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¿Chile es realmente uno de los países más inseguros de Latinoamérica?

La delincuencia y la percepción de inseguridad se han instalado como uno de los principales temas del debate público en Chile. Sin embargo, al contrastar el discurso dominante con los datos comparados a nivel regional, surge una pregunta clave: ¿la realidad chilena justifica el clima de temor que se ha construido o estamos frente a una narrativa amplificada en relación con el contexto latinoamericano?

De acuerdo con índices internacionales que miden tasas de homicidios, delitos violentos y percepción de seguridad, Chile se mantiene entre los países con menores niveles de criminalidad en Sudamérica y, en términos más amplios, en la mitad superior de América Latina, lejos de las cifras que exhiben naciones como Venezuela, Honduras, El Salvador (en años previos a su actual política de excepción), Brasil, México o Colombia.

En Sudamérica, Chile suele ubicarse entre los tres o cuatro países con menor tasa de homicidios, junto a Uruguay y Argentina, muy por debajo del promedio regional. A nivel latinoamericano, si bien no lidera los rankings de seguridad, se encuentra claramente distante de los países con violencia estructural y crimen organizado de alto impacto.

Esto no implica desconocer un aumento real de ciertos delitos, especialmente robos violentos, encerronas o crimen organizado emergente, pero sí obliga a poner el fenómeno en perspectiva comparada.

El miedo como discurso político y mediático

Para diversos analistas sociales y académicos, la sensación de inseguridad en Chile no guarda una relación proporcional con los niveles reales de violencia letal, sino que se ve fuertemente influida por factores comunicacionales, políticos y culturales.

El antropólogo social Juan Carlos Skewes ha señalado en distintos foros que Chile atraviesa una crisis de confianza institucional más que una crisis de violencia estructural, donde el miedo se transforma en un factor de cohesión política y control social. En la misma línea, otros especialistas advierten que la reiteración mediática de delitos de alto impacto contribuye a una percepción de amenaza permanente, incluso cuando las estadísticas muestran que Chile sigue siendo comparativamente más seguro que gran parte del continente.

Uno de los principales problemas del debate público es que Chile tiende a compararse con su propio pasado reciente, especialmente con la década de 1990 y los primeros años del 2000, cuando los niveles delictuales eran más bajos y la violencia menos visible. Esa comparación, válida en términos históricos, pierde perspectiva cuando se utiliza para instalar la idea de un “colapso” de la seguridad.

Cuando la comparación se realiza con el resto de Latinoamérica, el panorama cambia: Chile no enfrenta aún escenarios de control territorial del crimen organizado, ni tasas de homicidio propias de países con economías ilegales consolidadas, como el narcotráfico transnacional o la minería ilegal armada.

Antropólogos y sociólogos coinciden en que la discusión sobre delincuencia no puede desligarse de factores estructurales como la desigualdad, la segregación urbana y la fragilidad del tejido social. En ese sentido, el énfasis exclusivo en medidas punitivas corre el riesgo de profundizar el miedo sin resolver las causas de fondo.

“La inseguridad también es una construcción social”, sostienen desde el mundo académico, advirtiendo que el deterioro de la vida comunitaria y la falta de confianza entre ciudadanos amplifican la sensación de amenaza, incluso en contextos donde la violencia no alcanza niveles críticos.

¿Un país más inseguro o un país más asustado?

Los datos comparados sugieren que Chile no es uno de los países más inseguros de Latinoamérica, aunque sí es un país donde el temor ha crecido con fuerza. La pregunta que queda abierta es si la agenda pública está orientada a enfrentar el fenómeno con políticas integrales y basadas en evidencia, o si seguirá predominando un discurso que, más que seguridad, administra el miedo.

Porque respecto de Latinoamérica, donde la violencia real cobra miles de vidas cada año, Chile aún está lejos de los peores escenarios, pero cada vez más cerca de parecerse a un país que vive con miedo de serlo.

Redacción ZonaZero.cl