La primavera trae consigo la renovación de la naturaleza y junto con ello, la proliferación de pólenes que nos hacen sufrir a los que padecemos hipersensibilidad a los alérgenos.
Se manifiesta de norte a sur, durante algunos meses, con un lagrimeo constante, la nariz mojada y el pecho apretado.
Cada vez son menos los inmunes a las alergias.
Asimismo, junto a estas molestas afecciones de temporada, las últimas semanas hemos tenido que respirar un aire enrarecido por la acción impune e irrespetuosa de la ultraderecha, que se niega a sepultar para siempre la institucionalidad heredada de la dictadura.
Tal como lo hicieron en Alemania, Italia y España, en los años que precedieron a la Segunda Guerra Mundial, han comenzado a infiltrar sus ideas totalitarias en sectores populares de las grandes ciudades de Chile.
¿Cómo han penetrado en las poblaciones?
La respuesta está contenida en la vieja fórmula de activar con un enemigo imaginario el miedo de las personas, un ser que poseería poderes casi mágicos para trastocar nuestra existencia desde las sombras, sin que podamos hacer mucho para evitar este sino trágico.
Desde que asumió la presidencia Gabriel Boric en marzo pasado, estos grupúsculos no han cejado en su empeño de personificar en el joven mandatario los males del mundo, y lenta pero sostenidamente han iniciado un proceso de desestabilización de su gobierno llamando de manera solapada, o en algunas ocasiones abiertamente, a una nueva cruzada golpista.
Sin duda, el triunfo del rechazo les sirvió para pregonar a los cuatro vientos que la ciudadanía dijo no al gobierno y a los cambios contenidos en su programa de transformaciones.
Lo que hemos presenciado en el Congreso, luego del retiro de los republicanos de las conversaciones que llevan adelante los partidos para poner en marcha un nuevo proceso constituyente y la instalación de una mesa paralela, es negarle la sal y el agua a la democracia, creando una falsa sensación de ingobernabilidad y desorden.
De ahí que no debe sorprendernos que parlamentarios como el diputado Gonzalo de la Carrera hayan transformado el hemiciclo de la Cámara en un permanente campo de batalla, donde todo vale para denostar al adversario, pues con su actitud refuerzan la percepción negativa que tiene la ciudadanía del trabajo legislativo que ahí se realiza.
Ya lo hicieron con la Convención Constitucional, que terminó absolutamente desprestigiada por las grotescas actuaciones de unos pocos en desmedro de la labor responsable de la mayoría de sus integrantes.
Los neofascistas socavan desde dentro las bases de la institucionalidad democrática con el objetivo de que las personas crean que nada funciona y que reina el caos. En ese escenario falso, la premisa es que solo un nuevo golpe de Estado podría evitar el colapso.
¿Cree que estoy exagerando el diagnóstico de la situación?
Le recuerdo que la ministra vocera Camila Vallejo debió responder al humorista de derecha y defensor de la dictadura Checho Hirane, quien en su programa de radio el viernes pasado respaldó los dichos de un auditor que estaba a favor de un golpe de Estado, señalando que “he escuchado a harta gente decir eso, que la única solución es un golpe de Estado, ojalá que no sea la única solución, ojalá que encontremos una salida democrática, pero yo la veo muy difícil”.
Vallejo puntualizó que “hay sectores ultraderechistas o neofascistas que aparecen en el debate público a través de redes sociales o incluso en el Congreso de manera muy violenta y belicosa”. Y agregó que “implica un desafío para todos los sectores democráticos, sean de derecha o de izquierda, el poder poner límites, porque necesitamos cuidar nuestras democracias. Hay quienes pretenden hacernos retroceder en los avances democráticos, por suerte es minoritario aún, pero hay que mirarlo con responsabilidad”.