ONGs: alentando el despoblamiento y el subdesarrollo (Por Claudio Andrade)
El protagonismo de las ONGs en el mundo, y por supuesto en el Chile actual, todavía está muy lejos de resultar esclarecido. Estas organizaciones en teoría sin fines de lucro han terminado por condicionar las políticas económicas de amplias regiones del planeta.
Cuando en los 70 Greenpeace hizo su aparición en el tablero internacional su papel estaba reducido a las advertencias que podía provocar el uso indiscriminado de la fuerza nuclear. Con el tiempo, la ONG tomó posiciones contrarias a todo el desarrollo nuclear, la pesca de determinadas especies, los combustibles fósiles y los transgénicos.
Aun cuando desde entonces científicos le han advertido a sus directivos sobre los beneficios de estos desarrollos, la ONG mantiene una línea dura que no los admite.
No somos suficientemente conscientes del papel delicado y estratégico que representan estas organizaciones que reciben millonarios fondos desde espacios que no están claros.
El hoy senador y antes diputado por Aysén, Miguel Ángel Calisto, presentó hace ya años un proyecto de ley en el Congreso que obligue a las ONGs a blanquear el origen de los dineros que las sostienen.
Un cambio que podría revelar muchísimo en este tablero en el que hay jugadores que se esconden detrás de consignas “morales” vinculadas al medioambiente.
Sin embargo, no se trata solo de medioambiente. El papel de estas organizaciones ha quedado tan desdibujado que a esta altura cuesta saber cuáles son sus verdaderos propósitos y qué pretenden con sus campañas. Qué hay más allá, en realidad.
En el terreno político, el millonario Elon Musk viene denunciando en Estados Unidos la dinámica de las ONGs que reciben miles de millones de dólares para operar en la escena partidaria americana.
En Chile llevamos largo tiempo soportando la moralina y las lecciones de vida de organizaciones extranjeras que no tienen un punto de contacto legítimo con el país. Desde sus directorios emana una preocupación por situaciones que exceden al pueblo chileno. Porque hablan de Chile como un punto geográfico pero no como una cultura. O la ignoran. O no la prefieren.
Aun así, lograron introducirse en el sistema administrativo nacional e influir en la composición de las normativas, leyes y protocolos que afectan a la industria chilena. Lo saben bien los empresarios inmobiliarios y los que impulsan el llamado hidrógeno verde, por ejemplo.
No han dudado algunas de estas ONGs en esparcir mentiras sobre los productos que les incomodan. La salmonicultura es apuntada en redes con “cápsulas informativas” plagadas de datos erróneos, desactualizados cuando no falsos.
Hace unos días el diario de izquierda inglesa “The Guardian” dedicó un amplio artículo en donde se “denuncia” la situación de los buzos chilenos que trabajan en el sector. Lo hace a partir de denuncias hechas por ONGs. El diario soslaya que la industria evolucionó notablemente en la última década. El artículo contiene errores que fueron desmentidos por Loreto Seguel presidenta ejecutiva del Consejo del Salmón. Justamente la industria nacional ha perfeccionado sus prácticas para garantizar mayores estándares de seguridad.
En el mismo artículo se menciona que la salmonicultura comenzó en Chile en la época del gobierno de Augusto Pinochet, como si esta referencia sirviera para asociar al sector con el gobierno militar y el conflicto político subyacente.
“Somos conscientes de que siempre habrá críticas, porque somos una industria exportadora con grandes responsabilidades. Pero ese reportaje carece de rigurosidad técnica y, en muchos pasajes, derechamente miente. Desde el Consejo del Salmón trabajamos con datos, conocimiento y no sólo con cuñas. Llevamos más de dos años trabajando con la OIT en una agenda inédita de derechos humanos, junto a ChileValora en perfiles laborales de buzos. Por eso uno se pregunta a qué realidad alude ese titular. Lo esperable sería un abordaje serio de estos temas”, dijo Seguel a El Dínamo.
Difícil de determinar con toda certeza qué hay detrás de estos empeños (o macro empeños) cuando las propias ONGs parecen ocultarse bajo mantos misteriosos. Pero podemos comprender que la densidad poblacional en el sur de Chile es uno de los problemas críticos para estas organizaciones. De allí se desprende su vocación por librar guerras contra industrias que logren dar amplio empleo y crecimiento económico.
En lo que atañe a la Patagonia chilena este tipo de organizaciones buscan en principio el despoblamiento. Para ello es vital alimentar una imagen negativa del progreso industrial y tecnológoco.
¿Hacia dónde va finalmente todo eso? Pues, ya es territorio de la especulación. Aunque las visitas de mega millonarios que a su vez tienen relación con poderosas ONGs hacen pensar que hay más ideas al respecto.
En principio, convertir la Patagonia en un gran parque donde prácticamente no viva nadie, aun si esto atenta contra el desarrollo de las regiones extremas y del país.
