Planta Entrevientos de Punta Arenas: las historias de vidas de sus operarios

26 de mayo de 2022

A veces nos olvidamos. Detrás de cada traje blanco, bajo los protectores auditivos, ocupando gruesas botas de goma, hay personas que sueñan, que proyectan.

El trabajo en las plantas procesadoras de salmón tiene facetas altamente industriales que pueden afectar la percepción de lo que realmente ocurre al interior de esos equipos.

Porque cada operario sabe que la responsabilidad y el compromiso son parte esencial de su desempeño. Para ingresar a la planta y enfundarse el mameluco hay que estar enfocado. Es un hecho.

Cada operario cumple un rol imprescindible que es parte de un engranaje que no debe fallar. De eso depende el sustento de todos y el éxito de la empresa.

De este modo lo ven los trabajadores de la planta Entrevientos. La unidad productiva, fundada por Blumar y Multiexport Foods, comenzó a funcionar hace casi 2 años y requirió una inversión de USD 60 millones aproximadamente.

En la planta el ritmo es permanente y no baja. La larga ruta del salmón cumple aquí el ciclo final para su comercialización a mercados de todo el planeta. El producto tiene paradas obligadas en su conversión al filete y posterior empaque. El resto es materia de logística y finalmente territorio de la gastronomía.

Maritza, experiencia y talento

En medio de este mega laboratorio, donde todo reluce y la higiene es prioridad de alto rango, Maritza Barrientos Ojeda cumple su labor con destreza natural. Pertrechada de su cuchillo, uno tras otro va transformando la carne en “filetes”.

“Soy operaria del filete”, explica cuando se le pregunta por su actividad. Martiza, tiene 58 años, es una mujer fuerte, una característica que se refleja en su mirada, en los movimientos de su cuerpo. “Yo recupero los filetes, tengo que dejarlos limpiecitos para envasarlos” detalla con alegría.

“Tengo dos hijos, Pedro y Vanesa, pero no soy abuela”, continúa refiriéndose a su vida personal.

Hace 15 años que Maritza se desempeña en la industria. Ha pasado por otras empresas y escenarios, siempre convencida de que estaba haciendo algo para lo cual tiene talento y experiencia.

“Vine personalmente hasta la planta a dejar mi currículum. He trabajado en el erizo, en los frigoríficos y esta era una opción nueva. A los 15 días me llamaron”, cuenta.

“Este es un trabajo estable, ya tuve mis vacaciones y estoy feliz, me gusta lo que hago”, concluye.

Felipe, un lugar para crecer

En una publicación de Instagram una chica conocida de Felipe Cárdenas comentó que las condiciones de trabajo en las plantas eran muy duras. “Que nos explotaban, yo no sé de dónde sacó eso, porque estoy seguro que nunca vieron por dentro una planta”, dice el joven de 23 años, que exhibe uno de sus brazos cubierto de un elaborado tatuaje en tinta negra.

“El ambiente de trabajo acá es muy bueno, te vas haciendo de amigos y lo importante es que cumplas y hagas la pega con responsabilidad, eso te permite crecer porque a la gente joven le dan muchas oportunidades”, continúa el joven que antes postularse había quedado sin empleo.

“Unos amigos me recomendaron venir, pagan acorde a lo que se trabaja, puedes ir subiendo. A mi me corresponde trabajar en la línea de producción, hay que estar atento a que todo funcione, la línea y las máquinas”, explica Felipe.

Génesis, el encanto del trabajo bien hecho

Génesis Ovando Vidal tiene una definición para su trabajo en Entrevientos: “¡Me encanta!”, exclama.

Cuando llegó a la planta estaba desempleada y fue su hermana Camila, quien ya trabajaba en el lugar, quien la alentó. “Nunca había estado en el sector, dejé mi currículum y me llamaron. Empecé en empaque y ahora estoy en el área administrativa, aquí te dan hartas oportunidades”, detalla la joven de 25 años.

José, de Cali al sur

En la planta la concentración de sus operarios es clave para una actividad cuya dinámica requiere velocidad y eficiencia. La estructura, que emplea a unas 500 personas regularmente, puede alcanzar una producción de 50 mil toneladas anuales de filetes y formato HON.

José Esteban Torres Acosta, tiene 31 años y representa todavía menos. También lleva tatuajes, un gorro urbano de color rojo y una gran sonrisa en el rostro.

José es supervisor de producción y nació en Cali, Colombia. “Hace tres años que estoy en Chile, me gusta la tranquilidad, la seguridad”, cuenta.

Ingresó a la planta cuando se le canceló el contrato que tenía con otra empresa. “Me ofrecieron entrar en supervisión y me gusta este trabajo, sobre todas las cosas te exige ser responsable”, señala.

El también se ha hecho tatuajes de los que se siente orgulloso. Después de la charla, se excusa porque tiene que regresar a su puesto.

Afuera de la planta empiezan a llegar los empleados que harán los siguientes turnos siguientes. Cada uno atraviesa el protocolo sanitario antes de ingresar. La actividad nunca se detiene.

Escrito por: Redacción Zona Zero