Dicen que los detalles importan. También las formas (aquello de “Manners maketh man”). También la velocidad y precisión con que se resuelven los problemas.
A lo largo de sus años de democracia, Chile ha ido dando forma a una increíble y enorme bola de nieve burocrática que está dejando por los suelos los detalles, las “maneras” y la prontitud necesaria para resolver conflictos y situaciones.
Las “anécdotas” se acumulan en un libro invisible que al releerlo con la memoria da vergüenza ajena.
Hace unos días el presidente Gabriel Boric firmó un acuerdo clave con China para que nuestro país pueda exportar salmón fresco hacia el gigante asiático.
La noticia recorrió los medios nacionales y también algo de la prensa internacional. Ya todos sabemos lo que implica acordar comercialmente con China.
Lo triste, lo curioso de este asunto es que Chile había firmado en 2012 otro acuerdo para que en el 2015 ingrese el salmón chileno con arancel 0 a China.
Todo esto en el marco de un gobierno que además le ha declarado la guerra al sector a través de distintos organismos. El más importante de ellos: el Ministerio de Medioambiente que conduce Maisa Rojas. Irónicamente ese mismo gobierno tuvo que dejar su sello en un acuerdo histórico y que alienta a la industria.
Volviendo a 2012. Cuenta una fuente que quienes redactaron el convenio original olvidaron (sí, olvidaron) ubicar la palabra “fresco” en su texto general. Es decir, escribieron salmón “congelado”, pero les faltó agregar el “salmón fresco”. Por lo que durante 8 años Chile no pudo enmendar el error de sus funcionarios (o la ausencia del adjetivo) y se vio impedido de exportar salmón fresco a una de las mayores economías del planeta.
Es un detalle que importa.
Apenas un dato. Para que una empresa salmonera consiga una concesión o se prolongue o se pretenda su reubicación, tiene que enfrentar un muro burocrático compuesto por 5 diferentes dependencias y decenas de funcionarios si no cientos. Dependencias que no tienen mayor contacto entre sí, tal como ha sido explicado en el propio Congreso de la Nación.
De modo que conseguir una localización para venderle, justamente, a China, por ejemplo, podría llevar 10 años. Una década. Es decir, un promedio de 2 años por dependencia.
El mismo gobierno que apunta con el dedo a la salmonicultura por su presunta contaminación actual, parece desconocer el desarrollo tecnológico que empuja el sector desde hace años para alcanzar un rastro nulo en en el medioambiente.
También en este aspecto se denota el atraso de información y prestancia para los nuevos escenarios.
Hace dos años empresarios de la construcción le explicaron a funcionarios de la nueva administración municipal de Puerto Natales, Antonieta Oyarzo, que en el periodo pasado, se habían cometido errores de “ubicación” en determinados proyectos de construcción.
En un caso, se gastaron entre 11 y 14 millones de pesos en la losa de una sede destinada a las jubiladas del hospital, que fue levantada en un sitio equivocado. El correcto estaba a sólo 20 metros. Conclusión: millones tirados a la basura.
En otro caso, una empresa armó una base por alrededor de 7 millones de pesos arriba de un terreno inestable que anteriormente contenía basura. Imposible erigir las paredes y techos allí sin peligro de desmoronamiento. Otros millones lanzados por la ventana.
La torpeza llevada al grado de la broma. Al patetismo.