En la histórica jornada del 18 de septiembre de 1810 en donde se constituyó la Primera Junta de Gobierno que inició el proceso de independencia nacional de la corona española, se estableció también, una invitación especial a los habitantes de la colonia representados por partidos en diversas provincias, para que, en lo sucesivo, se pudieran reunir en Santiago, y decidieran “el sistema que más conviene a su régimen y seguridad y prosperidad durante la ausencia del Rey”.
En aquella proclama se mencionó que los distintos candidatos debían inscribirse en los cabildos de cada provincia, señalando que “Los Diputados electos se hallarán en esta ciudad el día 15 de abril del año próximo de 1811, y se principiarán las elecciones el día 1° de mayo”.
Nada de eso ocurrió. El 1° de abril de 1811 se produjo el movimiento reaccionario encabezado por el teniente coronel de origen español Tomás de Figueroa que fue sofocado oportunamente, pero que concluyó con Figueroa y otros cinco sublevados condenados a la pena de muerte. Los cuerpos de los ajusticiados fueron exhibidos en la Plaza de Armas y luego, echados a una fosa común. Este último detalle hay que tenerlo siempre presente, porque a pesar de ser un hecho aislado, cobró vigencia en la guerra por la Independencia que sucedería más tarde, y durante buena parte de todo el siglo XIX hasta que se promulgara la ley de cementerios laicos durante la presidencia de Domingo Santa María González (1881-1886). El motín de Figueroa trajo consigo, el cierre de la Real Audiencia.
Las elecciones se realizaron finalmente el 6 de mayo de 1811. Una característica del proceso era constituir un Parlamento para sentar la mejor forma de gobierno mientras durara el cautiverio del Rey Fernando VII, que, para ese momento, se hallaba prisionero del ejército francés comandado por Napoleón Bonaparte. En síntesis, se legitimaba en la praxis, la potestad en la colonia del monarca español.
Otro punto que vale la pena destacar es que la Primera Junta de Gobierno se reconocía sólo en representación de Santiago. Se interpretó entonces, que la consolidación de un Congreso Nacional incorporaba la posición política y la opinión de las otras provincias que conformaban el reino.
Los cabildos tenían la facultad para establecer, además, quiénes podían sufragar y quiénes no. “Todos los individuos que, por su fortuna, empleos, talentos, o calidad gozan de alguna consideración en los partidos que residen, siendo vecinos, y mayores de veinticinco años, lo tienen igualmente los eclesiásticos seculares, los curas, los subdelegados y los militares, quedando excluidos, los extranjeros, los fallidos, los que no son vecinos, los procesados por delitos, los que hayan sufrido pena infamatoria, y los deudores a la Real Hacienda”.
Claramente, las elecciones marcaron la existencia de tres bandos o tendencias: los moderados, los patriotas o exaltados y los realistas. De acuerdo a la investigación de Luis Valencia Avaria, en el Tomo II de “Anales de la República”, los nombres de los primeros miembros del Congreso Nacional fueron:
Por Copiapó, Juan José Echeverría, patriota; por Huaco, Ignacio José de Aránguiz, moderado; Coquimbo, el sacerdote Marcos Gallo, realista; y Manuel Antonio Recabarren, patriota; Illapel, Joaquín Gandarillas Romero, moderado; Petorca, Estanislao Portales Larraín, moderado; Aconcagua, José Santos Mascayano, patriota; Los Andes, Francisco Ruiz Tagle, moderado; Quillota, José Ovalle y Vivar; Valparaíso, Agustín Vial Santelices, patriota; Santiago, Juan Agustín Alcalde Bascuñán, moderado; Agustín Eyzaguirre Arechavala, moderado; Francisco Javier Errázuriz Aldunate, realista; José Miguel Infante, Patriota; José Santiago Portales, moderado; José de la Cerda de Santiago Concha, moderado; Fray Pedro Manuel Chaparro, realista; Juan José de Goycolea, realista; Gabriel Tocornal Jiménez, moderado; Domingo Díaz de Salcedo y Muñoz, realista; por Melipilla, José de Fuenzalida y Villela, moderado; por Rancagua, Fernando Errázuriz Aldunate, realista; San Fernando, José María Ugarte y Castelblanco, realista y José María de Rozas y Melo, patriota; Curicó, Martín Calvo Encalada, Moderado; Talca, Manuel Pérez de Cotapos y Guerrero, realista y Mateo Vergara, realista; Linares, Juan Esteban Fernández de Manzano, patriota; Cauquenes, sacerdote Juan Antonio Soto y Aguilar, realista; Itata, Manuel de Salas y Corvalán, patriota; Chillán, Antonio Urrutia de Mendiburu y Pedro ramón de Arriagada, patriotas; Concepción, Andrés Alcázar y Díez de Navarrete, sacerdote Agustín Ramón Urrejola Leclerc y Juan Cerdán Campaña, realistas; Rere, Luis de la Cruz y Goyeneche, patriota; Los Ángeles, Bernardo O´Higgins Riquelme, patriota; Puchucay, Juan Pablo Fretes, patriota; Osorno, Manuel Fernández Hortelano, realista.
El primer Congreso Nacional debutó en sus funciones el 4 de julio de 1811 en el edificio que ocupaba la Real Audiencia, hoy Museo Histórico Nacional. Era el quinto Parlamento en el mundo y el primero de América Latina en ser constituido, precedido por el británico cuyo su origen se remonta a la Carta Magna de 1215; el Congreso de los Estados Unidos, en 1788; la Asamblea de Estados Generales de Francia, en 1789 y las Cortes de Cádiz de 1810, en España.
Juan Martínez de Rozas fue instituido como presidente incidental de la Junta por ser comisionado para abrir la primera Honorable Sesión pronunciando el discurso inaugural. Acto seguido, se designó a Juan Antonio Ovalle por ser el de mayor edad entre los parlamentarios, como presidente del nuevo organismo.