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La incomodidad por el periodismo [Por Mauricio Vidal Guerra]

Hacer periodismo incomoda a muchas personas. A las autoridades, a sus cercanos, a funcionarios, a sus equipos de confianza… Cada vez que hay algo que no les parece en una crónica, un artículo, una columna de opinión, o lo que sea, lo hacen ver con rabia y hasta desesperación. No es nada raro que cada vez que se llega al poder, comienzan a aparecer los fantasmas, los delirios de persecución, las ansiedades, los descontroles del impulso.

Los mensajes fuera de contexto hacia un periodista, ó a un medio de comunicación pidiendo explicaciones del por qué de tal o cual párrafo publicado. Esto ocurre, sencillamente por el desconocimiento (o la creencia de saber lo que realmente no se sabe) respecto del manejo de medios, o específicamente de las estrategias comunicacionales que cada línea editorial decide llevar adelante.

Bertrand Russell (1872-1970) afirmó en una ocasión que el poder posee un valor muy similar al de la energía para la física. Consideraba que constituía el impulso básico del comportamiento humano, y al mismo tiempo, señalaba que el ansia de poder es una parte de la naturaleza humana.

Hay un cierto grado de subrealidad al llegar a tener aunque sea una pequeña gota de poder, o sentirse cerca del mismo. Hacer acuerdos, no respetarlos, superarlos, volver a acordar… negociar. Pedir favores, levantar la voz, enviar mensajes de whatsapp, no responder mensajes de whatsapp cuando ya se ha conseguido lo deseado, y así interminablemente. Lastimosamente la forma de hacer política ha ido cayendo sin contrapeso en esto. Un escenario de bajo nivel, donde el que la sigue la consigue, sin mayor contenido o propuestas interesantes respecto de algo puntual.

Sin mencionar que el deporte de “trabar la rueda” e ir en contra de todo lo que diga o haga mi contrincante de ideologías o pensamientos, se ha hecho demasiado popular en nuestra sociedad. Si hubiera un torneo de dicha “disciplina” seguramente jugaríamos la final cada año. 

Cuando estaba la administración alcaldicia de Fernando Paredes en Puerto Natales, cada vez que se publicaba una información respecto de su gestión (en ZonaZero ó en el BDR) se nos enrostraba pública y privadamente que éramos tendenciosos. Que había una animadversión con el ex alcalde, que éramos mal intencionados. Incluso que algunas de las cosas que se escribían o mencionaban venían desde el equipo de la entonces candidata a la alcaldía Antonieta Oyarzo. Nada más alejado de la realidad. Simple reporteo, investigación, fuentes confiables. Periodismo en definitiva. Entonces, para nada resulta una sorpresa que la tortilla se haya dado vuelta, y que hoy en día ocurra exactamente lo mismo pero al revés. La entrega de una información (o de varias), una crónica interpretativa, un artículo lleno de datos, una mirada editorial, significa nuevamente ser tendenciosos. Es como el cuento de nunca acabar. Me conviene algo cuando estoy al otro lado de la vereda, pero cuando estoy de este lado me conviene todo lo contrario… 

Increible lo que provoca el periodismo… Y el poder.

Pero no es solamente el caso de Natales. Hay encargadas o encargados de comunicaciones, o jefes de gabinetes, que creen tener más poder incluso que las propias autoridades. Han sido capaces de cuestionar las formas que un periodista hace una entrevista, u opina respecto de un acto de sus superiores. La incomodidad que generan las comunicaciones bien ocupadas saca a muchas personas de su centro o entendimiento de cómo hacer su pega. Y al mismo tiempo, le hacen un tremendo daño a seremis, o autoridades en general, por creer tener más poder o sentirse cerca del mismo. Y claro, es que la gente cambia. Es sencillamente un impulso básico del comportamiento humano.

La costumbre de hacer relaciones públicas, en vez de periodismo, en nuestra cultura comunicacional magallánica es responsabilidad de los propios dueños de medios de comunicación regional a lo largo de nuestra historia. Ellos han sido los gestores de que autoridades, empresas, comercio y tantos más, crean que por pagar una publicidad o contratar espacios en medios, tendrán el derecho a ser intocables. A que no se les critique, a que no se publique nada en su contra. A que no puedan haber opiniones negativas, o visiones distintas a lo que ellos quieren y buscan. Entonces, cuando se hace periodismo, o se publica algo que incomoda, comienzan los ataques, los adjetivos calificativos, el burdo pensamiento de que hay algo detrás con negras intenciones… 

A esta altura, ya corresponde de que sean los propios medios los que se hagan cargo de esta mala costumbre arraigada por años en nuestros micrófonos, páginas y espacios mediáticos. Porque cuando hay gente que cambia al llegar al poder, o sentirse mínimamente cerca de este, piensa que las informaciones deben tener una sola dirección o visión. Nada más alejado de lo que realmente significa informar, hacer periodismo, y tener espacios abiertos a la tan escasa y esquiva objetividad.