Breve manual para manipular encuestas y engañar incautos [Por Manuel Rodriguez]
El secreto mejor guardado de las encuestas de opinión pública se encuentra en los diversos pasos a la hora de diseñar el levantamiento de los datos desde un determinado territorio.
Las encuestas han sido usadas y mal-usadas desde sus orígenes, como instrumentos de medición de la opinión pública. Sin embargo, queda pendiente preguntarse cómo se mide algo tan vago y nebuloso como lo que todos denominamos “opinión pública”. Las encuestas de opinión pública se inventaron para reemplazar la dificultad de entrevistar a todos los individuos de un universo determinado. Si quiero conocer la opinión de 10 millones de personas, como no puedo encuestarlos a todos, los represento con una muestra de esos diez millones.
Al final de la aplicación de una encuesta, la “opinión pública” termina reducida a los 300, 700 ó 1.200 individuos encuestados, en una población de 5, 10 millones ó 19 millones de personas susceptibles de ser encuestadas.
El primer paso de una encuesta es diseñar la muestra de individuos desde donde vamos a recoger las respuestas a nuestro cuestionario. Si quiero asegurarme que la muestra -por ejemplo, de 1.200 individuos- me produzca un resultado determinado, llamo por teléfono a un grupo de personas, les hago dos o tres preguntas para detectar sus opiniones políticas básicas, y selecciono a los que me interesa destacar.
Segundo paso: construir el cuestionario, de manera que las preguntas son redactadas para que consigan las respuestas que quiero que respondan.
Como en la reciente encuesta CEP, por ejemplo, donde en la pregunta cómo perciben la situación económica del país, las opciones de respuesta eran notoriamente sesgadas en términos negativos: 1.- el país está progresando, 2.- el país está estancado y 3.- el país está en decadencia.
O le presento al encuestado una situación política sesgada y polarizada. Por ejemplo, en la encuesta CEP la preguntan a los encuestados si en términos políticos se define de derecha o de izquierda. Y dejan afuera la opción “de centro” o a los “independientes”.
O redacto una pregunta sobre la intención de voto de los encuestados, por ejemplo, en la página 32 de la encuesta CEP en cuestión, donde en ninguna parte se pregunta “si el plebiscito constitucional fuera el próximo domingo, usted por cual opción votaría, apruebo o rechazo”, pero la pregunta ha sido elaborada de un modo indirecto para obtener la respuesta que quiero obtener.
No faltan también las preguntas que presentan un tema, pero las opciones de respuesta, hablan de asuntos distintos.
En la página 29 de la encuesta CEP, se pregunta a los encuestados por los efectos que produciría la nueva Constitución y las opciones de respuesta son: 1.- probablemente ayude a resolver los problemas; 2.- probablemente empeore la situación; y 3.- probablemente las cosas sigan igual. El subrayado es nuestro. Entonces, ¿de qué están preguntando, sobre los problemas, la situación o sobre las cosas?
Brillante ejemplo de pregunta para manipular encuestas y engañar a incautos.
A la hora de aplicar “en terreno” una encuesta, puedo elegir a quienes voy a entrevistar. En Chile hay vigentes y activos 25 millones de teléfonos celulares, en un país que cuenta con 19 millones de habitantes.
Las empresas encuestadoras, compran paquetes de números telefónicos y construyen muestras de individuos. Esas muestras, una vez “probadas” serán utilizadas en sucesivas encuestas a lo largo de meses y años, a quienes se les va a preguntar sobre los más variados temas: el desempeño de la alcaldesa de Providencia, la delincuencia que está desatada, la percepción del desempeño del gobierno, los diputados que conoce, la reciente entrevista en la televisión a la alcaldesa de Providencia, el reciente atentado en la Araucanía, si conoce a la alcaldesa de Providencia, si le gustó o no que el Presidente no use corbata o si cree que la alcaldesa de Providencia es la líder política más destacada.
Puede decirse que las encuestas son como los chicles. Se mastican un rato y cuando se diluye el sabor dulce, se desechan…o se dejan pegados debajo de la mesa… hasta que viene un incauto y lo encuentra, pero ya no sirve.
