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Cuando la militancia verde prefiere mitos y datos falsos para no bajar banderas (Por Claudio Andrade)

Ha pasado más de medio siglo desde que las primeras ONGs comenzaron a apuntar con el dedo el desarrollo de la energía nuclear. Greenpeace, por caso, que prácticamente nació con esa consigna y luego avanzó sobre otras como los transgénicos y la salmonicultura.

La asociación que estos grupos hicieron, a través de sus discursos insistentes y segados a lo largo de los años, entre desarrollo industrial y el apocalipsis, resultó tan pegajosa como falsa. O, en el mejor de los casos, errónea.

Los científicos, en clave didáctica, han agotado argumentos explicándoles a los militantes más extremos que la energía nuclear es segura, limpia y puede resolver los problemas de distribución del planeta.

También que los transgénicos representan un avance al generar semillas que ahora son capaces de enfrentar climas adversos, enfermedades tradicionales y ser resistente a variables que en otros momentos las hubieran destruido.

La acuicultura ha terminado por demostrar que su producción alivia la carga existente sobre el mar. Es decir, totalmente al revés de lo que se denuncia habitualmente. La acuicultura siembra el mar, no lo despoja, como se suele decir en el sector.

Allí están los estudios más recientes para demostrarlo. El mundo hoy produce bajo estas condiciones más de la mitad de sus alimentos. Pensemos en los camarones de Ecuador, los mejillones, salmones y truchas de Chile, largo etcétera. Todos productos que además han disparado el empleo y el ingreso de dólares en estos países.

Sin embargo, como si tuvieran temor de dejar esas antiguas banderas, las ONGs insisten en que las compañías, los proyectos y los avances que crecen en esta dirección, están destruyendo el planeta.

En sus campañas subrayan puntos que hace tiempo, años, décadas en algunos casos, se encuentran dirimidos.

La energía nuclear probó con creces sus posibilidades, su seguridad, su eficiencia, y hoy en día se diseñan micro reactores que podrían ser utilizados en los centro de datos que sostienen la IA, no obstante el rechazo y la argumentación errónea continúan su danza.

Tanto más ocurre con los adelantos en los transgénicos. Grupos de científicos llegaron al punto de escribir cartas públicas a Greenpeace para que revea sus argumentos respecto de esta materia porque han quedado desactualizadas.

“Los órganos científicos y reguladores de todo el mundo han demostrado repetidamente y de una forma consistente que los cultivos y alimentos mejorados biotecnológicamente son tan seguros, o más, como los derivados de cualquier otro método de producción”, indica en uno de sus párrafos.

“Greenpeace ha liderado la oposición al arroz dorado, una variedad que tiene el potencial de reducir o eliminar gran parte de las muertes enfermedades causadas por la deficiencia de Vitamina A, que tiene el mayor impacto en las personas más pobres de África y el Sudeste de Asia”, agrega.

Con la salmonicultura ocurre algo muy similar. Desde hace 30 años la salmonicultura viene innovado fuertemente con el propósito de aminorar el impacto y alcanzar nuevos y mejores estándares de calidad para sus productos.

Pero en esto las organizaciones como Greenpeace y Océana, se muestran absolutamente conservadoras. No les interesa la realidad sino su propio discurso. Un discurso que no es ambiguo: no quieren actividad económica en el sur de Chile. Un hecho que nos lleva a otro punto, sin actividad tampoco hay población. Un anhelo que algunos grupos verdes tampoco ocultan. Cuantos menos en la Patagonia, mejor.

Por dar apenas un ejemplo, el año pasado Oceana publicaba un artículo donde aseguraba que la salmonicultura “requiere de grandes cantidades de aceite de pescado para crecer, insumos que provienen de peces como la anchoveta y la sardina que son fuente de alimento para muchas comunidades costeras del mundo”.

Sin embargo, la industria explicó largamente, y lo sigue haciendo, cómo ha ido modificando la dieta del salmón por otros productos más sustentables.

“Eso es falso, se usa poco aceite de pescado actualmente, ha cambiado mucho todo”, indica alguien de la actividad. Hoy la dieta está compuesta mayormente por ingredientes que tienen origen vegetal como soja, trigo y también se ha incursionado con insectos que proporcionan proteínas de alta calidad.

Pero la “denuncias” mediáticas continúan basándose en datos equivocados y que estos grupos prefieren. Entonces no se trata tanto del “enemigo” sino de evitar reconocer que el mundo se transforma y puede ser más sustentable y moderno. Aunque aceptar eso sería, para ellos, bajar banderas y tal vez perder adherentes.