Otra vez soñé. O mejor dicho, otra vez recordé un sueño, de esos que te dejan pensando, y que incluso impregnan una canción que da vueltas por horas en la cabeza. «Algo está pasando, algo huele mal…» tarareo sin parar.
Seguramente de un universo paralelo, en una realidad lejana (o cercana) que mueve las piezas de manera distinta y entrega respuestas que podrían ser algo más coherentes.
Pero las realidades son distintas en cada uno de nosotros. las comprensiones nos llevan a respuestas diversas y visiones que se contraponen. El subrealismo de Cortázar da vueltas por el aire sin dejar descansar la mente, «no hay límites precisos entre lo fantástico y lo real”.
Caminaba por el centro de la ciudad mirando portadas de diarios inexistentes. Con noticias inexistentes desde el escenario que yo venía. Pero era el centro, con kioskos atestados de revistas antiguas pero con noticias actuales. Ya le habían pedido la renuncia a un vocero del Gobierno en tránsito, por las tantas denuncias recibidas. Su jefe era una persona con experiencia, con un conocimiento basto del territorio, y de las necesidades locales. No pedía permiso a la capital para tomar decisiones y afrontaba sin titubear los problemas que se le ponían en frente.
En la radio se escuchaba a un locutor que leía la noticia sobre un consejero regional que ganaba licitaciones que se pagaban con fondos de la propia institución de la que él era parte. Y más encima con una empresa donde era dueño del 99% de la propiedad. Eso causaba escozor en la ciudadanía. Cosas de otra dimensión.
También se había apartado de su cargo al que hacía de administrador del apetecido gobierno de la región. Era obvio, decían en la calle, después de las denuncias en su contra y de las formas en que había salido hablando en algunos medios. La gente entendía que no era el adecuado y habían aplaudido la decisión de la máxima autoridad de la zona en cuestión… No habían presiones externas, ni acuerdos bajo cuerda que la gente no supiera. En esa realidad se entendían otras cosas. Lo normal allá, era fantástico acá.
Tampoco había audiencia ni seguidores para medios de comunicación que deseaban tergiversar la realidad. El tiempo había desnudado los intereses de quienes estaban detrás, y las personas comprendían las maniobras poco elegantes de los pocos que iban quedando. Ya las protecciones entre unos pocos eran parte del pasado. Esa élite se había desmembrado de tanto dejar pasar las cosas importantes. De tanto soslayar lo negativo y hacerle daño a su propio sistema. Pero el sueño no terminaba.
Ya no habían pequeños reyezuelos que ha base de populismo convencían a los vecinos. La gente había empezado a leer, y ya no les importaba si les llevaban canastas con comida en épocas de elecciones, o les pagaban las cuentas, o les prometían cuestiones que al poco tiempo se olvidaban. La personas se habían instruido, habían aprendido de tanto porrazo y compromiso sin cumplir. Habían logrado entender que el esfuerzo individual y un sistema bien conformado iba entregando un mayor bienestar a sus vidas.
No se permitía la entrada a bufones, delincuentes, habladores y sinvergüenzas en busca del aprovechamiento de la tierra, para después de estafar, arrancar como ratas. La gente había logrado entender muchas cosas, porque todo tampoco era posible.
La política se hacía de manera distinta. Sin buscar el dañar al que piensa distinto, si no más bien en ser escuchados y lograr avanzar por el bien de la gente. Sí, por el bien de la gente, no del propio bolsillo.
Pero era un sueño, «solo un sueño». Que puede dar risa, o dejar pensando. Ahí también está la diferencia en leer esta columna. Ridiculizarla, o masticarla. Entenderla o desecharla. En nuestra realidad sería más fácil dejarla atrás. Obviarla. Porque hasta quizás podría pasar muy cerca de su realidad.
Y esa es la cuestión… Lo fantástico también nos aleja de lo que nos gustaría fuera real. Por miedo, por temor a lo que pase, por mirar para el lado y verse inmiscuido en alguno de los párrafos anteriores. Por no querer soñar para no sentirse mal o culpable.
Porque saben que el sueño no se cumplirá, y las cosas seguirán tal cual.
O no?
Creo en lo fantástico sin pudores. En esa referencia a los hechos que rompen de forma inexplicable la realidad de cualquier relato. Y todos los hechos pueden ocurrir en lo cotidiano. Es cuestión de pensar, de crear.
De querer una dimensión mejor, donde los que niegan lo impalpable sueñen lo mismo, hasta que se convierta en realidad.