Una contribución del libro “Nazis y Nacis de Magallanes” de Pedro Cid, es la constante desmitificación de ciertos acontecimientos que habitualmente, damos por hechos.
Aquello lo observamos por ejemplo, cuando nos referimos a antiguos jerarcas nazis. Sabemos que concluida la Segunda Guerra Mundial muchos de ellos consiguieron escapar, desde las cárceles instituidas por los Aliados en Europa, hasta Sudamérica. Varios países de la región acogieron prontamente a los ex militares alemanes que evadieron así, los procesos en los cuales iban a ser sometidos a juicio por el delito de genocidio contra la humanidad.
A menudo se mezclaron casos reales con meros rumores. Uno de los mitos más famosos se construyó con la versión que indicaba, que el mismísimo Adolf Hitler había vivido en Punta Arenas. Al parecer, la historia comenzó cuando en 1947 el periodista húngaro, radicado en Argentina, Ladislao Szabo publicó el libro “Hitler vive” en que se atreve a aventurar que la expedición a la Antártica realizada por el almirante Richard Byrd de la Armada de los Estados Unidos en el verano de 1946-47 fue para comprobar la supuesta existencia del Führer en el continente blanco. La llegada al río de la Plata de varios submarinos germanos -los famosos, U Boot-, con sus tripulaciones escapando de Alemania antes que se produjera la caída de Berlín con la derrota del Tercer Reich, sirvieron a Szabo para que elaborara su curiosa teoría, especialmente luego de la experiencia del U-530 que al mando de Otto Wermuth arribó y se rindió en Buenos Aires, al carecer de víveres y de combustible, con una tripulación de 54 hombres, el 10 de julio de 1945.
De inmediato, importantes medios escritos argentinos hicieron circular el rumor que Hitler podría estar viviendo en la Patagonia, conjetura respaldada además, por los periodistas Julio Ibáñez Paredes y Santiago Pérez Fanjul, en la revista quincenal “Noticias Gráficas de Magallanes” en su edición del 27 de julio de 1945. Esta suposición fue recogida posteriormente, por el diario “La Prensa Austral”, el cual, haciendo eco de una publicación realizada por el periódico alemán Heim und Welt en mayo de 1953, que aseguraba de que el Führer vivió cómodamente en pleno centro de Punta Arenas, realizó un reportaje que circuló el 4 de septiembre del mismo año con el titular “La casa de Hitler en Punta Arenas” que incluía una fotografía donde se mostraba la construcción en donde pernoctaba el líder alemán en calle Bories, en pleno centro de la ciudad, conocida como el restaurant Copacabana, propiedad de Andrés Franulic.
Casa donde supuestamente vivió Adolf Hitler en Punta Arenas, el antiguo café Copacabana, después librería Nueva América.
Mientras se especulaba con la posibilidad que Hitler hubiera vivido en Magallanes, la presencia del nazi Walter Rauff en Punta Arenas no era un misterio para nadie; incluso, cuando la Corte Suprema lo absolvió de los cargos que le imputaban y retornó a la provincia, la gente solía tratarlo con gran consideración. Como sabemos, Rauff vivió los siguientes diez años en Porvenir donde administró una planta pesquera. De su vida en esta ciudad, hay argumentos de sobra para escribir una novela. En el libro de Cid, se relata en uno de los anexos, acerca del encuentro en el Club Yugoslavo (hoy Croata) de esa localidad, entre el entonces regidor de la comuna de Punta Arenas, el profesor y militante comunista Luis Godoy Gómez, el senador por la novena circunscripción, miembro del partido Socialista Aniceto Rodríguez Arenas, el alcalde de Porvenir, el también socialista Leopoldo Fernández y Walter Rauff.
Rauff y su perro mirando su casa en Porvenir.
Mientras charlaban Fernández, Godoy y Rodríguez, al llamado del alcalde: ¡Don Walter! ¡Don Walter! se les acerca un hombre bien trajeado, de regular estatura, algo gordo y medio calvo. Recordaba Godoy: “Nos dimos un apretón de manos, intercambiamos unas palabras y luego se nos alejó para servirse algo en una de las mesas cercanas”. –Me suena este Walter, -le dije a Leopoldo. Y él me contestó: -Cómo no le va a sonar. Si este es Walter Rauff, el nazi fugitivo que aún andan buscando en otros países-. -¿Cómo?- dijo Aniceto Rodríguez, que era un hombre bastante corpulento, adelantándose y tomando de la ropa a Leopoldo Fernández, indignado por haber saludado y compartido con un nazi, criminal de guerra, sin que él lo supiera. “Aquí mismo se iban a trompear al alcalde” pensé, pero al final, Aniceto se tranquilizó. Así es como conocí a “Don Walter”, que era como le trataban, con todo respeto, en Porvenir.
Walter Rauff retornó a Punta Arenas a fines de 1972. Después del golpe de Estado, surgieron varias historias que comprometían a su persona como agente y asesor de los aparatos represivos de la dictadura de facto. Una de las acusaciones más frecuentes indica que Rauff colaboró activamente en el diseño del campo de concentración de isla Dawson. Al respecto, se han escrito libros que recogen testimonios que aseguran haber visto a Rauff con los militares, entre estos, “América nazi. El último refugio de los hombres de Hitler” de Jorge Camarassa y Carlos Basso (2014); “Chile y los hombres de Tercer Reich” de María Soledad de la Cerda (2001).
El pescador Crescencio Ruiz, quien trabajó en la pesquera «Pirata» leyendo el titular de La Prensa Austral que informaba de la muerte de Walter Rauff.
En contraposición, algunos destacados dirigentes políticos de la Unidad Popular que estuvieron recluidos en Dawson, niegan la participación de Rauff en su construcción. El ex diputado y alcalde socialista, Carlos González Yaksic en su libro inédito de memorias “Isla Dawson, la isla de la muerte”, asegura que el creador intelectual del penal fue el general Manuel Torres de la Cruz; en tanto, el arquitecto Miguel Lawner Steiman en su obra, “Retorno a Dawson” (2003) señala: “Este asesino nazi, refugiado en Punta Arenas, donde ejercía la gerencia de una empresa conservera, puede efectivamente haber colaborado con sus émulos chilenos, pero carecemos de evidencias para afirmarlo con certidumbre”. El periodista Jorge Bararovic, incluso va más lejos al indicar que el constructor del presidio fue Juan Pedro Martínez y su empresa contratista Jupemar.
Inmueble donde vivió Walter Rauff en Porvenir, entre 1963 a 1972.
Lo que sí está claro es que Rauff se radicó en Santiago en 1977. A comienzos de la década del 80, Estados Unidos y Gran Bretaña presionaron al gobierno del general Augusto Pinochet para conseguir su extradición. En esta situación, Rauff murió en extrañas circunstancias, a causa de la inhalación de monóxido de carbono en su departamento en la capital, el 14 de mayo de 1984.