Por Claudio Andrade
El dinero manda. Esta es la oración cotidiana de los personajes de la saga «Snabba Cash» del escritor Jens Lapidus.
Y así viven y mueren.
Todo transcurre en Estocolmo, Suecia. Una ciudad cosmopolita dónde se entrecruzan la tecnología con la tradición y los suecos con los inmigrantes y los hijos suecos de esos inmigrantes.
Estupendo collage que sirve de telón de fondo al argumento.
La novela derivó en película en 2010 bajo dirección de Daniel Espinosa, con la actuación de Joel Kinnaman. Nadie como él, hijo de una chilena y un sueco, para plasmar la historia en la pantalla grande. Espinosa también fue un joven de origen humilde, pero elegante que vivió parte de lo que la película cuenta.
Para encajar aparentaba una fortuna que no poseía, contó alguna vez Espinosa..
Después se vino la serie de Netflix protagonizada por la excelente Evin Ahmad. También hija de la inmigración. La dirigen Jesper Ganslandt y Måns Månsson.
Libro, película y serie son muy entretenidos. Vale el esfuerzo continuar toda la línea de producciones.
Pero hablemos de la serie. Leya es una ejecutiva en ascenso que debe hacer todo para sobrevivir a su pasado tortuoso y a la vez crecer en la compañía que acaba de formar con ayuda de un millonario insufrible.
Su pasado es justamente el de muchos inmigrantes, barrios pobres, familiares con problemas diversos y, en su caso, un marido muerto que fue integrante de una banda narco.
Una cosa lleva a la otra y cuando Leya necesita dinero legal para apuntalar su proyecto solo puede acudir al hermano de su ex que sigue en el negocio.
En el medio se enamora y debe cuidar a su hijo.
En el film de Espinosa, es JW el que intenta avanzar en la jungla con la colaboración de una banda compuesta por musulmanes, que se asocian con otros grupos en los que hay chilenos y mafiosos de Europa del Este.
Lapidus es generoso en detalles. Conoce el ambiente. Te lo hace sentir. Quién hace qué y porqué.
Todo está planteado en los subterráneos de una de las sociedades más justas y ricas del planeta.
Inmigrantes y pobres suecos viviendo en complejos habitacionales con abundancia de armas y drogas duras.
Calles oscuras en las que los chicos bien utilizan taxis en negro conducidos por suecos sin pasta y que trabajan para un extranjero de Oriente Medio.
JW o Leya deben enfrentar a todos y cada uno de los que se les cruce en su camino a la riqueza.
Pronto entienden que el dinero, el verdadero dinero tampoco se gana fácil en las alturas de Suecia.
