Entonces que se vengan los chinos (Columna de Javier Ruiz, Sociólogo)
Al inicio de la pandemia, los filósofos Zizek y Han polemizaron sobre cuáles podrían ser los efectos sociales de la pandemia. Zizek argumentaba que era posible que la sociedad recuperara cierto sentido colectivo al verse enfrentada a un enemigo formidable. Han retrucaba que lo más probable es que se iban a afianzar los impulsos individualistas, pero que con todo, ese no era el gran problema.
La disyuntiva más sería, según Han, es que dada la eficacia de los mecanismos de control del Estado chino para contener la pandemia, las democracias occidentales se verían tentadas a implementar estos mecanismos para el control de la pandemia y otras yerbas.
Hace unos días el informe sobre seguridad en Chile decía que en los últimos 7 meses, se habían producido 6000 encerronas y portonazos en Santiago, los asaltos de moda hoy día en la capital. Si hacemos la división la cifra a ojos de provinciano es espeluznante; 28 delitos de este tipo ocurren a diario en la capital. Y no se salva nadie. Anónimos y famosos caen por igual. La pregunta obvia es, ¿Qué hacer ante esta escalada?.
El discurso político duro, y el mayor control parecen no resolver el problema. La conversación de la gente sigue siendo la inseguridad, los delitos siguen cometiéndose y los medios remachan con una crónica policial que agota.
¿Y si tuviéramos la tecnología de la película “MinorityReport”?, es decir una tecnología tal que fuese imposible cometer un delito sin ser descubierto. En la película de Spielberg incluso se pueden saber los delitos antes que ocurran, algo más que perfecto, es decir 0 delincuencia.


La tecnología para esto consiste en unos videntes que sueñan precisamente delitos que se van a cometer en el futuro. Luego las computadoras identifican al futuro infractor, las policías van a la casa y lo detienen. Todo perfecto. La sociedad segura más ideal que se pueda concebir. Solo un detalle en la aproximación de Spielberg al futuro de la justicia. No se puede ir contra el principio democrático de la libertad individual. El delito se sanciona cuando se comete, no antes. Además que hay que probarlo. Es decir todo lo que constituye nuestra aparataje occidental de justicia.
Pero a falta de pan…se podría pensar perfectamente en elmodelo chino en que absolutamente todos los ciudadanos están en la red oficial del Estado y se les sigue en prácticamente todos sus movimientos. La dictadura perfecta dicen algunos.
Esto sería contrario a nuestra costumbre democrática occidental que respeta hasta cierto punto la privacidad de las personas y el libre tránsito. Pero las democracias occidentales están en crisis. Esta idea de la libertad, del dialogo, de cierta ambigüedad de cosas que no resuelven, le están pasando la cuenta hace rato a nuestro molde democrático.
Pensar un futuro próximo
No es descabellado pensar, que en futuro próximo, los ciudadanos decidieran que restringir la libertad personal y la privacidad para vivir seguros es un precio justo o un justo precio, para estar a la moda actual. No es de la ciencia ficción pensar que eso pudiera ocurrir.Imaginemos algo que ya está acá, entre nosotros.
Por ejemplo en Punta Arenas, seguramente una parte importante de la población extraña los toques de queda, sobre todos los fines de semana, porque la tranquilidad de la ciudad era muy evidente si se la compara con lo que ocurre hoy.
En la intimidad más de un funcionario policial o judicial, debe comentar de la sobrecarga de trabajo post pandemia y también añorar. Entonces una medida de regreso de un toque de queda de fin de semana en aras de la seguridad podría perfectamente implementarse.
Para eso habría que reformar la constitución actual o la que viene. Pero eso también se podría hacer. Pero si eso se hace se traspasa una línea. La línea de la tradición democrática del libre tránsito de las personas. Pero como la libertad hoy muy pocos la defienden y quienes lo hacen la defienden muy mal, si se hiciera un plebiscito para esta cuestión es probable que los chilenos, sobre todos los santiaguinos –los más jodidos- podrían aprobar tal medida.
Incluso se podría descentralizar la idea y que cada ciudad tenga su propia implementación, en base a un indicador por ejemplo; si sube mucho el color rojo, va su toque de queda. Luego los medios, como hacen con el tiempo, daría en reporte diario de toques de queda según ciudad. Y todos contentos. Habríamos recuperado cierta normalidad.
Aquí la pregunta es –pero no ahondare más en el asunto (por ahora)- ¿es posible una normalidad tal como siempre entendimos la normalidad, es decir, una situación de relajo de los habitantes, de una certeza segura de caminar, tener sus cosas, llevar a cabos sus acciones típicamente humanas?. No la contesto, solamente la enuncio.
Pero volviendo a la cuestión del artículo: en el mundo que se nos viene y en el que ya estamos viviendo, que es de la textura del riesgo y la incertidumbre, de cosas que no se pueden sostener mucho tiempo, nada, pero nada es descartable, incluso que se vengan los chinos con sus cámaras, sus premios, y sobre todo, sus castigos.
