Cerrojos constitucionales y de la memoria [Por Mauricio Vidal Guerra]
No hay que ser un erudito en materia política para darse cuenta de la desesperación (desde el inicio del proceso constitucional) por parte de la derecha política y económica frente al proceso en si, y posteriormente a las normas aprobadas en el borrador final de la futura Carta Fundamental.
Desesperación porque los candados que se pensaron y se pusieron en marcha están desapareciendo poco a poco, como el humo de un cigarrillo. Desvaneciéndose entre los dedos de quienes han ostentado el poder de la toma de decisiones en los últimos 40 años. Decisiones que han afectado a la gran mayoría de las personas, y que han provocado concentración de riqueza e injusticia social de sobremanera.
Los ideólogos de la Constitución creada durante la dictadura de Augusto Pinochet crearon diversos mecanismos para limitar el margen de acción política en plena democracia. De este modo, perpetuar el modelo político y económico del régimen. Los altos quórums de reforma a la Constitución, las Leyes Orgánicas Constitucionales y el Tribunal Constitucional han impedido específicamente muchos de los cambios que por décadas ha demandado la ciudadanía en su conjunto.
Hay que ser claros y responsables, la Constitución de 1980 fue concebida como una camisa de fuerza para la democracia. Apuntando directamente a una serie de cerrojos para restringir la intervención política sobre el legado de la dictadura cívica y militar.
Fuerte y claro lo dejaba escrito en una revista de la época, su ideólogo, Jaime Guzmán: “Es decir, que si llegan a gobernar los adversarios, se vean constreñidos a seguir una acción no tan distinta a la que uno mismo anhelaría, porque el margen de alternativa que la cancha imponga de hecho a quienes juegan en ella, sea lo suficientemente reducido para hacer extremadamente difícil lo contrario”. Más claro que el agua.
Hace algún tiempo, la cientista política y experta en Constitución Claudia Heiss en una entrevista señalaba lo siguiente: “Tenemos un sistema poco democrático y bastante oligárquico, donde gobiernan los ricos y les ponen las reglas a los pobres. Y eso deslegitima el sistema. Ninguno de los señores que está legislando sobre pensiones recibe los $150 mil de pensión que tienen muchos chilenos. Y no solamente no tienen esas pensiones: muchos ni siquiera conocen gente que las tenga”.
Muchas y muchos que están dentro de la clase política, por más que quieran, sencillamente no pueden ni podrán “ponerse en los zapatos” de quienes viven otras realidades. Y eso, no es tan difícil de entender.
El primer gran cerrojo que se logra abrir, y que se elimina en la nueva Constitución es el del Estado subsidiario instaurado bajo la dictadura de Augusto Pinochet. Ahora, el Artículo 1 de la Nueva Carta Fundamental dice que: “Chile es un Estado social y democrático de derecho. Es plurinacional, intercultural y ecológico”, además el artículo aprobado añade que “se constituye como una República solidaria, su democracia es paritaria y reconoce como valores intrínsecos e irrenunciables la dignidad, la libertad, la igualdad sustantiva de los seres humanos y su relación indisoluble con la naturaleza.
En sencillo, lo que se ha buscado durante años y lo que ha desarrollado el trabajo constitucional es un Chile con más democracia, con mayor inclusión. Guardando respeto irrestricto a las tradiciones institucionales. Un país libre y con igualdad de género. Con respeto y reconocimiento a los pueblos originarios. Un Chile que proteja la naturaleza y el medio ambiente de manera equilibrada. Que garantice nuestro derechos por sobre todas las cosas, y que tenga una economía responsable.
Además, y bajo mi punto de vista de lo más importante para nuestro territorio, y por lo que hemos luchado por décadas desde Magallanes, un Estado Regional. Chile es definido en la nueva Constitución como un Estado Regional, una fórmula que asegura un adecuado balance entre autonomía regional y comunal y unidad territorial. Significa que las regiones, comunas y territorios especiales ejercen atribuciones de naturaleza política, financiera y administrativa, pero dentro del marco de subordinación a la Constitución y las leyes, lo que debe tranquilizar a los escandalosos ó a quienes pudiesen tener algún temor por la fragmentación del Estado o su falta de sistematicidad.
Un formato sensible absolutamente a la diversidad cultural, que permite su acomodo en un marco de colaboración, solidaridad y respeto por las diferencias, y que posibilita definir una estructura orgánica básica de acuerdo con las necesidades propias. Al mismo tiempo, se asegura que los gobiernos regionales y locales posean suficiencia presupuestaria para el ejercicio de sus atribuciones.
Son solo algunos de los puntos que a muchos puede gustar, y a otros incomodar. Pero lo más complejo de todo esto, es que muchos se han dedicado a simplemente tergiversar el contenido de la nueva Constitución. A conveniencia, apuntan a los errores (y horrores) de algunos convencionales. Como si el tejado de vidrio ya no existiera. O como si en las familias nunca hubiera deambulado la tan famosa “oveja negra”. Pasa en todas partes, y hay que separar la paja del trigo. Las mentiras, los gritos, las discusiones sin sentido. Son mucho más conveniente, para los incómodos y las incómodas, que esto sea un caos, mostrar todo como un desorden, un gastadero de plata, un circo, un chamuyo, y muchos etc más…
Es más fácil porque la ignorancia de las personas provoca que los incómodos tengan más adeptos. Ciegos seguidores que por flojera, comodidad, o por una venda de conveniencia económica o ideológica, siguen al ganado a propia voluntad.
No voy a redundar en lo histórico del próximo 4 de septiembre. Y en la posibilidad impensada hasta hace algunos años de poder llevar adelante estos cambios. Nos merecemos algo mejor, mucho mejor de lo que hemos tenido hasta ahora. Y para eso, debemos estar a la altura. Ser responsables en comparar los textos, y mirar cómo actúan las políticas y los políticos. Qué buscan con estos manotazos de ahogados, con estos proyectos de último minuto.
El pueblo de Chile votó de manera rotunda por dejar atrás de una vez por todas la Constitución nacida en dictadura, y al mismo tiempo, en que la nueva Constitución sea hecha por la ciudadanía, no por el Parlamento. Parece que la memoria es mucho más frágil que antes…
Y pareciera además, que muchas y muchos, sobre todos quienes están incómodos, se les olvidó lo que sucedió en este país en octubre del 2019.
Es que bueno, la memoria y los recuerdos son tan convenientes según las circunstancias. Cuando se pierde la memoria sobre algún acontecimiento, también se pierde la capacidad de reflexión, y la memoria no se puede extirpar como un tumor.
La historia, triste o no, nos deja su sello y nos transforma en alguien. Nuestra existencia es un resumen de recuerdos, y somos todo eso que hemos vivido.
