Hace dos meses en el oficialismo proyectaban que su candidata, Ana Mayorga, ganaba por uno o un cuerpo y medio las elecciones municipales. Eso en el peor de los casos. Esta certeza trascendía el edificio municipal.
El sueño del alcalde Fernando Paredes era que su heredera recibiera, como él en la elección de 2016, no menos de 4000 votos.
El equipo de campaña no podía mostrarse más de acuerdo. Herencia natural.
En el seno de la UDI se imaginaban una elección corta. Unos 7000 votantes, incluso por debajo, en una prolongación del voto en el Proceso Constituyente 2020. El propio Paredes aseguró en varias entrevistas que la derecha tenía un voto duro del 20% del total.
Pensando en Puerto Natales, Mayorga podía permanecer tranquila de conseguir 1400 a 1500 votos, más los que sumara en su esfuerzo de campaña. En 2016 la candidata había obtenido 1676. Su mejor performance.
Superar los 3000 era la meta de Mayorga como de Antonieta Oyarzo para sentarse en la mesa de los posibles ganadores.
¿Por qué 3000? Porque en una elección corta de 7000 votos se estimaba que los demás candidatos, más los votos en blanco y nulos, superarían con suerte los 1000 votos.
De este modo las dos protagonistas se pelearían por los restantes 6000.
Ana debería contar en su haber con 2500 a 2600. 1000 más que su mayor elección no resultaba tan ilógico desde esta perspectiva. Solo quedaba apretar la marcha y hacerse con 500 más. El triunfo estaba a la vuelta de la esquina, siguiendo esta línea de pensamiento.
Del otro lado estaba Oyarzo. En una cuenta hecha por los analistas consultados por Zona Zero en marzo, la candidata independiente sumaba al menos 2500 votos. Esto reconociendo adhesiones entre los profesores, salud, taxistas, parte del comercio y clubes deportivos.
Con una campaña de inclusión y sin agresiones, Oyarzo estaba cosechando casi lo necesario para disputar el trono municipal.
En abril Oyarzo profundizó la campaña, apuntó a los deseos de los natalinos y capitalizó las denuncias que comenzaron a aflorar con renovadas fuerza en el seno mismo de Paredes.
Mientras Oyarzo hablaba de transparencia y ciudadanía, el dúo Paredes-Mayorga mantenía un sospechoso silencio cuando la calle y los medios independientes denunciaban indemnizaciones millonarias a discreción, juicios multimillonarios perdidos en los tribunales, obras demoradas o terminadas a los tropezones y hasta contrabando de cigarrillos por parte de Uberlinda Mansilla, la madre del alcalde.
Oyarzo hizo contacto con el vecino cansado de los desmanejos y de las arbitrariedades municipales. Con los jóvenes que reclamaban una posición menos laxa frente a los embates al medioambiente. Con los adultos jóvenes que habían salido a la calle en su momento a reclamar por un país más justo.
Para todos ellos la política tradicional estaba y está en deuda.
El sábado 15 fue el día de los militantes y los adultos, pero el domingo 16, después de las 15, se transformó en la jornada de una generación que no acostumbra a levantarse el día de las elecciones. Cambió.
El análisis de Paredes nunca los incluyó. Ningún miembro de la clase política tradicional, ningún analista de la prensa emblemática de Magallanes fue capaz de predecir este vendaval. La suma de dos energías: la figura de Oyarzo y la de la Coordinadora Social.
No se tomaron el trabajo de mirar las redes sociales de la organización que indica: 1569 seguidores en Instagram y 2505 en Facebook.
No, lo vieron. Tampoco les importó.
Ese llamado transversal. Esa convocatoria desde la ética. Esa música sumó más de 2000 votos a la contienda. En algún lugar del éter pasaron a ser de 7000 a 9000 electores. Para cuando Mayorga tomó dimensión de que cualquier sondeo daba cuenta de la diferencia ya era tarde.
Porque no hay dudas de que el cuaderno de la UDI tenía anotados 2500 nombres y pasó gran parte de abril sin poder agregar los 500 que le faltaban. Lo consiguieron, si, pero en el último braceo y dejando muchas promesas en el camino. Algunas delirantes, según pudo saber este medio.
En un recurso final y desgarrador, Mayorga llamó a cambiar el municipio de su padrino, alentó la revolución, le reclamó a todos y todas que le devolvieran el favor. No pocos acudieron a su rescate. Unos 3000.
Pero la marea era imparable. Si, hipotéticamente hablando, Oyarzo contaba 2500 en marzo, a finales de abril había tomado por asalto la elección con otros 1000 votos y contando.
Fueron 5093, casi el 60% del electorado.