27 de enero de 1928 formó un grupo de jóvenes mujeres deportistas –en su mayoría obreras y alumnas de escuelas vocacionales-, con el nombre de “Nirvana”. Fueron las primeras en la Patagonia en practicar tiro al blanco y jugar al basquetbol. En la Radio “La Voz del Sur”, Rosa de Amarante escribió los libretos para los primeros programas de radioteatro infantil que se conocieron en el austro.
Esta vigorosa mujer nació en Puerto Montt en agosto de 1901. Desde 1916 vivió en Magallanes, la tierra en donde realizó la más fecunda actividad cultural que se recuerde. Falleció en Punta Arenas el 31 de mayo de 1999.