La “magallaneidad” [Por Mauricio Vidal Guerra]
Un territorio como el nuestro, con personas de características especiales que se relacionan a la voluntad y el esfuerzo por gestar algo en un lugar remoto y lleno de adversidades geográficas y climáticas, va configurando sensaciones y apegos muchas veces difíciles de explicar. Pero al mismo tiempo, muchas veces difíciles de mantener en el tiempo, de traspasarlas a nuevas generaciones, o incluso de que nuevos voluntariosos llegados de diversos parajes si quiera entiendan la identidad local.
Incluso, magallánicos nacidos y criados, hoy por hoy miran y defienden por intereses propios conceptos más nortinos o centralistas, ofreciendo una “unidad” del territorio nacional que en rigor no existe. Y en el ámbito político se ve más aún esa tendencia que de magallánica no tiene mucho, por no decir nada.
La “magallaneidad” es un verdadero regalo… Es un concepto, o más bien la esencia nuclear de los trabajos literarios e históricos de Mateo Martinic Beros. Son certezas básicas profundamente arraigadas en la obra y pensamiento del historiador y Premio Nacional de Historia en el año 2000. Es él quien lo utiliza para describir el sentimiento de identidad colectiva, pertenencia y orgullo que caracteriza a los habitantes de la Región de Magallanes y de la Antártica Chilena.
Según Martinic, la “magallaneidad” no se basa en una condición geográfica o administrativa, sino que es una forma de ser y de sentir forjada en condiciones extremas de aislamiento, clima adverso y distancia respecto del resto del país.
Una identidad nacida de la experiencia pionera, del esfuerzo por poblar y desarrollar un territorio inhóspito, y del sentido de comunidad que surge en ese contexto.
El concepto que se va transformando en sentimiento, gesta sus orígenes en la historia de la colonización, la navegación, la ganadería ovina, la inmigración europea (particularmente croata, británica, chilota y española) y el contacto con pueblos originarios.
Asimismo, hay un valor en la capacidad de sobreponerse a la adversidad, de construir una sociedad próspera en los confines del mundo, y de mantener un espíritu solidario y trabajador. Magallanes representa un espacio emocional y simbólico, que implica asumir una relación íntima con su geografía, su silencio, y sus adversidades.
Pero también, incluye un cierto sentido de diferencia respecto del “norte” chileno, no en términos de separación, sino de singularidad cultural. Mateo Martinic nos fue entregando las certezas respecto de que Magallanes fue desarrollando una personalidad regional propia, con costumbres, valores y una conciencia histórica distinta. Representa esta parte del planeta una frontera viva entre lo humano y lo natural, lo nacional y lo global, lo americano y lo antártico.
Es decir, podríamos entender también a la “magallaneidad” como una forma de mirar el mundo desde el extremo sur.
Pero también debemos preguntarnos si todo lo escrito anteriormente sigue teniendo tanta vigencia como debería tenerla… Porque los nuevos arribados desde hace años quizás no solo no entiendan este origen y la esencialidad de la historia contada. Sin autoridades en los últimos años que fortalezcan dichos conceptos, sin que se enseñe en los colegios durante toda la educación escolar a nivel local, mientras sigamos prefiriendo lo externo más que lo interno, claramente el concepto podría ir desvaneciéndose con el correr de los años. Sin la defensa de las tradiciones locales, con la copia permanente de lo que se hace “en la capital”, o colocando en prioridad lo material por sobre lo que nos hace lo que somos históricamente, el futuro a corto y mediano plazo no se ve tan esperanzador.
Todos somos parte y responsables de entender la “magallaneidad”.
Una identidad forjada en la distancia, el viento y la historia, un sentimiento de orgullo y pertenencia hacia una tierra dura pero entrañable. Y como dijo alguna vez Mateo Martinic, ser magallánico es “haber echado raíces en el viento”…
La resistencia, la adaptación y el amor profundo hacia un territorio que exige carácter, compromiso, pero por sobretodo respeto por la historia y la convicción de que esa historia vaya pasando de generación en generación.
Mauricio Vidal Guerra, periodista, director ZonaZero.cl
