La moral es lo que nos entrega a las personas el poder de distinguir y diferenciar entre el bien y el mal. Respetar la ley, por ejemplo… Y brindarles a los demás un trato respetuoso y digno. Pero es en el plano de la conciencia donde se dirime esta cuestión. Algo tan íntimo y personal, que depende de la cuna, de las enseñanzas propias. De tus entornos y creencias. Incluso de lo aprendido en la calle. La moral indica que algo es correcto, aceptable o bueno en la conducta de alguien. Y lo que no es moral se considera inmoral, así de simple.
La política debiera responder sin grises a este concepto y de forma tajante. El intentar justificar actos que en el colectivo debieran estar absolutamente claros, invitan a la confusión por un lado, pero a la desconfianza total por otro. Es decir, cuando un político de derechas en este país ha cometido actos similares a lo que se ha sabido en los últimos días respecto del vocero de Gobierno, Andro Mimica, los gritos desde la izquierda se han escuchado hasta la China. El doble estándar que han ocupado desde la Delegación Presidencial, hasta los representantes de los partidos de Gobierno ha sido, a lo menos, vergonzoso.
¿Con qué moral ahora, el vocero criticará a quienes incumplan obligaciones laborales?
¿Cuál es la congruencia en el discurso de un representante de Gobierno que hace en la interna y en silencio, justamente lo que el Presidente Boric critica desde su administración?
Lo cierto, es que luego de las respuestas de todos los presidentes de partidos políticos del conglomerado de Gobierno frente a la grave situación develada por esta investigación periodística respecto de Mimica, la conclusión a la que se llega es que se avala y se justifica lo hecho. Dejando de lado la irresponsabilidad, la mentira, el silencio, y los límites de los supuestos errores solucionados con «voluntad».
¿Voluntad? ¿De quién? De nadie. Si lo que pasó es que el seremi de Gobierno, Mimica, fue pillado en la mentira. En guardar silencio ante un hecho de los más graves que se han conocido en la política regional de los últimos años. Fue el propio Delegado Ruiz el que tras recibir parte de la información oculta conminó al vocero a que contara su versión. Y debió hablar en el comité político del lunes pasado para dar a conocer algo que había guardado en silencio. ¿Voluntad? No. Presión y ultimátum para que haga lo que tenía que hacer en ese momento, pero que debió haber hecho desde un principio.
Cuando te pillan en algo no es que haya voluntad de aceptar lo ocurrido, si no que no te queda otra.
A partir de ahora, todos son Andro… Los que avalan situaciones de estas características, los que creen en que el silencio es bueno en estos casos, los que encuentran que está bien deber por tantos meses el finiquito y las cotizaciones a los trabajadores sin decir nada, los que piensan que no es tan grave deber varias decenas de millones al que tuvo la voluntad de arrendarte un local, al que piensa que es normal que se blinde a una autoridad en medios de comunicación. Los que aceptan que haya medios que decidieron silenciar la noticia política más burda y reprochable del último tiempo. A todos, a los que aceptan que Mimica sea ratificado en su cargo por su jefa, la ministra vocera de Gobierno, Camila Vallejo. A los que agachan el moño frente a Santiago, y dicen a todo que sí. A los que piensan en que «el Gobierno está por sobre cualquier cosa». A todos los metemos en el mismo saco.
Desde ahora, todos son Andro.
Porque además, el periodismo y las comunicaciones han perdido una batalla importante por estos días. Ha triunfado la llamada telefónica para pedir protección, ha ganado el amiguismo para que esto no se sepa. Ha salido airoso el insulto y la denostación para quienes queremos un periodismo regional más fuerte y respetado. Minimizar todo esto es mucho más conveniente para los contratos y acuerdos.
Pero también, debemos tener la esperanza de que se pierden batallas, pero el combate sigue (en el buen sentido de la palabra). Y que el tiempo nos dará la razón, y la credibilidad que otros piensan tener. Es una derrota para la transparencia y la honestidad. Para la moral y las enseñanzas necesarias. Y por cierto, que es una fea y dura derrota para la política en general.
No habrá lógica cuando los mismos que han defendido lo indefendible por estos días, los veamos criticar y apuntar con el dedo lo mismo que hoy les parece justificable y «un error». Ya no serán creíbles, y menos confiables.
Aunque de algo sí estoy seguro, y es que la gente, las personas, ciudadanos en general, lectores y seguidores, sí entienden lo que está pasando. Sí comprenden lo que está bien y lo que está mal. Sí saben lo que moralmente es correcto, y saben cuándo es conveniente para alguien el justificar algo para fines individuales.
Aunque sea más tarde que temprano, ya no habrá silencio cómplice, blindaje, amorales y mentirosos.
Ahí, seguramente, la política tendrá otras caras, y claramente otro olor…