Invisibles. Así pareciera que están las y los presidentes de los partidos de las diversas oposiciones.
Lo poco que se ven es para apoyar alguna candidatura que podría ser conveniente para sus filas, y nada más. Atrás quedaron los tiempos de líderes partidarios que convocaban, trabajaban en equipo, eran capaces de visualizar escenarios de presente y futuro, en pos de proyectos colectivos interesantes y que vayan construyendo mejores condiciones para la ciudadanía.
Hoy, los que están en las presidencias dejan bastante que desear para sus propios militantes. Se ve que están más preocupados de cuestiones electorales y laborales, es decir ver qué les conviene que pase para que de una u otra manera puedan haber cupos laborales para ellos mismos, o para cercanos a dichos partidos. Lo de siempre, y lo que de una u otra manera empujó a la gente a dejarlos casi en el último lugar de la lista de los menos confiables.
Respecto a la confianza en las instituciones, la Encuesta CEP hace unos días indicó que el mejor nivel en confianza de la ciudadanía lo tuvo la Policía de Investigaciones (PDI) con un 53%, seguido por las Radios con un 51% y las Fuerzas Armadas con un 37%.
Como las instituciones con menor nivel de confianza, aparecen los partidos políticos con un 2%, el Congreso (8%) y el Gobierno (9%).
Simplemente un desastre. ¿Y dónde están los presidentes regionales de los partidos de centro-izquierda? Negociando más que seguro. Viendo sus propias conveniencias para lo que viene. Tratando de herir al contrincante (de su propio sector) para ver si los réditos son convenientes. En una especia de ataque a ojos cerrados para ver si “algo cae”.
Desde las primarias de la oposición a la alcaldía de Punta Arenas se comenzaron a distinguir las operaciones. Nunca más se vio al presidente del Partido Radical, Gonzalo Bascuñán. El mismo había avisado que sería candidato, pero al pasar de los días su figura no se vio más. Los acuerdos con el Frente Amplio, cuando las bases de los radicales estaban con la candidata Verónica Aguilar, se habían hecho entre cuatro paredes, y el propio presidente del PR “cerró negocio” con la candidatura de Arturo Díaz. Es más, hoy por hoy se le ha visto muy entusiasmado apoyando al candidato de Convergencia Social, incluso más que a sus propios candidatos partidarios.
El caso del presidente del Partido Socialista, Juan Marco Henríquez, no es tan distinto. Todos fueron testigos de su alegría y celebración en plena casa del ganador a esas primarias a fines de diciembre, mientras tanto el candidato del PS Pablo Bussenius era dejado en la puerta de dicha residencia sin si quiera hacerlo pasar. También ha desaparecido de la escena política pública.
Gloria Chodil, presidenta de la Democracia Cristiana, se vio en plena etapa de campaña, pero solamente para apoyar a Juan Francisco Miranda (ampliamente derrotado por Jorge Flies en las primarias a gobernador) y luego a Juan Morano en las primarias a alcalde, también derrotado y por muchos votos. Luego, solo se le ha visto y escuchado reclamando por la escasa atención que les toma el candidato Jorge Flies, y su preocupación porque al parecer “no quieren trabajar con nosotros”, ha dicho.
El PPD ni hablar. Sencillamente están casi sin directiva, con serios problemas internos. Distanciados y quebrados, y con muy poco peso político. Mientras no se renueven las mismas caras y los mismos nombres de siempre, están destinados al permanente fracaso. El último presidente que intentó mantener al partido a flote fue Luis Pérez, pero sus sucesores no estuvieron a la altura.
En el PC y CS están en la misma. Luz Bermúdez se logra divisar solo por temas de campaña de su candidato a la alcaldía puntarenense, y a Dalivor Eterovic desde que Servel no aceptó su candidatura a gobernador regional también han bajado sus apariciones públicas y en medios.
Sin credibilidad, sin apoyos masivos ni populares, y sin apariciones públicas consistentes, lo cierto es que sus futuros están más que claros.
Y si además, siguen con la tan criticada “cocina política”, esa de cerrar acuerdos que solo les conviene a unos pocos, mientras para la galería dicen que eso se tiene que terminar de una vez, es bastante claro que el rumbo que tomaron es tremendamente equivocado.
Seguramente, cuando aparezcan, seguirán con el mismo desgastado discurso. Porque no hay peor ciego que el que no quiere ver, ni peor sordo que el que no quiere escuchar.