Algunos piensan que tenemos malos políticos porque los buenos, los bien preparados, los honestos y los responsables han decidido no meterse en política. ¿Será tan así? Lo cierto es que finalmente las sillas son ocupadas por personas menos calificadas, por decirlo amablemente. Porque quienes llegan lo hacen porque fueron dirigentes en el colegio o universidad, también en sus barrios o poblaciones, porque son hijos de alguien que tiene buenos contactos o amistades, porque la militancia lo avala, porque «no había nadie más».
Claro está, el amiguismo y los pactos mal entendidos nos terminan jodiendo a todos, menos a ellos.
Pero, y son preguntas preocupantes con respuestas inciertas… ¿Por qué lo mejor de los profesionales huyen de la carrera política… ? ¿Será que consiguen mejores sueldos en el sector privado? ¿Será que tienen miedo de arruinar sus carreras profesionales? ¿Prefieren evitar la tentación?
Y la pregunta que más me intriga… ¿Tendrían espacio en lo privado quienes hoy son seremis, por ejemplo?
En todo caso, en países más evolucionados políticamente y también socialmente pareciera que fueron descifrando ese problema. No son pocos los ejemplos de renuncias de presidentes o primeros ministros a raíz de una gestión política ineficaz o a la primera señal de corrupción…
Y es peor aún, cuando los discursos opulentos llenos de moral y críticas despiadadas se estrellan contra el muro del no pago de las deudas universitarias, de la mala gestión, del mutismo vergonzoso, y en simples palabras, en hacer lo contrario a lo que se reza en el día a día.
No nos engañemos, ni dejemos que ellos se engañen… Lo cierto es que el tema comienza a ser recurrente tanto en redes sociales como en el boca a boca de las personas. Se puede escuchar en la comida con amigos, en el asado familiar, en panaderías, almacenes o en el trabajo. Existe la sensación de que la clase política es mala. Un grupito cada vez más alejado de las preocupaciones e intereses de las clases comunes y corrientes, pero también de los emprendedores, comerciantes y pequeños empresarios.
Peor aún, la escases de líderes nos ha tirado por un barranco donde vemos pasar un sinnúmero de desconocidos que supuestamente harán bien la pega. Pero nada de eso. Un líder demuestra que lo es no cuando se adapta solamente al entorno sino cuando tiene la capacidad de trascenderlo y modificarlo.
Somos testigos a nivel local de protagonistas cobardes y mudos, que cuidan más el bolsillo que la verdad de ser coherentes con sus propias palabras. La soberbia finalmente se dejó caer con todo su peso. Con esa verdad que se desnuda día a día, cuando vemos imágenes de autoridades paseando por Torres del Paine o Cabo de Hornos, mientras nos quieren convencer de que la propuesta a las viejas y viejos del 4% es buena, y aparece la ignorancia de autoridades santiaguinas diciéndonos que este Gobierno es el primero en solucionar deudas históricas. Populismo barato, y además lleno de mentira.
Pero podría ser peor… siempre. Porque además tienen el desparpajo de negarse a entrevistas, o a responder preguntas, escaparse de sus responsabilidades que asumieron cuando llegaron con sueldos más que interesantes a representar supuestamente no solo a sus ideologías, si no que a las personas que vivimos en Magallanes.
De eso, mucho tiempo ha pasado, y poca memoria se ha quedado.