Por Arturo Alejandro Muñoz
Es la troika derechista. Es el triunvirato donde todos quieren ser reyes, y en beneficio de ese deseo, todos los del triunvirato ponen en práctica ideas, ejercicios y marketeo para ganar el derecho a sentarse en el sillón principal. En la troika nadie es empleado, todos son jefes…
Piñera y Larroulet; Angelini e Ibáñez junto a Luksic y Paulmann; y frente a ellos, la alta oficialidad de las fuerzas armadas. Pero, aquí surge una interrogante, y no es poca cosa. ¿Generales o coroneles o comandantes? ¿Quiénes son realmente los jefes en el ejército? Alguien dirá: la batuta y el poder están en manos de quienes tienen mando de tropas, y ello es muy cierto. No ocurre lo mismo en la Armada, donde el almirantazgo es sólido como roca cordillerana. La tradición inglesa pesa mucho en nuestra marina, al igual que pesa el clasismo británico copiado al pie de la letra por la escuela naval chilena.
Entonces, ¿con quiénes deben dialogar gobierno y empresarios para acordar y acotar las esferas de poder en Chile? ¿Con los generales que manejan escritorios y oficinas, o con los comandantes que son quienes mandan y administran al interior de las unidades militares, donde cuentan con armamento disponible para usarlo cuando se les antoje? La duda es razonable. Muchos lectores saldrán al paso recordando “la verticalidad del mando”, sin embargo, nuestra propia Historia de país independiente ha demostrado que esa verticalidad desaparece no bien se enciende el motor del primer tanque y los fusiles quedan con bala en boca.
Baste recordar, para dar fe de lo dicho, la batalla de Lircay (1830), el alzamiento de la Armada (1891), golpe interno e incruento dentro del ejército (enero de 1925), la república socialista (1932), el 25 de agosto de 1939 Carlos Ibáñez participó en una intentona de Golpe de Estado en contra del presidente Aguirre Cerda mediante un levantamiento iniciado por el general Ariosto Herrera; General Roberto Viaux Marambio se atrinchera en el regimiento Tacna contra el gobierno de Frei Montalva (1969); Septiembre de 1973, general César Mendoza da golpe interno en Carabineros y toma el mando absoluto de esa institución pasando por sobre cinco generales más antiguos que él.
Resulta indiscutible asegurar que en las escuelas matrices de nuestras fuerzas armadas “la descendencia y origen familiar” constituyen casi condición sine qua non para ingresar a ellas.
Por cierto, uno que otro hijo de empleado fiscal o de pequeño comerciante puede pasar el severo colador, pero ahí muere la fila de candidatos del pueblo, ya que si se revisa exhaustivamente la nómina de oficiales egresados de esas escuelas en las últimas cinco décadas, es posible estrellarse con una situación que es extraña en extremo.
Excluyendo a la Escuela de Carabineros y a la de Investigaciones de Chile, la mayoría de los cadetes del ejército, la aviación y la armada, proceden de familias acomodadas y privilegiadas tanto social como económicamente. Pertenecen al 10% más rico de la población.
Debido en gran parte a estas situaciones, nuestras fuerzas armadas –su oficialidad- son altamente clasistas, vergonzosamente clasistas, pues se han alineado junto al estamento social económicamente privilegiado, dispuestas a protegerle sus intereses aún a costa de la sangre de los millones de chilenos que conforman la masa mayoritaria de la nación.
Lo anterior apunta a señalar que esa alta oficialidad –y la oficialidad toda- proviene en gran medida de familias con sólido soporte económico. Dicho en otras palabras, en Chile “los dueños de la férula” –dueños del capital económico y financiero- son quienes tienen influencia y poder de decisión en instituciones como el Congreso Nacional, la Iglesia católica y, claro que sí, las fuerzas armadas.
Bien, pero…¿y el presidente de la república? Algunos mandatarios, en el siglo pasado y en el actual, no han formado parte de la “troika”, pues sus haberes los situaban n el estamento social conocido como ‘clase media’ (algunos con mejor pasar económico que los otros). Aquí es donde encontramos a figuras como Pedro Aguirre Cerda, Juan Antonio Ríos, Gabriel González Videla, Eduardo Frei Montalva, Salvador Allende, Patricio Aylwin y Michelle Bachelet… en el otro lado de la cancha están los que sí formaban (y forman) parte activa de la mentada ‘troika’, cual es el caso de Jorge Alessandri Rodríguez y Sebastián Piñera Echeñique.
Una teoría -en realidad es más “suposición” que otra cosa- apunta directamente al corazón de estas líneas. Vea usted. Cuando un primer mandatario no forma parte de la troika (ya que tampoco pertenece al exclusivo mundo de los millonarios), corre riesgo de sufrir asonadas militares, amenazas militares, sublevaciones militares y, en un conocido caso, golpe militar. Pero, si ese mismo mandatario es miembro de una familia que sí es parte activa de la susodicha tríada o troika, no correrá riesgo alguno en lo relativo a las fuerzas armadas.
El actual presidente de la república, Sebastián Piñera, pertenece a la troika, y es bien sabido que él solamente conversa, socializa y acuerda con sus pares ¿Y quiénes son ellos? ¿Militares?, no, ¿sacerdotes?, tampoco. Sus pares son los megaempresarios y los audaces especuladores financieros…mismos que, como ya dijimos, tienen a sus parentelas encumbrados en la alta oficialidad de las ramas de las tres ramas de nuestras fuerzas armadas.
Así entonces, es posible responder con cierto grado de certeza la pregunta que titula este artículo. “Gobierno, empresarios, fuerzas armadas…¿quién manda a quién?”. Es imposible equivocarse. Los empresarios mandan…con ellos hay que negociar, a ellos hay que presionar. Todo lo demás es paisaje.