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La Argentina y unas elecciones con sabor a final de campeonato de fútbol (Por Claudio Andrade)

La Argentina vota y lo hace nuevamente como si disputara la final de un mundial. Con ese frenesí, con ese nivel de tensión. Pero hablamos de política, no de fútbol aunque los argentinos insisten en trasladar los códigos barriales y deportivos al escenario donde se definen políticas públicas. No son lo mismo.

El presidente Javier Milei ha dado a entender que el presente, pero sobre todo el futuro del país, se juegan en su permanencia en el poder, y en esta nueva votación, en permitirle maniobrar a su aire en el Congreso de la Nación. Los peronistas están decididos a todo lo contrario y no son pocos.

En estas legislativas se renuevan la mitad de los 257 diputados y un tercio de los 72 senadores en el Congreso. Más allá de Milei, que espera reforzar su escasa presencia en las Cámaras, la cuestión de fondo es sí efectivamente tendrá el peso suficiente para empujar sus reformas legislativas. De eso dependen los miles de dólares comprometidos que aun no llegaron.

El presidente Donald Trump fue claro, Estados Unidos no será generoso con la Argentina si Milei pierde. Después Milei y su tropa de funcionarios intentaron matizar la advertencia de Trump pero lo dicho, dicho está.

El gobierno de Trump informó que apoyará a la Argentina con USD 20.000 millones de un crédito swap y otros USD 20.000 podrían llegar desde el sector privado. En esta batería de anuncios también figuró un nuevo centro de datos de la empresa propietaria de OpenAI con una inversión de USD 25.0000 millones. Pero a esta altura cuesta discernir qué es realidad y qué ficción en el país de Maradona, Borges y Charly García. Qué nombres, cuanta cultura.

La Argentina tiene enormes recursos minerales, que no explota, un litoral de más 4000 kilómetros del que no se alimenta, recurso humano capaz de construir reactores nucleares, satélites y complejas antenas de seguridad en un lugar tan lejano como Bariloche, en fin, la lista de sus talentos es inmensa, aun así permanece desaprovechada. Solo Vaca Muerta aspira a alcanzar los sueños que fueron imaginados para el segundo yacimiento de gas del planeta.

Sin embargo, cuando en 2013 fue anunciado el acuerdo entre YPF y Chevron para explotar el yacimiento por primera vez, más de 10.000 personas salieron a la calle en Neuquén para rechazar el acuerdo.

Cuesta mucho entender cómo un país tan rico alcanzó el 50% de pobreza. El país de la carne, el trigo, la soja. El presidente Milei asegura que ya la bajó a un 31%. Sin embargo, la gente, el vecino de a pie, no se muestra muy convencido de ese dato.

“Este hombre está loco y hay que limitar su poder”, me dice un argentino que trabaja en turismo en El Calafate y Puerto Natales.

Milei aseguró durante su candidatura que transformaría a la Argentina en Alemania si le daban tiempo suficiente, pero la Argentina todavía no tiene grandes recursos monetarios y su apertura a las macro inversiones internacionales todavía está en veremos. El RIGI, un mecanismo de incentivo a las inversiones de más de USD 200 millones, ya acumuló promesas de más de USD 31.000 millones. A la Argentina estos números todavía le saben a nada porque nada ocurrió realmente.

Y no hay que olvidarse que todo emprendimiento lleva un proceso, muchas veces largo, larguísimo, y los argentinos entienden que no les sobra tiempo para salir del embrollo en el que están metidos. Por lo demás, la paciencia no es precisamente una virtud nacional.

La huella de la cultura argentina atraviesa toda Latinoamérica e incluso el mundo, pero su economía es otra cosa. Es como si no supiera administrarse. Es cierto que en este momento necesita un rescate porque de otra forma no podrá pagar las obligaciones por USD 19.000 millones que tiene para el 2026, además de eso, requiere de inversiones concretas, reales, para poder ponerse de pie y explotar su vasto territorio.

La Argentina es una contradicción en sí misma, bella, atractiva, sofisticada como cultura, pero inescrutable como administración. Alguna vez fue uno de los países más ricos del planeta, aunque aquellos años hoy tienen el tono de una película muda y sin sonido.

¿Qué pasó? Hay libros que intentan resolver el enigma. En los 80, recuerdo a los vecinos del sur de Buenos Aires, en Lanús, por ejemplo, viendo televisión en las veredas, el asadito a la orden del día, el auto en la puerta, gente humilde dueña de divertidas charlas, recuerdo las risas y la música del rock argentino.

Tanto se ha perdido desde entonces.